Vicente Palomera*
En 2017, hace pues cinco años, recordaba, en una nota titulada «Keine Rose ohne Dornen ! », este dicho de Arthur Schopenhauer que había sido twitteado por Jean-Marie Le Pen, tras el anuncio del nuevo logo de la rosa azul para el Frente Nacional. El Huffington Post quiso saber el sentido que había que dar a este mensaje escrito en alemán a lo que Jean Marie Le Pen respondió: «C’est Adolf Hitler qui me l’a soufflé!» («Es Hitler quien me lo susurró»).
Entonces, la rosa azul hacía claramente referencia a la rosa roja, el emblema histórico del Partido socialista desde 1971…y a Marine Le Pen se la veía muy contenta con su hallazgo. Después de las recientes elecciones en Francia pasadas. Hoy, en 2022, la Rosa roja del Partido Socialista se pierde con un 1’7% de los votos.
Marine Le Pen aprendió de su padre que las palabras son fundamentalesen política. Se ha visto que su gran éxito fue haber lanzado una suerte de OPA semántica a los conceptos clave que estructuran en Francia el sentido común republicano y poner a sus competidores políticos a la defensiva.
“Las palabras cuentan”, le dijo Marine a su padre, “pero para robárselas al adversario”. Lo son cuando de lo que se trata es de provocar y ganar presencia mediática; pero también lo son cuando se pretende ganar el corazón de los conceptos que estructuran el consenso republicano francés. El asunto para la extrema derecha francesa ya no es cómo configurar una fuerza alternativa de rechazo a los consensos dominantes que oponga la nación a la república, la religión al laicismo, el individuo a la sociedad civil y la comunidad al multiculturalismo, sino cómo lograr poner esos consensos dominantes a su favor.
Al escuchar las intervenciones de Marine Le Pen en los medios de comunicación, la hemos visto de nuevo presentarse como la principal defensora de la igualdad entre hombres y mujeres, de los obreros, de los servicios públicos y los derechos sociales, del papel del Estado en la sociedad, del laicismo, de la soberanía nacional, de la herencia ilustrada, del medio ambiente e incluso de la protección de los animales.
Su estrategia era simple: si tus adversarios te golpean con armas que te hacen daño, mejor que esforzarse en preparar un buen escudo es despojarles de esas armas, hay que robárselas para golpearles tú con ellas.
Tras las últimas elecciones se ha visto que uno de los pasos más astutos dados por MLP ha sido proponerse como la mejor solución para reinstaurar el orden republicano. Lejos de ser el agente que trae la discordia y el enfrentamiento, la formación lepenista se proyecta hoy como el partido que viene a apaciguar un clima convulso. Por eso las palabras clave que estructuran su discurso actual son: orden y Estado. En otras palabras, el frente creado por MLP se quiere como una síntesis entre derecha e izquierda, entre la tradición ilustrada y reaccionaria, entre el nacionalismo y el republicanismo. Sus incursiones por los campos simbólicos de la derecha y de la izquierda son frecuentes. Un día elogian la figura del general De Gaulle (antigua bestia negra de la extrema derecha, que incluso planificó asesinarle) y otro día reivindican a Jean Jaurès o al Frente Popular francés como símbolo de progreso social.
Tal plasticidad discursiva debe ser entendido como una estrategia para patrimonializar los símbolos del país (a derecha e izquierda) proyectándose como una superación de las antiguas divisiones ideológicas. Desde ahí debe entenderse la elección de su lema de campaña y abandonando el logotipo que lo acompañaba (una rosa azul).
Preguntada, en 2017, por la ausencia en la cartelería de toda referencia a las siglas del Frente Nacional y la sustitución del logotipo tradicional del partido (una llama con los colores de la bandera francesa) por un rosa azul, Marine Le Pen explicaba así su decisión de campaña: “He escogido la rosa como símbolo de campaña porque es un símbolo de feminidad y para recordar que yo seré la única mujer que se presente a las elecciones de abril. He elegido la rosa porque durante mucho tiempo ha representado la esperanza de miles de trabajadores y trabajadoras francesas en un futuro mejor. Una rosa azul simboliza al mismo tiempo la esperanza de la izquierda [referencia a la rosa] y los deseos de la derecha [referencia al color azul], porque mi propósito es unir a todos los franceses y francesas en un proyecto común de futuro”. En 2022 ya dejó caer la rosa porque: “Nuestro proyecto político representa la superación de las antiguas demarcaciones políticas de izquierda y derecha (que ya no significan nada). Más allá de la antigua izquierda y la antigua derecha está la unión del pueblo contra los privilegiados”.
Ya estamos pues ante una nueva identidad política que, más allá de la izquierda y la derecha, habla “en el nombre del pueblo” tratando de condensar las aspiraciones al orden, la protección y la soberanía nacional. Una versión refinada de autoritarismo que se nutre de la patrimonialización y simultánea transformación de los valores republicanos.
No es demasiado tarde para desenmascarar el continuo transformismo léxico y semántico que se despliega en la neo-lengua de uno de los partidos de ultraderecha europeos. Estamos aún a tiempo de construir una Europa justa, igualitaria, fraterna, construir, como quería Jorge Semprún, un nuevo programa político para esta Europa del siglo XXI, programa del que ahora carecemos. De lo contrario volverán los bárbaros, las camisas pardas y una nueva tiranía de la que habla tanto la Marsellesa.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
La cuestión para la izquierda es que el culturalismo sí es un problema y piden que se soporte como un ideal de obligado cumplimiento poniéndole en bandeja a la derecha la neolengua para la neosituación, en la que la izquierda se ve implicada en contradicciones mayores y no es capaz ni de despojarse de su antisionismo antisemita, condición mínima para orientar una construcción como la que quería J Semprún o Imre Kertesz
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A mi me parece que se debe insistir, primero en que vivir bien significa tratar y elaborar el rascismo y la segregación. Ya no creo que se pueda hablar mucho de ser nacionalistas en un mundo que está globalizado. Y lo segundo, que para que construyamos un futuro más justo e igualitario la estridencias del actual orden capitalo-tecno-cientista, deben ser acotadas y reguladas de alguna manera concreta y urgente. Esto requiere un cambio de todos como sociedad y de cada uno como sujetos.
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