Una cuestión de civilización

Marta Maside Docampo*

Me gustaría compartir una reflexión sobre algo que me parece preocupante, y es que el aumento de la demanda de cambio de sexo de mujer a hombre se haya multiplicado de modo exponencial en la última década[1]. La transexualidad es una condición antigua y conocida, pero creo que esta inversión en la tendencia merece ser leída con atención.

Hace días, Najat El Hachmi[2] en la cadena SER hacía una reflexión al respecto. Ella relacionaba este rechazo de la feminidad con las agresiones sexuales y los feminicidios. Desde el psicoanálisis de orientación lacaniana, la sexualidad es abordada a partir de la enseñanza que se extrae de la práctica clínica. Y a partir de ésta, podemos decir que el rechazo de lo femenino en el ser hablante es algo estructural.

Lacan, a partir de su teoría de los discursos, supo anticipar la expansión del racismo[3] y el fundamentalismo religioso, como una de las consecuencias del declive del Nombre del Padre, y de la mutación que supuso el discurso de la ciencia junto con el pseudodiscurso capitalista. Y lo anticipó poco antes de proponer las fórmulas de la sexuación, proceso subjetivo por el cual cada quien asume una posición sexuada, coincida o no con su cuerpo biológico. El auge del odio que parece tomar nuestra civilización bien podría correlacionarse con el repliegue de lo femenino.

Freud acuñó el término pulsión para diferenciarlo de la palabra instinto: si los animales poseen una dotación biológica que les dicta cómo reproducirse, los seres humanos lidiamos con la interferencia del lenguaje en nuestro cuerpo que parasita el goce sexual y lo vuelve contingente. Por eso no existe definición de lo que es un hombre o una mujer, más que caso por caso: la respuesta que cada uno de nosotros nos damos, ante lo real de la no-relación sexual, y cómo lo ponemos en juego con nuestros partenaires.

Fue la escucha de estas soluciones particulares lo que llevó a Lacan a hablar de sexuación. Hablar de “posiciones sexuadas”, y no de sexo o de género, me parece que ayuda a esclarecer lo que está en juego en el debate actual. Lacan se refirió a la posición masculina como aquella que rige su goce sexual por la potencia, es decir vinculada al tener; y a la posición femenina, como aquella que goza de otra manera, un poco por fuera del lenguaje, más vinculada a la falta.

La modalidad llamada masculina se da en todos los seres hablantes, en mayor o menor grado, pues es el régimen de goce que el mismo lenguaje instaura. Pero la femenina no, por eso Lacan la llamó “suplementaria”: ni acontece siempre, ni le ocurre a todo el mundo. El goce femenino tiene la característica de trascender al sujeto mismo, porque al contrario que en la potencia, gira entorno a la falta, que es la que puede suscitar el amor. Por eso tantas mujeres tienen dificultades para abandonar a sus agresores, porque a pesar de que es imposible obtener de ellos un signo de amor, ellas siguen esperándolo hasta poner en riesgo su propia vida. Lacan lo señaló también, “no hay límite en las concesiones que una mujer puede hacer por amor, de su cuerpo, o de sus bienes”[4]. Pero no se refería a las mujeres, biológicas o no biológicas, sino a una posición de goce: la femenina.

Desde la perspectiva “auto” contemporánea, esa posición puede entenderse a veces como vulnerable; sin embargo, permite virar del miedo a la valentía sin límites[5] ―cuando se toca aquello que más ama. Y eso es, precisamente, por estar ubicada en la falta: el valor no está puesto en la posesión de un objeto. Todo un desafío a la lógica capitalista.

Pero la posición sexual no es algo que se pueda elegir de manera consciente, como propone la fantasía de la autodeterminación, sino que es algo que nos sucede, nos la encontramos a lo largo de nuestra vida, la deducimos de las relaciones que mantenemos. El rechazo hacia lo femenino en el ser hablante es estructural, porque es una defensa, contra la contingencia, contra el sinsentido.

La angustia respecto al cuerpo, especialmente en la adolescencia, es parte del tiempo lógico de la asunción de la sexualidad; es una angustia inevitable, cuando se ven abocados a despedirse del cuerpo infantil y reconocerse en el que los hace gozar ahora, reeditando las experiencias de goce tempranas, y poniéndolas en juego en tiempo real. Parte de esta angustia tiene que ver con hacerse responsable del modo de goce propio.

