Lo real sin ley y los jóvenes

Marcela Ana Negro*

Quisiera proponerles una pequeña hipótesis que me surgió a partir de la lectura del siguiente párrafo de M.-H. Brousse: “Esta forclusión del nombre [del padre] pone en primer plano lo real y hace pasar de la pareja paterna, arquetipo de la dimensión simbólica, al nudo de tres, del orden de lo real”[i].

Pienso que si el candidato de ultraderecha que parece tener chances de ganar en Argentina tiene tanto efecto y provoca tanto interés (y votos) en jóvenes y adolescentes es porque él pone en palabras la condición subjetiva en la que ellos viven. Les ofrece palabras para expresar el estado emocional y psíquico en el que están inmersos. Muchos –lo vemos en el consultorio‒ han estructurado su subjetividad bajo la égida de un real sin ley que no puede alcanzar a ser tratado por lo simbólico porque este último no tiene la autoridad y la potencia que antes tenía para hacerlo.

Este candidato, lejos de abrir alguna alternativa, les propone llevar a cabo, en la realidad, ese estado subjetivo en ellos. Nombra ese desorden, esa devastación psíquica, la fragmentación, la fragilidad y desprotección, consecuencias del mundo de Unos solos sin conexión en el que prevalece el empuje al goce que da libertad para todo y donde lo que queda en la sociedad como resabio de la anterior autoridad del Nombre del Padre es rechazado por intentar explicar un mundo que no es aquel que ellos subjetivamente experimentan. Son sujetos expuestos a un deseo del Otro en lo real: anónimo, árido, yermo, que no los aloja que no los reconoce, sino que los expulsa como desecho, hacia el lado de la pulsión de muerte.

Como decía, este candidato se ofrece a nombrar la condición subjetiva en que estos jóvenes se encuentran y promueve hacer de ello el vector que opere sobre la realidad.

La otra candidata de la derecha propone responder a ese real desbocado con un orden de hierro y con promesas de exterminio y desaparición. De ambas ofertas, no parece ser esta solución la que prime como voluntad de los votantes jóvenes. De hecho, según una encuesta, a ella la votan los mayores de 60, mientras que, a él, los menores de 25.

Creo que esto nos enseña mucho a nosotros, los psicoanalistas. También nos convoca al decir: nosotros no estamos del lado de la pulsión de muerte. Y un analista no debería detenerse ante el horror al acto.

En nuestra tarea diaria intentamos poner palabras, bordear agujeros que logran apaciguar los sufrimientos actuales. ¿Puede algo de eso ser llevado como orientación a la política? El psicoanálisis tiene algo que ofrecer a la política para intentar evitar el empuje a la pulsión de destrucción de lo real descarnado que prevalece hoy en día, ¿cómo podría hacerlo?

En principio, la urgencia y la gravedad de la situación, nos convoca, no solo a señalar el peligro en el que estamos los argentinos, sino a apoyar al candidato que protege la vida vivible. Porque estamos ante una elección forzada:  una vida vivible o un estallido social con riesgo de muerte para muchos (perseguir y exterminar o serruchar y destruir no son salida de nada).  Además, sabemos que la situación actual es producto de la intervención de poderes con una voracidad sin medida, insaciable, capaces de cualquier destrucción simbólica por el solo afán de obtener más poder. De hecho, son ellos los que en lo social han provocado el debilitamiento de lo simbólico para tratar lo real. Los psicoanalistas no debemos perder de vista que eso también es un real desbocado que deja a la sociedad en carne viva.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 


[i] Brousse, M.-H., “La familia en la época de los Unos solos”, Modos de gozar en femenino, Buenos Aires, Grama, 20

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