Salir del túnel, juntos
José Ramón Ubieto*
“Sin atisbo alguno del futuro que se está estructurando, andamos descaminados en la significación que atribuimos a las impresiones que nos agobian y en la valoración de los juicios que formamos”. Con estas palabras empieza Freud su escrito de 1915 sobre la guerra y la muerte. Un fantasma de ruina y catástrofe moral asola una Europa que hasta ayer (Zweig) prometía un futuro alegre. Cien años más tarde, nos encontramos en la oscuridad de otro túnel, donde avistamos algo de luz pero todavía persisten las sombras del presente y sobre todo del futuro económico y social.
Queremos salir y volver a la normalidad, pero como dice el meme “sólo volverán –según la OMS- aquellas personas que ya antes eran normales”, o sea nadie y todos, cada uno a “su” normalidad. Para ello, habrá que superar dos retos. Por un lado, tolerar una cierta angustia y miedo al contacto con el otro que evite desarrollar una fobia social o una hostilidad excesivas. Nos conviene más conservar una cierta precaución que no impida el contacto, asumiendo que nada garantiza nuestra inmunidad al 100%.
Por otro lado, todos deberemos hacer el duelo por nuestras pérdidas, para algunos de vidas humanas queridas, para otros de proyectos truncados o vínculos deteriorados y para casi todos de costes económicos.
Jacques Lacan, tras una visita a Londres justo al terminar la segunda guerra mundial, tomaba el relevo de Freud para recordar que era durante el impasse de una situación, cuando había que encontrar “la fuerza viva de la intervención”. Saldremos, pues, del túnel porque se trata de una elección forzada entre la vida y la muerte, no nos queda otra. No es cuestión de seguir confinados y refugiados en la parálisis, sino partir de lo que hay.
Pero no saldremos solos ni pasivamente. Hace falta coraje -otra manera de hablar de ética- ya que no nos sirve ni el automaton (dejarnos llevar) ni el hábito de ‘más de lo mismo’ (hacer como antes del Covid-19). Tendremos que inventar vínculos nuevos y modos del lazo social que no eliminen lo presencial: ni en la educación, ni en la salud ni en las relaciones personales y sociales.
Tendremos también que consolidar y ampliar otras modalidades colaborativas en lo económico (cooperativas de consumo y producción), en lo cultural (proyectos compartidos), en la investigación (interdisciplinariedad), en la política (acuerdos transversales). Formulas en red, presenciales y virtuales, que aúnen con criterios justos y abiertos lo colectivo y la diversidad. Algo de todo esto -y es lo mejor que nos está pasando, sin duda- ya lo estamos construyendo juntos.
Solo así tendremos la oportunidad de no hacer de la crisis un estado de impotencia, que solo alimentaría las políticas del miedo y los discursos excluyentes y xenófobos, siempre al acecho. Ahora no es el tiempo de los salvadores, esos hombres que vuelven, y tampoco de las ilusorias salidas tecno-monitorizadas que nos prometen la falsa “seguridad” de lo virtual. Es la hora para todos del compromiso colectivo, pero primero hace falta el de cada uno y cada una, uno por uno.
*Psicoanalista de la AMP (ELP)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
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