CORONAVIRUS: «Encuentro con el Coronavirus: nosotros, los analistas, somos mortales»

Encuentro con el Coronavirus: nosotros, los analistas, somos mortales

 

Nelson Feldman*

 

El 7 de marzo, fui entusiasmado a Barcelona a una conferencia sobre TyA (Adicción y Alcoholismo), encantado de presentar un caso clínico con los amigos del grupo local, en la sede de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP). Sabía que la infección comenzaba a extenderse por Europa, pero según los informes de prensa, ni Barcelona ni Cataluña habían estado particularmente expuestas al virus a principios de marzo. Los organizadores habían mantenido la reunión en las instalaciones de la ELP porque normalmente no involucraba a más de 50 personas. Sin embargo, la conversación clínica programada para la tarde con más participantes había sido cancelada por la Sección Clínica – tan sólo dos días antes.

Ese sábado, 7 de marzo, Barcelona no tenía en cuenta el riesgo de infección: los bares y restaurantes estaban llenos, las calles y Las Ramblas también. El Fútbol Club Barcelona jugó en el Camp Nou contra la Real Sociedad y, el domingo 8 de marzo, miles de mujeres salieron a la calle para la manifestación del 8M. En el avión desde Suiza, yo era el único que llevaba mascarilla. España aún no había comprendido la dimensión de la pandemia.

Cuando regresé a Suiza el miércoles 11 de marzo, no me sentía bien: fiebre, fatiga muy intensa, tos, malestar general, diarrea. Cancelé todas mis citas de la tarde y, aprovechando un viaje al hospital para recoger unas mascarillas para mi consulta, pedí si podía hacerme una prueba en el nuevo centro de detección de Covid-19. Pasé una noche incómoda en casa donde ya me había aislado para proteger a mi familia. El jueves por la mañana, recibí los resultados por teléfono: «Ha dado positivo en la prueba del Coronavirus. Debe permanecer en aislamiento durante al menos diez días, hasta que los síntomas desaparezcan”. Tomaba Dafalgan cuatro veces al día. Advertí de mi situación a todos con los que había estado en contacto, empezando por mi propia familia, así como a mis colegas y a algunos pacientes, que también tuvieron que autoaislarse.

Esa semana fue un suplicio, aislado en una habitación poco iluminada, con una fiebre de 38,5° que no bajaba a pesar de la medicación. Afortunadamente mi familia estaba allí para apoyarme y me dejaban bebidas y comidas al otro lado de la puerta, pero no tenía apetito y me tenía que forzar a beber para no deshidratarme. Podía usar el baño, pero tenía que desinfectarme cada vez que iba. Para poder dormir, escuchaba música clásica, sudando abundantemente.

Sentía que me transformaba en un cuerpo sufriente y me reducía a él. Algunos sentimientos y recuerdos me hacían caer en la cuenta del estado en que me encontraba. A veces me sentía desbordado y confundido. Trataba de tranquilizar a los miembros de mi familia que me veían ir enmascarado al baño, ellos mismos enmascarados para protegerse … ¿Estamos teniendo una pesadilla? ¿Qué pasa si no mejora? ¿Qué haría yo?

Al cabo de una semana, las cosas no habían mejorado, aunque mi médico de cabecera me había dicho por teléfono que estaba luchando muy bien contra el virus … Tenía problemas para respirar y me sentía sin aliento cada vez que daba unos pasos. Al darme cuenta de que había tosido sangre, llamé al departamento donde trabajaba el médico cantonal que en su momento me había dado las instrucciones de aislamiento. Un colega me aconsejó entonces que fuera al departamento de urgencias del hospital regional cerca de mi casa. Mi hijo me llevó allí y rápidamente me atendió un equipo clínico muy competente que midió los niveles de oxígeno en mi sangre y realizó las pruebas necesarias: una tomografía computarizada mostró una neumonía coronavirus bilateral.

Después de esto, permanecí una semana en el hospital, en una sala ocupada por personas con Covid-19, apoyada por un equipo médico y enfermeras muy competentes, a quienes agradezco el que fuera dado de alta encontrándome en mejor estado el 25 de marzo.

Pasé algunos momentos difíciles, especialmente durante algunas noches, ya que la fiebre no respondía a la medicación y me sentía confundido y débil; ir al baño a dos metros de distancia resultaba ser un suplicio, al igual que seguir bebiendo. A veces pensaba: ¿Qué pasa si todo termina aquí en esta pequeña habitación con vistas al lavabo? ¿Pende la vida de un hilo tan fino? ¿De qué depende?

