La ciencia al gobierno
Luisella Brusa*
El impacto de la realidad que todos estamos experimentando no es solo el peligro de una muerte epidémica, sino algo más radical. Las palabras de Lacan aparecidas en Rete Lacan, explican mejor a lo que me refiero. ¿Hay algo más radical que la muerte? Sí. Porque esta muerte por coronavirus para la mayoría de las personas es virtual y, por lo tanto, se experimenta a través del fantasma subjetivo. Es la muerte apremiante que escuchamos fluir en la voz súperyoica de los medios de comunicación. Para aquellos que sufren la muerte de un ser querido por este virus, se abren al singular trabajo de duelo, como es normal. Sin embargo, todos percibimos un efecto traumático, con la vacilación de los puntos de referencia que lo caracterizan. Percibimos que con la epidemia está sucediendo algo a nivel del vínculo social, a nivel político. Desde el 8 de febrero, el día en que el gobierno declaró que remitía sus decisiones a las autoridades sanitarias nacionales e internacionales, hemos entrado en un nuevo régimen. La comunidad científica es muy unívoca en las decisiones que se deben adoptar, lo sabemos bien porque somos parte de ello con relación a la esfera psíquica. Los científicos más rigurosos están en desacuerdo con la opinión médica actual. Además, se sabe que en ciencia el modelo más adecuado para describir la realidad tarda mucho en abrirse camino, porque siempre es disonante con los prejuicios y el sentimiento de la masa. Galileo y Einstein esperaron mucho tiempo antes de ver sus propuestas reconocidas y las “verdades” científicas de la epidemiología han tenido históricamente el mismo destino.
A mediados del siglo XIX, una epidemia de cólera diezmó la población de Londres. Era una creencia común que el vehículo de transmisión era el apestoso aire de la ciudad. Cuando los pioneros de la epidemiología, el médico John Snow y el estadístico William Farr, observaron los datos de la distribución de agua potable y notaron que el cólera estaba muy extendido solo en las áreas atendidas por una de las dos empresas de suministro, avanzaron la hipótesis de que la transmisión se había producido a través del agua y no por el aire y, por tanto, las medidas a tomar debían derivarse de esta observación. No fueron escuchados. Fue necesario mucho tiempo para que se reconociera que su interpretación era la correcta: el cólera se transmitía a través del agua infectada.
Hoy no hay acuerdo entre los epidemiólogos, algunos de ellos en posiciones antitéticas. Pero el debate científico no obedece los dictados de la comunicación de masas. Hay un hiato entre los dos niveles de enunciación. Mi hipótesis es que la ocultación de este grieta es funcional a la lógica discursiva en la que entramos. Es una lógica que hemos escuchado avanzar con la prevención obligatoria, Evidence Based Medecine, con los protocolos ABA para el autismo, con el DSM, con las propuestas para regular la psicoterapia basada en la evidencia científica de su efectividad, etc. Digamos que es una alianza entre la llamada ciencia de la evidencia estadística y la política gubernamental. Michel Foucault identificó este nuevo fenómeno con el nombre de biopolítica(2).
Así, con la epidemia mundial del coronavirus, parece que hemos entrado completamente en una nueva fase de la biopolítica. Y es muy probable que nos acompañe en las próximas décadas de una manera cada vez más generalizada. En esta nueva fase, los factores de riesgo se multiplican y su identificación se vuelve equívoca, pero las normas de las medidas gubernamentales se vuelven más estrictas. Hace algún tiempo, reelaborando la experiencia de mis años dedicados a la investigación epidemiológica en el Instituto Mario Negri, escribí un artículo a cuatro manos en el que tratamos de centrarnos en esta nueva variación en la que la biopolítica parecía deslizarse. Una pendiente que parece implementarse hoy mediante medidas que ponen al cuerpo y la vida en oposición, dañan el cuerpo (social en este caso) para proteger mejor el bien de la salud. Con las palabras de Lacan: “cada vida se reduce a la infección finalmente, parece que, realmente, es este el colmo del ser pensante! (3). Es finalmente la apatía del bien universal” . Creo que leer este artículo hoy, (4) en particular la segunda parte, quizás contribuya un poco a orientarnos en lo que sucede a nuestro alrededor y en nosotros mismos.
Lo dejo disponible para descargar en línea en esta dirección: https://www.aliadonne.it/news/vite-di-qualita/ solo la segunda parte del artículo y solo por dos semanas, por razones de derechos de autor. –—
*Psicoanalista miembro de la AMP (SLP)
Traducido por Diego Ortega.
Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Broadwick Street showing the John Snow memorial and public house. The memorial pump was removed due to new construction in March 2016. It was replaced, on the pavement outside the pub, in 2019. A plaque affixed to the public house reads: The Red Granite kerbstone mark is the site of the historic Broad Street pump associated with Dr John Snow’s discovery in 1854 that cholera is conveyed by water.)
Fuente: https://www.slp-cf.it/rete-lacan-n7-5-ap/#art_5
[1] “El advenimiento de lo real no depende en absoluto del analista. Tiene la misión de contrarrestarlo. A pesar de todo, lo real también podría tomar el freno, especialmente porque tiene el apoyo del discurso científico”. J. Lacan, La tercera, (1974) “Intervenciones y textos 2”, Bs. As. Manantial, 1993.
[2] M. Foucault: Nacimiento de la biopolítica (curso en el Collège de France 1978-1979), Fondo de Cultura Económica, 2007
[3] J. Lacan, “La tercera”, op. cit.
[4] L. Brusa y D. Tarzzo: “Quality Lives, sobre racionalidad biopolítica” Filosofía política, 3/2009.
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Agradecimientos a Laura Storti: responsable Rete Lacan