El Reino de Un goce

El Reino de Un goce

 

Kepa Torrealdai*

 

En el sexto paradigma del goce de Miller[1] se desarrolla La no relación: la disyunción entre significante y significado, entre el goce y el Otro, entre el hombre y la mujer.

Me interesa el punto de disyunción entre el goce y el Otro. Esto hace surgir al Otro del Otro con la modalidad del Uno. Y se pregunta ¿Existe la garantía del Otro del Otro? La respuesta es que no. Esto nos lleva a asumir el punto de partida del goce a un “Uno solo”. Separado del Otro. Lo que se pone aquí en evidencia es que todo goce, es fundamentalmente goce Uno, es decir sin el Otro. Es el reino de Un-goce.

El goce se vive en el cuerpo, no podía ser de otra manera. Cuerpos de manifestantes, cuerpos de políticos, cuerpos policiales, todos agitados…

Si trasladamos este paradigma a la política actual podríamos considerar que La Justicia y La Judicatura están encuadradas en la figura del Otro. Otro en el que se apoya la arquitectura del Estado de derecho, que a su vez hereda ciertos componentes del régimen anterior. No es una cosa nueva, al parecer todas las transiciones heredan vestigios de las estructuras previas. Podemos recordar que cuando se disolvió el Tribunal de Orden Público Franquista en 1977, de sus 16 miembros, 10 pasaron a la Audiencia Nacional y los otros 6 al Tribunal Supremo.[2] En este marco hay una línea que se considera infranqueable, se trata de la línea que supone el término “Unidad”. En este caso la Unidad de España. Un significante S1 primordial.

¿Pero qué es lo que mantiene esta Unidad de las diferentes regiones de un Estado, regiones con su idiosincrasia y sus peculiaridades? Al parecer se trata de los estatutos de autonomía. Se trata de una condición previa con la que se acepta la primera constitución después de la dictadura. Aunque incumplidos en su totalidad, como un hilo invisible durante décadas han mantenido la unión del estado a modo de sinthome. Un 4º nudo que mantiene juntos a los demás. Un acuerdo, un arreglo que permitía la transición de una dictadura a una joven democracia.

¿Pero qué sucede si uno corta este hilo que mantiene juntos a los otros registros? Sucede un desencadenamiento. Es como talar la rama donde uno se estaba apoyando. Así ha sido, progresivamente, y en Cataluña en particular, se ha cortado este hilo, se capó el Estatut, allá por el 2007. Cosa poco recomendable, negación de derechos históricos y raseo, amén de una supuesta igualdad. De esta manera el desencadenamiento estaba servido. No de una manera instantánea, pero sí larvada.

Finalmente se consumó el referéndum que apunta al derecho de autodeterminación, descrito en los pactos internacionales de derechos humanos y recogidos a su vez en el artículo 10.2 de la propia Constitución Española.[3]

Con estos mimbres se llega al fallo judicial que durante dos años ha apoyado la condena por rebelión, para finalizar con la de sedición, por movilizar a la ciudadanía en un alzamiento público y tumultuario. Las penas son las que son y el presidente del gobierno ya ha declarado que se cumplirán de manera íntegra.

Si tiramos de hemeroteca tenemos muchos actos, intentos de golpe de estado, guerra sucia, que han sido no solo fallados de manera muchísimo más liviana, sino que además han sido amnistiados, condecorados e incluso ascendidos en sus cargos. Claro, nos encontramos con los defensores de la Unidad, es la otra cara de la moneda.

¿Entonces de qué somos testigos de manera reiterada en el Estado Español en lo que a fallos judiciales de línea política se refiere? Somos testigos de una desproporción, una desproporción que construye una condena y después los justifica a posteriori. Es decir, se trata de sentencias construidas al revés, primero se decide la condena, ejemplar, y después la justificación de la misma. Si la rebelión no se sostiene, probemos con el de sedición, siempre con el retrovisor mirando a Estrasburgo no sea que nos den un tirón de orejas como ha sucedido en tantos casos.