Lacan lo dijo en Lovaina: «La muerte pertenece a la dimensión de la fe. Hacen bien en creer que van a morir, por supuesto – eso les da fuerzas. Si no lo creyeran así, ¿podrían soportar la vida que llevan?» (1) Lo que interpreto de este fragmento es que la muerte nos ayuda a sobrellevar la vida al ponernos en nuestro sitio. De hecho, en el hospital, sintiéndome muy abatido y agotado ya de todo, me dije a mí mismo: «Si termina así, pues bien, ¡que termine así!» Poco después de esto, la enfermera vino a comprobar mis constantes vitales y me dijo: “en unos días verá todo esto como un mal sueño.”

Mi compañero de cuarto, detrás de una cortina amarilla, era mayor que yo y había sufrido daños pulmonares por el mismo virus. Estaba recibiendo oxígeno al no retener suficientes niveles de éste en la sangre. Nos acompañamos a nuestra manera, cada uno con nuestros propios ruidos y suspiros. Podía oír sus dificultades para respirar, su tos y sus gemidos. Por la noche, cuando le oía luchar, me preocupaba a su vez de no oír ningún ruido.

Una semana más tarde, tras un chequeo en el que se observaban mejores resultados y dos días sin fiebre, el doctor me comunicó que mi estancia en el hospital terminaría al día siguiente. ¡Qué suerte tuve de que me trataran tan bien en el hospital regional de Nyon y qué afortunado de haber estado allí, a pesar del nuevo régimen de gestión de la atención sanitaria! En casa, las cosas fueron difíciles al principio. A pesar de que estaba mejorando, tuve que seguir cuidándome el final de mi neumonía y tener en consideración a mi familia. Tuve que cancelar todas mis consultas por lo menos durante un mes.

Retrospectivamente, me culpo por haber aceptado participar en el coloquio de Barcelona y por haber subestimado los riesgos a los que expuse a mi familia y a mí. Por su parte, ¿podrían los organizadores haber evaluado mejor los riesgos de seguir adelante con las jornadas de estudio de día y tarde, donde muchos colegas, entre ellos argentinos e italianos, estaban presentes en una sala cerrada? Más tarde supe que algunos de ellos también habían desarrollado síntomas en los días siguientes. Ni Cataluña ni España habían dado la alarma ese fin de semana, a pesar de los numerosos casos de infección en Madrid y en el País Vasco. Los pasajeros no llevaban mascarilla, un rechazo de la evidencia que aun duraría una semana más.

Debemos aprender a reconocer y aceptar esta nueva realidad de la pandemia que se está desarrollando y afectándonos hoy. Por supuesto, esto complica el trabajo analítico, que saca su fortaleza del encuentro personal y pone de relieve la importancia del cuerpo en la sesión analítica. Hay que tener en cuenta que este virus global está afectando a nuestra práctica. Nuevas formas de encuentros en Internet permitirán inventar cómo combatir el aislamiento durante el encierro y encontrar una forma de hablar entre sí como analistas [entre analystes]. También nos corresponde a nosotros inventar nuevas formas de mantener un lugar y un vínculo con nuestros analizantes en este período extraño.

Los simposios, congresos y reuniones previstos para los próximos meses han sido cancelados de momento, ya que constituyen un riesgo para la transmisión del virus más que una oportunidad para la transmisión del psicoanálisis. Aplaudo la valiente decisión de Bernard Seynhaeve y de la Nueva Escuela Lacaniana (NLS), que preside, de cancelar nuestro próximo congreso en Gante programado para junio, debido a la pandemia en Europa.

Y tenemos que recordar que, sí, todos los analistas son mortales. La muerte se encarga de recordarnos nuestra existencia porque a veces la vida pende de un hilo, el hilo del deseo, siempre insatisfecho, «un hilo dorado del goce» (2), hilo que gira alrededor de lo real de la vida.

Hago llegar mis mejores deseos a los colegas – en España, Italia, Francia, Inglaterra y sobre todo en los Estados Unidos – que están pasando por momentos difíciles. Agradezco el apoyo de mi familia y de muchos colegas y amigos por sus mensajes en los momentos más duros y al regresar a casa. Los vínculos que importan.

*Psiquiatra y psicoanalista. Miembro de la AMP (NLS)

Traducido por: Amparo Tomás

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

Fuente: http://www.thelacanianreviews.com/encounter-with-the-coronavirus-we-analysts-are-mortal/

 

 

1. “Jacques Lacan: Conférence à Louvain” (1972), texto establecido por J.-A. Miller y J. Lacan, La Cause du désir, No. 96, 2017, pp. 7-30.

[En español: CONFERENCIA EN LOVAINA “Jacques Lacan à Louvain”. Conferencia pronunciada en la Universidad Católica de Lovaina, el 13 de octubre de 1972. https://www.lacanterafreudiana.com.ar/2.5.1.21%20%20%20%20CONFERENCIA%20EN%20LOVAINA,%201972.pdf. Para ver un fragmento de esta conferencia: https://www.youtube.com/watch?v=CMNRZejncKg

 

2. Ibídem. Pág. 12

 

 

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