Bru Rovira*
La primera cita es del reportero Ryszard Kapuscinski
“La guerra, vista a distancia y hábilmente manipulada en una mesa de montaje no es más que un espectáculo. En la realidad, el soldado no ve más allá de la punta de su nariz, tiene los ojos cubiertos de polvo e inundado de sudor, dispara a ciegas y se arrastra por la tierra como un topo. Y, sobre todo, tiene miedo”.
La segunda cita es del premio Nobel de economía Paul Krugman:
“Los mega ricos de todo el planeta tienen dinero escondido en cuentas en el extranjero. Lo que esto significa es que adoptar medidas eficaces contra el punto más débil de Putin exigiría enfrentarse a la propia corrupción de Occidente y derrotarla. ¿Puede el mundo democrático estar a la altura de este desafío?”
La tercera cita es de una amiga ucraniana, M., que ha huido con la familia de Járkov, mientras en la ciudad se lucha en las calles contra el ocupante ruso.
“Creo que nuestro ejercito, tiene más motivación para defender la nación, que los rusos para matar por nada”.
La reflexión:
En el campo de batalla es donde sufre y muere la gente, mayoritariamente la gente que no tiene recursos para huir.
También es en el campo de batalla donde se destroza el país, se sacrifica una generación entera y se siembra un trauma y, muy a menudo, un odio que cuesta varias generaciones de superar, si es que antes no se convierte en la nueva épica que alimentará las nuevas guerras de los odios no resueltos y de las mentalidades acartonadas, incapaces de pensar otra manera de resolver los conflictos humanos.
El soldado, como dice Kapuscinski, no ve más allá de la punta de su fusil y tiene miedo. El fusil, pongamos, por ejemplo, de un marine que desembarca en Normandía para dejar sus huesos enterrados en las playas francesas, nada sabe de los cálculos del político y del general que lo manda a una muerte estadísticamente más probable que improbable; probable la del soldado, no la suya propia, por supuesto.
Detrás de una guerra, hay un “sistema”: este sistema, advierte Krugman, en el caso de Rusia tiene un nombre: la corrupción de Putin forma parte de la corrupción de Occidente, del blanqueo de capitales generalizado, de la casta de los mega ricos que tienen más poder sobre los Estados que las propias instituciones públicas, democráticas o no. Putin no es Rusia. Putin es un sistema. Un sistema “amigo”. ¿Tendremos el valor de enfrentarnos a él? La guerra, desde luego, no modificará este sistema. Más bien lo contrario.
La tercera cita nos da una nota de esperanza: la motivación para defenderse es mayor, dice mi amiga, que la que tienen los soldados rusos para matar. La vida es mejor que la muerte. La libertad mejor que la opresión. La camaradería mejor que el odio. La curiosidad y la mente abierta para comprender, para disfrutar del otro, disfrutar juntos, mejorar el mundo y la vida sobre el planeta, mejor que la cerrazón autorreferencial, dogmática, asustada, limitada, autodefensiva.
No se le puede pedir al soldado de ojos polvorientos, cegado por el miedo, clarividencia más allá de la trinchera, ni humanidad contra el tirador – ¡el hermano que dejó de serlo sin saber por qué! – que le mira apuntándole desde la mirilla de su fusil con el dedo en el gatillo.
Pero, nosotros, los que no estamos en la mira del fusil, sí que podemos hacer varias cosas: evitar el circo y profundizar en la información, el conocimiento, dar voz a los que no la tienen, narrar lo que está ocurriendo, fijándonos en la vida de las personas, señalar a los que viven del dolor ajeno, desmontar la propaganda y la mentira, atacar con la fuerza de la justicia y de la paz la línea de flotación de un sistema que provoca las guerras y las aprovecha para mantenerse a flote.
*Periodista.
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
Fuente: https://catalunyaplural.cat/es/tres-citas-y-una-reflexion-sobre-la-guerra-de-ucrania/