Rosa López*
Un prisionero exhausto y sediento, tras el largo viaje en tren que le condujo al campo de exterminio de Auschwitz, trata de arrancar un carámbano de hielo que tenía al alcance de la mano y un guardián se lo arrebata brutalmente,
“Warum?” (“¿Por qué?”), pregunta el prisionero.
“Hier ist kein warum” (“Aquí no hay ningún porqué”) responde el guardián.
El prisionero sediento se llama Primo Levi, y en su libro “Si esto es un hombre” nos transmite una verdad primera: el punto de partida de un proyecto que busca la aniquilación del sujeto consiste en abolir las preguntas. Mas allá de los daños infligidos al cuerpo, la erradicación de los porqués inicia la vía de la destrucción subjetiva. Privado de la posibilidad de preguntar, el ser hablante se deshumaniza. Se trata, nos dice Primo Levi, de “la decisión ajena de anularnos primero como hombres, para después matarnos lentamente”. No hay nada más demoledor que un espacio sin porqués. Ya sea campo de exterminio, escuela o familia, acabará convirtiéndose en lo que César Vallejo llamó “tierra indolente donde cavar un adiós”.
Creo que asistimos a un momento de la civilización en el que los dispositivos científicos, técnicos, políticos y culturales en general, van en contra de las grandes preguntas y ofrecen infinidad de medios para taponarlas. El capitalismo, para ejercer su influencia, solo tiene que imponer determinadas palabras bien elegidas. El gran éxito neoliberal consiste en despolitizar la vida pública y dirigir el deseo y el goce hacia el mundo del consumo. Así, el ciudadano deviene consumidor y la política y la economía asunto de élites que saben de lo que hablan. El sujeto, por su parte, queda fuera de las decisiones políticas y en un estado de minoría de edad pues se le exime de la responsabilidad de tomar la palabra frente a los significantes que le vienen del Otro. Ahora bien, esta falta de responsabilidad del sujeto actual se complementa con un exceso de culpabilidad pues se le acusa de tener una deuda infinita que, en rigor, no le corresponde y que es imposible de pagar. Mientras tanto, el superyó campa a sus anchas con sus nuevos imperativos que nos exigen una nueva modalidad de imposible: obtener el máximo rendimiento con el máximo disfrute. Estas son las reglas del juego en una sociedad que mide la historia de cada uno mediante curriculums diseñados como una carrera sin fin.
El decir de los psicoanalistas va a contrapelo de la alienación del sujeto a las identificaciones que se le ofrecen a través de las palabras clave y de la exacerbación de las imágenes. También a contrapelo de que la única pareja que nos propone el capitalismo es la del individuo (que no sujeto) con el objeto de consumo, “dejando de lado el amor”, como afirma Lacan.
El psicoanálisis, desde su humilde posición, nace para ocuparse precisamente del sujeto que la ciencia, la técnica y el discurso capitalista intentan abolir. Intento fallido, por el momento, porque la subjetividad retorna a través del sufrimiento de los síntomas que el sujeto vive sin saber por qué. Solo es necesario que tenga el coraje de formularse una buena pregunta y sepa dirigirla al lugar adecuado.
“Aquí se entra mediante los porqués” debería escribirse en la antesala de la consulta del psicoanalista.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).
Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Escualo. Escultura de Primo Levi)