La psicosis es lo ordinario de los Egos

Marie Hélène Brousse*

En 1999, en la víspera del siglo XXI, se publicaron en el marco de la revista IRMA, los textos y debates de la Convención de Antibes, bajo el título “La psicosis ordinaria”[1]. Esta nominación clínica reenviaba a un seminario de trabajo organizado por Pierre-Gilles Gueguen y yo misma algunos años antes que había reunido en París a participantes del mundo anglosajón. En ese seminario, Jacques-Alain Miller había dado una conferencia sobre lo que había nombrado “las psicosis ordinarias”. Yo había contribuido allí abordando la psicosis ordinaria a partir de las fórmulas lógicas de la tabla de la sexuación desarrollando la tesis siguiente en la que, en la psicosis ordinaria sólo estaba en función el Para todo, la excepción paterna, existe uno que dice no a la función castración estaba ausente. En 2009 el concepto de psicosis ordinaria fue el objeto de nuevas elaboraciones[2]. Pierre Skriabine desarrollaba allí por primera vez una aproximación borromea.

Han pasado más de veinte años.

¿Cómo ha trazado su camino en las profundidades del discurso esta categoría clínica? Esta es la cuestión que deseo tratar hoy siguiendo tres ejes, epistémico, político y ético.

Un corte epistémico del siglo XXI

Las ciencias duras, no las que decimos ciencias humanas que despliegan las ideologías, tienen acceso a lo real por las matemáticas. Dicho de otro modo, escriben lo real con pequeñas letras. Desde la segunda guerra mundial y la invención por el matemático Alan Turing de su concepto de máquina universal, máquina capaz de realizar un cálculo utilizando un algoritmo condicional, el resultado se ha hecho visible, en todos los dominios del lazo social. Fue Von Neumann el que, aplicando la máquina universal de Turing, permitió a los ordenadores poner en marcha programas de naturaleza algorítmica. La programación acababa de nacer y con ella la ciencia informática. La información se cifra con el par 0/1.

Hagamos una vuelta atrás para poner a trabajar la historia con el saber.

En 1440 Gutenberg inventa la imprenta, es decir, caracteres móviles rentabilizados indefinidamente. La transmisión de la información entra en una nueva época en el siglo XV. Cien años más tarde Lutero utiliza libelos, hojas impresas que pueden difundirse fácilmente para sublevar a las masas. Traduce la biblia al alemán, lengua corriente y no erudita. Le sigue una oleada protestante por Europa. Le seguirán las guerras de religión y sus consecuencias humanas y económicas.

Está claro pues que toda modificación tecnocientífica que influye en la circulación de la información afecta al lazo social en su conjunto.

Actualmente estamos confrontados a una modificación de ese orden.

Esta firma el final de lo que George Perec pone en evidencia en su libro Pensar/Clasificar[3]. De ahí que los diagnósticos, que son clasificaciones operadas a partir de criterios clínicos, acaben obsoletos. Es el fin de la neurosis, psicosis y perversión. A cada ego su autodiagnóstico. Lacan había anticipado la cosa pasando la clínica a la topología borromea: pluralización de los modos de goce y lección de Joyce sobre el ego como síntoma.

La “cancel”, cultura de los egos

Esta transmisión de la información sin otro límite material que esas “lathouses” que son los teléfonos móviles y los ordenadores ha permitido una conexión con las redes sociales: twiter, Facebook, cadenas de TV privadas han permitidos una conexión directa con una circulación global. Subrayemos que lo global es el reverso de lo universal. Nuevas profesiones han aparecido: los influencer, consejeros diversos desafían a los expertos e investigadores diplomados. El saber ya no está ligado estrechamente con las instituciones que tradicionalmente tenían a su cargo su transmisión. Todas las opiniones valen. Ayer tarde en la terraza de un restaurante tres personas cenaban, que de hecho eran seis puesto que cada una alternaba el lazo con el móvil y la conversación con los dos amigos en la mesa y, suponiendo que esos tres aparatos móviles estén a su vez conectados con otros tres, puede iniciarse una extensión exponencial.

