La presencia de los analistas en la democracia

Romildo do Rêgo Barros*

Apertura

Quiero inicialmente dar la bienvenida a todos los participantes de nuestra conversación. Quisiera también agradecer a Henri Kaufmanner, actual presidente de la EBP, quien con prontitud aceptó la invitación de la Junta General para coordinar esta conversación, que, en mi opinión marca una escansión importante en la historia de la Escuela.

Tengo la impresión, ojalá no sea solo una impresión, que esta conversación inaugura algo, una cierta comprensión y una cierta práctica de la política, que, con el tiempo, llevaremos más lejos.

Nuestra conversación tiene un título que parece claro, al menos parece claro: <<La presencia de los analistas en la democracia>>. Lo primero que pensamos al leer el título tiene que ver con la libertad de palabra o de expresión, que sería el punto de encuentro entre el psicoanálisis y la democracia. Tal vez no sea exactamente la misma libertad ni la misma palabra que reivindican el psicoanálisis y la democracia, pero ambos exigen algún tipo de permiso como condición de funcionamiento.

Sin la libertad de la palabra no hay democracia, ni psicoanálisis. No obstante, es necesario considerar las diferencias entre ambos: en la democracia, la libertad es ante todo la libertad de decir lo que se piensa, mientras que en el psicoanálisis es casi lo contrario. Desde la invención del inconsciente por Freud, se trata de la libertad de decir lo que no se piensa, y de poner a trabajar lo que Jacques-Alain Miller una vez llamó <<el desecho de lo mental>>, que la presencia del analista transforma en un nuevo discurso, es decir, en un lazo social que antes no existía.[1]

El análisis pretende conducir un sujeto a la diferencia (<<diferencia absoluta>>, decía Lacan en el último párrafo del Seminario 11)[2], mientras que la democracia presupone alguna forma de igualdad. La solución a la paradoja apunta a acercar a los dos y pensar en una diferencia democrática, es decir, una diferencia en la igualdad o una igualdad en la diferencia. Una frase de Éric Laurent ilustra bien esta duplicidad. Él se refería al <<analista-ciudadano>>, expresión creada por él a mediados de los noventa:

<<…el analista, más que un lugar vacío, es lo que ayuda a la civilización a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales.>>

Por ahora, podemos decir que la democracia no es un ideal psicoanalítico, sino una condición para que exista el psicoanálisis. Esto justifica la participación de los analistas, de sus discursos y de sus escritos, en las luchas en defensa de la democracia.

Esto no coincide del todo con ninguna posición política en particular: Por cierto, hay analistas políticamente conservadores, liberales y progresistas. No obstante, el discurso deberá ser siempre incompatible con el fascismo, que, como totalitarismo (que, precisamente, anula las diferencias entre conservadores, liberales y progresistas) está fuera del abanico de posiciones y opiniones políticas. En ese sentido entiendo la dura expresión utilizada en 1946 por Lacan para calificar a los nazis: <<enemigos del género humano>>, que son aquellos que no constituyen una facción, sino que, por el contrario, apuntan a un nuevo universal humano que pasaría por la destrucción de los oponentes, considerados como enemigos. Esta es la verdadera utopía fascista.

La violencia fascista, por lo tanto, no es una simple falta de educación política o cortesía hacia los pobres, las mujeres o las minorías, lo que la mera truculencia de un personaje explicaría; antes bien constituye en sí misma la esencia del programa fascista. En ese sentido, es una violencia que nunca terminará, mientras los fascistas tengan la posibilidad de ejercerla. Los psicoanalistas integran el contingente de los que deben impedirlo, en la medida de sus posibilidades.

Nuestra conversación de esta mañana ilustra bien esta paradoja y este desafío: la inspiración no procede de la necesidad teórica de comprender mejor qué es la democracia y cuál es su relación con el psicoanálisis – lo que ciertamente se impone y bien podría ser parte del programa de la EBP -; sino más bien obedece a cierta urgencia, lo impulsa el riesgo de fascistización de nuestro país, que comienza con la promoción de algunos significantes segregativos, como <<los verdaderos brasileños>>, <<la buena gente>>, <<un país básicamente cristiano>>, etc. Esto ya es una deformación del lenguaje como instrumento de violencia, como lo ejemplifica Iordan Gurgel en su podcast, citando a Amós Oz.

*Psicoanalista, miembro de la AMP (EBP)

Traducción: Aline Oliveira

Intervención realizada en la apertura de la conversación organizada por la EBP sobre “La presencia de los analistas en la democracia” el 17 de septiembre 2022.

[1] Miller, J.A. “Le salut par les déchets”. In: Mental: Clinique et pragmatique de la désinsertion en psychanalyse, n.24. Clamecy, avril 2010. Correio da Escola número 67.

[2] Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ediciones Paidós, 1987, p. 292.

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