Llegamos progresivamente al punto nuclear de la cuestión: el Otro, en este caso La Justicia, hace aguas. Está agujereado, como no podía ser de otra manera, y no vale con esperar una cierta garantía del Otro del Otro, en este caso Estrasburgo, el Tribunal de la Haya. Realmente no se mojan en este tipo de cuestiones, o pueden dar pinceladas que no van más allá de una leve reprimenda.

Así presenciamos la no garantía del Otro y nos introducimos en el Reino del “Un goce”. Un goce real, sin relación con el Otro, Un goce no enmarcado, desproporcionado, pero con la característica de un antiguo sabor. Un sabor que recuerda al régimen anterior, un trazo que castiga de manera brutal a la amenaza de disyunción del estado. Todo aquello que suponga un jaque a la Unidad, recibirá el máximo castigo, superior al castigo por violación y equiparándose al de homicidio.

Los chicos de Altsasu lo saben. Es el mismo modus operandi, primero se les ajusticia y se les encarcela en prisión preventiva por terrorismo, manejando cifras de cárcel de hasta 65 años. Para posteriormente, no pudiendo probar dicha teorización inicial, hacerles cumplir condenas que casi llegan a los 15 años. Primero se pide una pena muy alta y después se maquilla el resultado disminuyendo las condenas, pero siendo totalmente desproporcionadas, dejando atónitos a los enjuiciados y familiares. Todos mirando a Estrasburgo, a la espera de una garantía que no llega. Tenemos otros fallos judiciales para contrarrestar estas sentencias donde Guardias Civiles han sido apaleados y amenazados en otras regiones de España, saldadas con sanciones irrisorias o multas leves.[4]

Se trata del goce Uno desamarrado, que funciona como un automatón. Goce Uno que proviene desde la instancia que debería enmarcarlo, que en teoría debería producir un vallado del mismo. Es decir, de la justicia. Cuando vemos cuerpos gozando, peleándose, golpeándose, se confía en un Otro que vaya a poner una interdicción en la refriega. Pero nos encontramos con una entidad con un poso desproporcionado, vemos cómo las cargas policiales dan rienda suelta al propio goce más desenfrenado. Desenfreno que se ceba sobre todo hacia la parte que toque ese significante S1 primordial de Unidad.

Entiendo que la amenaza de perder la Unidad, pueda suponer una cierta sensación de fragmentación. Sensación de fragmentación que nos hace recordar el estadio del espejo de Lacan[5]. En este caso podría tratarse de una regresión tópica a la fragmentación corporal, territorial podríamos decir. En la medida que el acuerdo de consenso, el acuerdo estatutario no se ha cumplido, no existe el 4º nudo que mantenga junta la estructura. Justo en ese momento surge la violencia, la violencia del Estado y la violencia policial. Se trata de mantener junta la estructura. Mantener junta la fragmentación, pero la violencia no es un sinthome, no es un 4º nudo que mantenga junta la estructura. Produce más división.

Así se consuma la espiral de buscar más Unidad que a su vez genera más separación. La fragmentación real sucede del no diálogo, del no lugar a la palabra, del corte de los hilos que suponían un consenso.

 

*Médico de Atención Primaria. Psicoanalista. Participante de la Sede de Bilbao de la ELP.

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

 

[1] J. A. Miller “ Les paradigmes de la Jouissance”. La Cause freudienne. Revue de phychanalyse. Traducción al español de Margarita Álvarez en la revista Freudiana nº 29. (Paidós)

[2] Manuel Gallego López (2016). UNED, ed. «La creación de la Audiencia Nacional desde el Tribunal de Orden Público»

[3] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1977-10733

[4] https://www.publico.es/sociedad/libertad-provisional-detenidos-agredir-nueve-guardias-civiles-algeciras.html

[5] Lacan, Jacques: «El estadio del espejo como formador del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia analítica» en Escritos I. Siglo XXI. México, 1994.

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