En paralelo con esa conexión permanente se ha visto desplegar una cultura organizada por la palabra “cancel” [i]. Hablando con una colega de lengua italiana, lengua donde existe la palabra “cancelare”, ésta me hablaba de este movimiento ya presente desde hace varios años bajo la forma del imperativo en ciertas psicoterapias. En ellas se aconseja anular, diríamos en francés, los elementos dolorosos de su propia historia. La elevación de la forclusión a la dignidad de una terapéutica viene a demostrar cómo lo ordinario es la psicosis en el reino de los egos. Pero, lo que antes era el rasgo que definía estructuralmente la psicosis, no deja de fracasar en los cuerpos hablantes que somos. Las únicas formas verdaderamente operantes en “cancelar” -la muerte, el olvido y la demencia- solo tienen ese poder por estar en lazo con lo real. Por lo tanto, es solo a nivel del discurso que, en consecuencia, el uso de la cancelación se está extendiendo. Esta es la base del movimiento woke, que exige una humanidad sin historia. Como acabamos de ver en Canadá donde los woke han quemado libros en el espacio público, los métodos utilizados responden al Auto de fe, es decir a la inquisición y al terror. Este movimiento está por cuestionar, ya que participa de la época. Esta pertenece a los terrorismos, sean religiosos o laicos[4]. Actualmente se leen testimonios de profesores de universidad en USA que detallan las modalidades de este terror[5]. No hay ninguna duda de que sea una respuesta a las específicas formas tomadas por el racismo en USA donde el mestizaje no ha tenido la amplitud que tiene en Francia sino que queda forcluído. El movimiento Woke, al ser terrorista, puede inspirar cierta ternura, si seguimos el consejo de Jacques-Alain Miller. Lleva consigo la marca del sueño americano. Lacan en el seminario XIII[6] habla de su viaje a USA. Allí aborda la especificidad del estatuto del pasado en los EEUU: “Me ha parecido encontrar un pasado, un pasado absoluto, compacto, un pasado para cortar con cuchillo, un pasado puro mucho más esencial puesto que jamás ha existido, ni el lugar donde está instalado por el momento, ni del lugar de donde se supone que viene, es decir, de nuestra casa… El pasado en el cual no interviene en ningún grado, y es más bien un sentimiento de esta clase el que he tenido en el encuentro con este extraordinario pasado, es un pasado sin ninguna dad subyacente de repetición”. Por el hecho de que ese pasado jamás fue vivido ni por tanto historizado, la consecuencia es la lógica en marcha en el movimiento woke: anular la historia americana. Sin embargo, hay una historia de los EEUU. Esta empieza por un doble movimiento, el genocidio de las poblaciones autóctonas y el puritanismo. Un espectáculo de Romeo Castelluci en 2017, Democracy in America, produjo una interpretación real de esta. La historia ha validado efectivamente las predicciones con las que se acababa la famosa obra de Tocqueville. Veía venir las dificultades de la democracia americana de los indios, los nativos, los esclavos y las mujeres.

El ego y el Uno

Tal como lo ha desarrollado Jacques-Alain Miller, la época es la de los Unos-solos. Sin duda es más justo decir “que se creen solos” ya que son una masa. Retomando una fórmula de Erik Erikson que Lacan señalaba desde 1966[7], se puede afirmar, a propósito del desarrollo del psicoanálisis en los EEUU: “Al mismo tiempo que intentábamos inventar, con un determinismo muy científico, una terapia para unos pocos, nos hemos visto empujados a propagar una enfermedad ética entre la masa”[8]. Erik Erikson fue miembro de la Sociedad psicoanalítica de Viena, emigró en 1932 a los EEUU, Boston en primer lugar, donde fundó una clínica psicoanalítica para niños. Es autor de una teoría del desarrollo psico-social del niño y del adulto en 7 estadios. Es pues un contribuyente emérito de la contaminación del psicoanálisis por la peste.