Entonces, me parece urgente preguntarse y, sobre todo, dejar que las jóvenes que lo necesiten puedan preguntarse sobre su angustia y cómo hacerle frente. Cada caso necesitará hacer un recorrido propio para alcanzar sus conclusiones, y eso lleva un tiempo. Lo queramos o no, la intervención precoz en el cuerpo de las niñas, de manera masiva, manda un mensaje del lado del discurso social: efectivamente, ser mujer es un horror. Y se convierte en un modo de transmitir una renuncia, un desistimiento. Y sabemos, también gracias a Lacan, que renunciar al propio deseo en la vida es una de las causas fundamentales de la depresión, ―que, por cierto, es otra de las pandemias contemporáneas.

Si la ciencia hace posibles avances que mejoran nuestra vida y nuestra salud, creo que estas intervenciones masivas en el cuerpo de niños y adolescentes supone un acto de consecuencias catastróficas, no solo para ellos, sino para toda la sociedad ―entre otras cosas, porque los incapacitamos para afrontar los dilemas de la vida, en vez de acompañarlos a encontrar una solución.

Cuando Lacan formula su teoría de los discursos ―los distintos usos del lenguaje que producen distintos tipos de vínculo entre los seres hablantes― advierte de que el discurso capitalista, por su estructura, elimina todo lo que tiene que ver con el amor. Por eso lo llama pseudodiscurso, porque en vez de hacer lazo lo destruye, manteniendo a los sujetos vinculados con su propio goce solipsista, sin necesidad de pasar por la relación con el otro.

Cuando lo conseguimos todo, cuando no nos falta nada, aniquilamos el espacio genuinamente humano, que es el del deseo, que permite la invención. No es casual que hoy escuchemos a sujetos con crisis de angustia, a pesar de que, como ellos mismos dicen, no les falta de nada. Mal que le pese al algoritmo comercial, hay un elemento humano que es radicalmente impredecible, y es la decisión de cómo afrontar lo que nos pasa. Es lo que el psicoanálisis llama síntoma. Y es una vía de esperanza.

Ceder ante el horror a lo femenino elimina también una posibilidad, como especie, de hacer vínculo. Un vínculo diferente, basado en el amor ―no el amor romántico e idealizado, sino el amor real― el que implica tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos, para evitar la destrucción del lazo con el otro. Y eso no puede hacerse sin el respeto por la diferencia: un amor que permite renunciar un poco al goce de cada uno a lo suyo que, llevado al extremo, conduce a la destrucción ―como demuestra por ejemplo la cuestión del cambio climático o el hecho de que muchos hombres que matan a sus mujeres después se entreguen o se suiciden, precisamente, porque en su furia sorda han acabado con la persona que daba sentido a sus vidas[6].

La propia lógica de la posición femenina permite tornar su fragilidad en fortaleza. Mejor no renunciar a darle su lugar.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.


[1] Informe del Servei Transit de Catalunya 2021-2020. Las atenciones del servicio catalán para personas trans se disparan entre los jóvenes: “¿Quién mejor que tú sabe quién eres?” | Cataluña | EL PAÍS (elpais.com)

      NHS to hold review into gender identity services for children and young people | Transgender | The Guardian

      En Catalunya crece un 5700% los casos de niñas preadolescentes y adolescentes con disforia de género entre 2015 y 2021 | Crónica Libre (cronicalibre.com)

      Detransitioners should sue the NHS | Sam Ashworth-Hayes | The Critic Magazine

[2] Niñas que no quieren ser mujeres | Opinión | Cadena SER

[3] Lacan Jacques. Seminario 19 “…o peor”. Paidós. Bs As. 2012, p. 231.

[4] Lacan Jacques. “Televisión”, Otros escritos. Paidós. Bs As, 2014, p. 566.

[5] Miller Jacques-Alain. “Mujer coraje” Asociación Mundial de Psicoanálisis (wapol.org)

[6] Fernández Blanco Manuel. Feminicidio – Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (elp.org.es)

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