CORONAVIRUS: «Soledad de los cuerpos»

Soledad de los cuerpos

 

Marie-Hélène Brousse*

 

 

“No hay más que la poesía, les he dicho,

Que permite la interpretación

Y es en eso que no alcanzo

En mi técnica, a lo que ésta sostiene”

Jacques, Lacan. L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre.  10 de mayo de 1977

 

 

El confinamiento que actualmente regula nuestras vidas manifiesta la soledad de los Unos-completamente-solos -me permito escribir así la expresión Uns-tout-seuls inventada por Jacques-Alain Miller[1]. Como todas las palabras, la «soledad», cuya etimología es solus, solo, aislado, no escapa a la estructura moebiana del discurso: «solo con el rebaño» se convierte en «solo connotado de singular»; es entonces la soledad vista desde el ángulo ofrecido por el enjambre, equívoco que explota el sentido, despejando cada parlêtre de la cadena significante, separando así cada S1 de cualquier S2 posible. Exit del poder de la metáfora dadora de sentido.

El aislamiento de los cuerpos, la distancia actualmente puesta entre los mencionados cuerpos hablantes que implica el confinamiento, logra un enfoque radical de la expresión «cuerpo hablante». Por lo tanto, permiten aclarar una noción del último Lacan que es bastante difícil de captar. Ciertamente, los medios ofrecidos por la tecnología permiten, o incluso fomentan, el uso de una densa red de intercambios de palabras virtuales, de un baño de imágenes y mensajes proliferantes. Ya no son cuerpos que hablan, sino un hablado sin cuerpo. Está claro que esto es mejor que nada, ya que, precisamente, esto viene en el lugar de la nada de la soledad y una clínica se está inventando. Pero…

¿Cómo podemos abordar la soledad que el confinamiento logra mediante la noción de «cuerpo hablante» y ya no por aquella de los a-sujetados al lenguaje? No creo que eso se pueda hacer directamente por la teoría.

Un pequeño desvío freudiano

Propongo un pequeño desvío por Freud:

Es sabido —y nos parece un hecho trivial— que la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones penosas resigna su interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con su sufrimiento. Una observación más precisa nos enseña que, mientras sufre, también retira de sus objetos de amor el interés libidinal, cesa de amar. La trivialidad de este hecho no ha de disuadirnos de procurarle traducción dentro de la terminología de la teoría de la libido. Diríamos entonces: El enfermo retira sobre su yo sus investiduras libidinales para volver a enviarlas después de curarse. Dice Wilhelm Busch, acerca del poeta con dolor de muelas: «En la estrecha cavidad de su muela se recluye su alma toda.»[2]

Encontramos a un poeta, esta vez se presenta con su cuerpo bajo la forma de su muela. No estoy seguro, sin embargo, de estar de acuerdo con Freud y W. Busch. Ciertamente duele, pero ¿quién dice que deja de amar? ¿Cuánto más estaría (mal), menos estaría (enamorado)? Si nos tomamos en serio a los poetas, son más bien especialistas en la asociación del amor con el dolor. Por lo tanto, no es del lado del narcisismo que es necesario orientarse para encontrarse. No se trata ni del yo ni de su Ideal. El poeta evocado por Freud tal vez está solo con su dolor de muelas, pero nuestros cuerpos están aislados precisamente para detener la propagación de la enfermedad: completamente solos para no enfermarse.

La poesía como dirección del psicoanálisis

J.-A. Miller tituló su curso 2002-2003 «Un esfuerzo de poesía». Termina la primera sesión con la siguiente pregunta: «¿por qué el psicoanálisis tiende a ser prosaico?».[3] Tan pronto como se hace prosa, uno se vuelve prosaico. Por lo tanto, propone la poesía como alternativa y propone «revivir en [el psicoanálisis], si me permiten, el fuego de la lengua poética». Sigamos esta dirección en-cuerpo.

 Disciplinas del doble sentido

¿La poesía? ¿No es Lacan quien, en el Seminario del 15 de marzo de 1977, combina poesía y psicoanálisis? Diciendo: «El psicoanálisis cae justo en relación con lo que es el significante, que es algo muy especial, que tiene efectos de sentido. También me bastaría con el S2, no por ser el segundo en el tiempo, sino por tener un doble sentido, para que el S1 tome su lugar correctamente … Desde este punto de vista, el psicoanálisis no es ya más que una estafa igual que la poesía misma. La poesía se basa precisamente en esta ambiguedad de la que estoy hablando, y que describo como un doble sentido”[4] El mismo título del Seminario, L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, es una puesta en acto de la interpretación por lo que aquí él llama «doble sentido». Se opone allí el sentido a la significación[5] y opta decididamente por la significación en lo que concierne la interpretación analítica. Concluye diciendo que ella compete de lo imaginariamente simbólico. Más tarde continúa diciendo que la poesía, «cuando falla (el sentido), no tiene más que una significación», que es «un nudo puro de una palabra con otra palabra… ¿Cómo puede el poeta lograr esta hazaña, hacer que un sentido esté ausente? La significación no es lo que un pueblo vano cree. Es una palabra vacía.» Así que planteemos que el vacío de sentido libera una significación plena. Lacan concluye contrastando el amor, que no es más que una significación, al deseo que produce un sentido, que orienta.

