Clausewitz reactualizado

Gustavo Dessal*

“Cuando sobre la guerra despertaba la mañana,

él se vistió y salió y murió,

su pelo bostezó liberado, disperso por un golpe de viento,

cayó en el lugar que amaba sobre la piedra volada de la calle,

y sobre los granos fúnebres del suelo asesinado.” Dylan Thomas

En su carta a Freud “¿Porqué la guerra?” (1931), Albert Einstein declaró que en tanto hombre de ciencia se consideraba incapaz de alcanzar los misterios pulsionales por lo que la confrontación bélica es una constante que se mantiene a lo largo de la historia. Según sus allegados, Freud no mostró gran entusiasmo ante la pregunta, pero aceptó responder por compromiso y respeto hacia su interlocutor. El tema ya había sido profundamente tratado por él en 1915, en su ensayo “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte”, que como tantas conclusiones que brotaron de su pluma se convertirtieron en un saber de valor intemporal. Einstein expresa en su carta una ingenua confianza en que la guerra solo podría erradicarse a partir de una renuncia de todas las naciones a su soberanía y el sometimiento a una ley común, un “para todos” que se constituya en oposición a una “pequeña camarilla” que existe fuera de los límites de la ley.

¿Es posible detener esa fuerza sacrificial que empuja a las masas al odio y la destrucción al precio de su propia vida? Freud es radical en su respuesta: “Los conflictos entre los hombres se zanjan en principio mediante la violencia”. Y la violencia no se conforma con la denigración del semejante, sino que busca su aniquilación. Freud ve con toda claridad que el derecho está profundamente enraizado en el poder de Tánatos, que el sujeto individual debe ceder su potencia a la comunidad a la que pertenece, a fin de crear una cohesión que asegure la unidad.

Pero esa unidad es en verdad insostenible, puesto que las diferencias singulares introducen antes o después una dinámica de amos y esclavos. Es una de las razones por las que las guerras civiles son tal vez una de las experiencias más traumáticas que existen, y sus heridas no cierran jamás. Por ese motivo, el descrédito de Freud hacia la posibilidad de un poder objetivo basado en la fuerza de las ideas (como era la intención de la Liga de las Naciones) se muestra evidente en el texto de su carta a Einstein. Para Freud, toda acción humana implica una compleja interacción entre el poder unificador de Eros y la tendencia hacia la destrucción. Traza una perspectiva según la cual las relaciones entre los sujetos y sus semejantes se llevan a cabo sobre el fondo de una tensión imposible de erradicar. Lacan lo constató hasta el límite: la esencia del inconsciente es la no-relación.

Clausewitz aseguró que la guerra “no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”. Prosiguiendo esta reflexión, podríamos decir que esos otros medios son hoy las guerras cibernéticas, que ocupan un papel fundamental. Pero la guerra cibernética, cuyas daños pueden ser inconmensurables, no sustituyen la guerra hecha de carne y de sangre, de escombros y hierros retorcidos, de fuegos que llueven del cielo, la guerra que torna visible a nuestros ojos horrorizados lo que la imagen del cuerpo envuelve. La guerra digital es un desgraciado instrumento que añade más poder a la pulsión de destructividad, ese factor estático destacado por Freud, indialectizable, constante en el movimiento tumultuoso de la civilización. Estamos inmersos en la demoníaca paradoja de que las tecnologías son a la vez una posible solución para numerosos problemas, y también nuestro camino hacia el infierno.

Pocos días atrás circuló por internet un falso vídeo notablemente burdo, realizado por los servicios de desinformación rusos. En la imagen se ve al presidente de Ucrania que se dirige a su pueblo, instándolo a que deponga las armas. Resulta incomprensible que con la tecnología actual, capaz de crear avatares difícilmente distinguibles de los sujetos reales, los hackers que trabajan al servicio de la Federación de Rusia hayan hecho un trabajo tan pésimo que cualquier observador percibe al instante su falsedad. Al mismo tiempo, un ejército de jóvenes voluntarios ucranianos ha creado una brigada de contraataque, que logró entrar durante unos minutos en el canal estatal más importante de Rusia y emitir un comunicado, desviar la trayectoria de misiles, y neutralizar los ataques de drones cargados con granadas de racimo.

Pocos años antes, algunos expertos militares llegaron a creer que la guerra se reduciría a una contienda de superordenadores, lo que sin duda también puede crear una auténtica devastación. Para tomar tan solo un ejemplo, muy pocas ciudades en el mundo están protegidas contra la posibilidad de que las centrales de agua potable puedan ser envenenadas. El pasado mes de febrero se detectó un intento de elevar cien veces el nivel de hidróxido de sodio en el agua potable de una central en Florida. Casi de forma azarosa, un operador observó una anomalía en el sistema y consiguió neutralizar el ataque. Una muestra de la vulnerabilidad de la que somos objeto, cuando el discurso científico-técnico nos prometía un futuro venturoso.

La pandemia, el cambio climático, la guerra, son indisociables de acciones políticas que demuestran hasta qué punto la inercia de Tánatos obedece a un real del que somos enteramente responsables. Aquí, es el mito de la Naturaleza el que una vez más se descubre como una ficción que nos condena a lo peor.

Leo que Tik-Tok está animado por el algoritmo más perfecto para la guerra. Posiblemente no fuese esa la intención de sus creadores, pero la buena voluntad no basta. Su velocidad de expansión, el aumento megaplanetario de su influencia es en este momento una de las fuerzas tecnológicas más poderosas que existen. De ella pueden surgir grandes talentos, pero también la desinformación más inimaginable en tiempo real. Clausewitz no tuvo necesidad de conocer la existencia de Tik-Tok para afirmar sus ideas. Freud y Lacan tampoco.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Karl von Clausewitz en un cuadro de Karl Wilhelm Wach)

2 respuestas a “Clausewitz reactualizado

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