¿Puede el Psicoanalista ser un activista?

Oscar Strada*

En 1985 el psicoanalista berlinés Eberhard Richter recibió el premio Nobel de la Paz en nombre de la organización que él mismo había cofundado en 1982, la “Asociación Internacional de Médicos contra la Guerra Nuclear”.

Eberhard Richter había estudiado filosofía y medicina en Berlín. Se doctoró en 1949 en Filosofía con una tesis sobre “La dimensión filosófica del Dolor” y se doctoró en medicina en 1957.

Se especializó en neurología y psiquiatría y desde 1959 a 1962 dirigió el Instituto Psicoanalítico de Berlín, el mismo que fundara Max Eitingon y Karl Abraham, en 1920 y por el que pasaron Franz Alexander, Karen Horney, Wilhem Reich, Erich Froom, Sigfried Bernfeld, y el vasco español Ángel Garma, posterior cofundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina, entre otros.

El Instituto Psicoanalítico de Berlín fue la segunda policlínica que se fundó en el mundo detrás de la de Budapest, creada un año antes siguiendo las directrices de Freud, quien en 1918 en el Congreso de Budapest postuló la necesidad de crear centros de atención psicoanalítica para los más necesitados, es decir atención gratuita o de acuerdo a las posibilidades de los pacientes. Al mismo tiempo se convirtió en un centro internacional de formación y difusión del psicoanálisis.

Entre 1964 y 1968 Richter presidió la Asociación Psicoanalítica Alemana y en 1971 fue asesor del colectivo de pacientes socialistas fundado por Wolfgang Huber (el SPK), que fue un colectivo izquierdista de pacientes psiquiátricos de la Universidad de Heidelberg, que colocaba al capitalismo en el lugar de la causa de las enfermedades mentales.

A partir de los años 80 Richter compatibilizó su práctica psicoanalítica con el activismo por la Paz y se convirtió en un baluarte del pacifismo y del movimiento antinuclear. En 1981 publicó un texto fundamental “Alle reden von Frieden” (Todos hablan de Paz) y siendo profesor emérito de la Universidad de Frankfurt, dirigió el Instituto Sigmund Freud de Frankfurt, (Instituto Psicoanalítico de Frankfurt) desde 1992 hasta 2002.

En el 87 creó la Fundación Internacional para la supervivencia y el desarrollo de la humanidad, organización que supervisaba Mikhail Gorbachov y durante diez años, del 91 al 2001, coordinó un simposio Este-Oeste sobre la necesidad de la Autoreflexión Política con participación de líderes políticos, intelectuales, científicos y teólogos de los estados federales. Participó activamente en distintos foros contra la guerra de Irak y redactó la llamada “Declaración de Frankfurt”, cuyo objetivo promovía el rechazo activo de cualquier acción adicional en el ámbito de la medicina de guerra.

Continuó militando por la Paz, dando conferencias y participando en diversos foros hasta su muerte el 19 de diciembre de 2011.

A pesar del paradigma de la trayectoria de Richter, que evidentemente supo estar siempre a la altura de la subjetividad de la época, no parece, actualmente, tener muchos seguidores.

En enero de 2023, tuvo lugar en Berlín la XXVII Internationale Konferenz Rosa Luxemburg, que estuvo centrada en cómo parar y prevenir la amenaza de la tercera guerra mundial. Participaron más de tres mil personas y entre los ponentes estuvieron Anna Morelli (Bélgica), Jack Rasmus y Abu-Jamal (USA), Nikolai Platoschkin (Rusia), Wen Tiejun (China), Rosa Elizalde y Aleida Guevara (médica hija del Che) de Cuba y diversos representantes del campo de la cultura y de la ciencia de diversas partes del mundo, pero desgraciadamente no pude registrar la participación de ningún psicoanalista, “from nowhere”.

El tema de esta conferencia era evidentemente la realidad o no, de la guerra nuclear, tema que se resiste, como el complementario y antagonista, de la paz, al análisis sostenido del lado de los analistas.

Cuando pensamos en la Guerra, estamos habituados a considerar el malestar en la cultura bajo los efectos de la pulsión de muerte y en la irrupción del plus de goce que representa ese mismo malestar. Por lo contrario, cuando pensamos en la Paz, nos parece muy difícil imaginar una cultura sin malestar.

Pienso que la mayor dificultad radica precisamente en el carácter prevalente y dominante del registro imaginario en el discurso bélico. Efectivamente la guerra nuclear se nos presenta como un efecto del significante y como un acontecimiento que no cesa de no inscribirse, como un real sin ley. Solo tenemos el registro imaginario, el Hongo, Hiroshima, Nagasaki, Chernobil, como escenarios de lo imposible que solo se pueden sostener en lo imaginario y bajo los efectos de la Denegación.

No hay humanización posible de la guerra, puede haber denegación o forclusión, no hay forma posible de simbolizar aquello de lo que somos agentes, testigos o cómplices. La guerra simboliza el punto muerto del lazo social, el fracaso aristotélico del bien común, el corte de la ética y la moral, la enunciación pura.

La frase de Marx,” No saben, pero lo hacen”, que pronuncia para poner de manifiesto que los sujetos no saben que las relaciones entre los objetos, el dinero y las mercancías ocultan las verdaderas condiciones de la interrelación social, puede ser utilizada aquí para interrogarnos sobre si sabemos o no sabemos lo que hacemos o dejamos de hacer desde el psicoanálisis en relación con la política.

Que lectura podemos hacer de la ausencia de los psicoanalistas en los foros sociales y en particular en el no activismo. Podemos decir que la ausencia de los psicoanalistas los sitúa en la impotencia y por eso siempre que se plantea la posible articulación entre el psicoanálisis y la política surge la pregunta sobre que podrían hacer los psicoanalistas en ese ámbito. Esa pregunta esconde y vela el anhelo de la potencia, el anhelo de la significación del todo.

Entonces, para responder a nuestra pregunta inicial, la estrategia conveniente es poder pasar de la impotencia a la imposibilidad, evitando el cinismo de caer en la totalización o la significación imaginaria y las posiciones del “alma bella”.

Frente a la posición del ¿qué hacer? O del “nada que hacer”, claro que hay mucho por hacer, por eso hay que afirmarse en la posibilidad del no todo, de lo inacabado y dar paso a la apertura de la posibilidad de la política, es decir de la vinculación subjetiva a una causa y esto es la politización.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

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