También da un consejo: «Sólo la poesía, dije, permite la interpretación.»[6] Estos elementos se aclaran con los desarrollos de J.-A. Miller acerca del cuerpo parlante[7]. El cuerpo hablante no es el sujeto. No se opone a él, pero cada uno compete a un campo diferente. Tal vez sea apropiado incluso distinguirlo del término parlêtre que evoca todavía la falta-de-ser en lugar de la carne, la repetición en lugar del acontecimiento (de cuerpo). Por lo tanto, el cuerpo hablante en la práctica del psicoanálisis debe distinguirse de i(a) al igual que de I(A), ambos sujetos al nudo de lo imaginario y lo simbólico. También debe distinguirse del organismo, tal como la ciencia declina su funcionamiento en diferentes órganos, ya que lo real de la ciencia no es el real del psicoanálisis. El cuerpo hablante es una pura significación, un vacío de sentido y un lleno de real, tal como se define en la orientación lacaniana oponiéndose a todas las realidades. Sigamos a Lacan: «Lo real, diré, es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del inconsciente.»[8]

A veces este real se separa tanto de la imagen como del significante. ¿Es esta experiencia subjetiva la que está abierta a nosotros en el confinamiento?

Un poco de recorrido con los poetas

Entonces, ¿qué escriben los poetas de la soledad? La poesía aborda este «sentido doble» a través de la escritura.

Inmediatamente se me impone un poema. Titulado «Soledad», es obra de Marc-Antoine Girard de Saint-Amant[9]. Traducido al inglés, fue configurado musicalmente por Henry Purcell[10]. Luego otro, una oda homónima de Teófilo de Viau. Tomemos en cuenta la época, porque no hay poesía sin discurso en los parlêtres. ¿Por qué este período histórico, lejos del nuestro, el siglo XVII – 1621 para Teófilo de Viau, 1629 para Saint-Amant – hizo de la soledad un tema fundamental de la poesía?

La Época está perturbada, caótica y políticamente marcada por una precariedad de los poderes establecidos: guerras de religión, herejías, intensos intercambios entre Italia y Francia. En Italia se están desarrollando movimientos materialistas, hedonistas y epicúreos. El llamado materialismo paduano hizo un retorno a Lucrecio desde los años 1583-1585. Otros intensos intercambios tienen lugar entre Francia y los Países Bajos. En todas partes hay un choque entre el materialismo y los partidos religiosos. Por lo tanto, para retomar una frase de Lacan, un período de «crisis de la verdad»[11]. Ella también se despliega en los saberes. Este es el momento en que el sujeto de la ciencia surge de una sucesión de avances escandidos por los nombres de Copérnico, Galileo y Kepler. La imprenta generaliza la difusión de ello.

Todas estas novedades chocan con las religiones establecidas. La hairesis, que en la antiguedad se refería al «Jardín de Epicúreo», se dio la vuelta y, con la definición progresiva de los dogmas del cristianismo, la herejía se convirtió en el nombre de cualquier opinión que se oponía a una doxa. J.-A. Miller, como siempre a la vanguardia de la época, recientemente lanzó un movimiento vivo sobre este concepto de herejía en la orientación lacaniana. En efecto, nuestra época no es sin puntos en común con aquella de Saint-Amant y Teófilo de Viau.

¿Cuál es el nombre dado a la herejía en el período en el que viven? «Libertinaje» supuestamente escandaloso. Es una solución ética que conduce infaltablemente al hombre del placer hacia los poderes de las tinieblas. Sus escritos son doblemente heréticos. Sus poemas hacen un franqueamiento del sentido por la significación. También le dan la espalda a la doxa moral, y por lo tanto sexual, vigente. Practican, tanto en sus escritos como en sus vidas, el «doble sentido». Por lo tanto, la poesía es claramente una celebración de la ausencia de la relación sexual. Basta con leer el soneto XXIII de Teófilo de Viau [12] para tener una prueba escrita de ello.

J.-A. Miller señala que: «Nada muestra mejor la ausencia de relación sexual en lo real que la profusión imaginaria de los cuerpos que se entregan a darse y a tomarse» [13]. Añade que el barroco tiene como objetivo la regulación del alma a través de la visión del cuerpo, gozante aquí, en un «cero de sentido». Este cero de sentido es la consecuencia de la ausencia de una posible unión entre el alma y el cuerpo. La soledad se redobla: no hay relación entre los partenaires, cada uno prisionero de su cuerpo gozante, ninguna relación entre el cuerpo de cada uno y su alma. Un muro, el amuro [14], los confina. La poesía se sitúa en este borde, entre el sentido y la significación, entre el inconsciente descifrable y el inconsciente real.

Es este lugar de borde que aclaran las dos variaciones acerca de la soledad que son estos dos poemas. Comienzan de la siguiente manera:

«En este valle solitario y oscuro,

El ciervo que brama al sonido del agua,

Inclinando sus ojos en un arroyo,

Se divierte mirando su sombra.» (Teófilo de Viau)

Y:

«¡Oh, amo la Soledad!

Que estos lugares sagrados para la Noche,

Alejado del mundo y del ruido,

¡Complacen a mi inquietud!» (Saint-Amant)

La soledad es el cuerpo que goza en la naturaleza: «oscuro» y «sombra», «Noche» e «inquietud». Este goce se debe al silencio de las palabras y a la presencia de vocablos reducidos a la pura sonoridad. El goce despojado del lenguaje está presente en el «ruido», que es todo lo que queda del lenguaje cuando está conectado con la significación.

¿Cómo terminan?

Teófilo de Viau escribe:

«Los vientos que no pueden callarse

No pueden escuchar también,

Y lo que haremos aquí

Les es un misterio desconocido».

 

Saint-Amant termina así:

«¡Oh, me encanta La Soledad!

Es el Elemento del buen ánimo,

Es por él que entendí

El arte de Apolo sin ningún estudio:

Lo amo por el amor de ti,

Sabiendo que tu humor lo amo,

Pero cuando pienso bien en mí,

La odio por la misma razón;

Porque ella podría deleitarme,

La hora de verte, y servirte.”

Teófilo de Viau encuentra el goce bajo la forma de un misterio en un contexto de silencio de este compañero inhumano que es la naturaleza. Personifica un doble imposible, de la palabra y de la escucha. Por lo tanto, es en este punto donde puede surgir lo real de la no-relación, si seguimos la indicación de Lacan. Saint-Amant, por otro lado, tropieza con una odionamoración, porque este otro amado puede elegir a voluntad el amurallarse en su propia soledad.

La poesía muestra que el axioma No hay relación sexual es la significación oculta de toda soledad. En esto esclarece al psicoanálisis.

Vamos a añadir como conclusión, siguiendo J.-A. Miller, que la soledad también puede, como uno de los nombres del goce del cuerpo parlante, convertirse en un escabel sobre el cual el confinamiento nos obliga a subir. Esto es evidenciado por la multitud de textos de testimonios en los que todo el mundo se propone nombrar los efectos subjetivos de esta experiencia inédita, una pesadilla de la que no se puede despertar, una pesadilla despierta. Opone lo real de la no-relación con el inconsciente que nuestros sueños producen en un cifrado metafórico sin fin. Numerosos son los testimonios de analistas de la Escuela que muestran cómo el final de su experiencia de analizantes se efectúa en un desecamiento del sentido y el surgimiento de una significación nueva. Pienso, por ejemplo, en el testimonio de Laurent Dupont: «C, A, C», tres letras que, al ser sonorizadas, se convierten en «C’est assez» [Es suficiente], ofreciendo así un ejemplo del surgimiento de un «doble sentido», es decir, una separación entre el sentido prosaico y la significación poética.

La soledad que experimentamos, por limitada que sea, devela la importancia de nuestros «abrazos». Nos arrastra a los espacios balizados de los discursos. Exige del analista una nueva ética, ética de la significación, ética del cuerpo hablante. El virus abarca el lazo social y hace surgir una soledad cuya significación es el abrazo.

*Psicoanalista de la AMP (ECF)

 

Fuente: https://psicoanalisislacaniano.com/2020/04/23/mhbrousse-soledad-cuerpos-20200423/

 

Traducido por Patricio Moreno Parra de «Solitude des corps», in Lacan Quotidien, No 883. (Revisada por Joaquín Caretti)

https://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2020/04/LQ-883.pdf

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

 

[1] J.-A. Miller. La orientación lacaniana. EL Un-tout-seul. Curso del 2010-2011, inédito.

[2] S. Freud. “Introducción al narcisismo”, in Obras completas, tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2014, p. 79.

[3] J.-A. Miller. Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires: Paidós, 2017.

[4] J. Lacan. L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre. Sesión del 1977/03/15. Inédito.

[5] Jacques-Alain Miller, hace muchos años, consagró un seminario de un año para elucidar la diferencia entre sentido y significación, seminario que fue un hito.

[6] J. Lacan. L’insu que…, op. cit.

[7] J.-A. Miller. El inconsciente y el cuerpo hablante. [En línea]: https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1

[8] J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós, 2008, p. 158.

[9] Girard de Saint-Amant M.-A., Œuvres, t. 1, Paris, Librairie Marcel Didier, 1971, p. 33-48.

[10] “O solitude, my sweetest choice/ Places devoted to the night/ Remote from tumult and from noise/ How ye my restless thoughts delight”.

[11] J. Lacan. El Seminario, libro XVII, El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2014.

[12] Théophile de Viau. Après m’avoir fait tant mourir. París : NRF, 2002, p. 95.

[13] J.-A. Miller. El inconsciente y el cuerpo hablante. Op.cit.

[14] J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Op. cit.

 

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