Desde 1932 también, otro autor, filósofo y político español, Ortega y Gasset, había publicado una obra visionaria titulada “La rebelión de las masas”, en la que mostraba que la masa tomaba la delantera a los grupos de individuos en la evolución de las modalidades del lazo social. La peste que Freud pensaba llevar a los EEUU con el psicoanálisis ciertamente reina en EEUU, pero ha llegado al mismo psicoanálisis. Los términos y los conceptos psicoanalíticos se han extendido a la lengua del discurso corriente, pues habitan el discurso del amo. Los mismos psicoanalistas se han instalado en el confort y las rutinas de la clase acomodada a la que pertenecen. Duermen. El acento se ha desplazado, desde Ana Freud refugiada en Inglaterra, hacia el llamado Ego Psychoanalysis. Dejémonos guiar por la lengua. A lo que asistimos hoy es a una victoria de los Egos y la afirmación de la psicología allí donde hubo el psicoanálisis. La psicología está por todas partes allí donde le deja todavía un lugar el organismo. Esta proliferación de los Egos tiene efectos en cadena. Uno de ellos es la importancia de la noción de género.

Asistimos no solamente a una multiplicación de los géneros, LGTBCis…, sino también a una extensión del dominio del género, correlacionado como está con el Ego. El género es un efecto de identificación. Si la identificación mítica al Padre, afirmada por Freud, desfallece como constata Lacan desde 1974[9], la identificación histérica se mantiene, la histeria burlándose, claro, de haber desaparecido del radar de las categorías clínicas de referencia. La identificación de género en su locura permite el triunfo de los Egos.

¿Y el psicoanálisis? Reavivar la peste

Lacan lo hizo en varias ocasiones y fue excomulgado por la IPA. La última parte de su enseñanza reconoce el fin del nombre del padre, y más ampliamente del fin del Nombre en beneficio de la función. Pero hoy el nombre y la función han cedido el lugar a la cifra. Hace tabla rasa tanto del nombre como del pasado. Ironía de la historia, no es el comunismo el que ha conseguido el éxito que cantaba la Internacional, es el país del capitalismo el que lo ha conseguido.

Un análisis es una aventura en el país de los significantes. Los despliega siempre a partir de una queja para desligarse bastante rápido y pasar por un relato, el de una historia singular. La historia es pues una modalidad fundamental del tiempo subjetivo y un paso obligado por la verdad. Como Lacan constataba en 1975, justamente en EEUU, “Lo extraño es que ocurre algo del orden de la inercia, de una polarización, una orientación, el analizante (si el análisis funciona, si avanza) acaba hablando de forma cada vez más centrada, centrada en algo que desde siempre se opone a la polis (en el sentido de la ciudad), es decir sobre su familia particular. La inercia que hace que un sujeto solo hable de papá o de mamá es sin embargo un asunto curioso. Diciendo cualquier cosa, es curioso que ésta pendiente se siga, se haga, acabe por hacer como el agua, hacer río, río de eso por lo que nos importa nuestra familia, es decir por la infancia… un niño no es un niño en abstracto”.[10] Todo análisis empuja al analizante a volver a su historia, la cual es una ficción evidentemente, es decir un mito. El analizante comienza por decir su verdad para progresivamente pasar del decir verdadero al decir sobre lo real, siendo abordado éste, en un análisis, por la moterialidad.

Esta denominación sustituye en el último Lacan al término de significante, que había cogido prestado de la lingüística con la preocupación de cortar con la imprecisión que tiene el término “palabra” en la lengua común. Sin embargo “palabra” es el término de una de las más importantes obras de Freud sobre la lengua, titulada en francés Le mot d’esprit et sa relation a l’inconscient[ii]. En el dispositivo analítico las palabras tienen espíritu. Así es como “palabra”[iii], de forma moebiana invertida, se convierte en “moterialidad”, como materia del psicoanálisis, su causa material tal como Lacan la define en su texto La ciencia y la verdad[11]. Opone esta causa material a la causa eficiente que funda la magia, a la causa final que funda las religiones y a la causa formal que permite la incidencia de la verdad en la ciencia.

Moterialidad es el neologismo que designa la materia de la que está hecho el inconsciente. Es el cuerpo de la lengua, a escribir la lalengua. La historia de cada uno está hecha de marcas, trauma o/y placer exquisito. Esas marcas yacen en las palabras o en las imágenes. Son indelebles. La tecla “cancel” es impotente. Se puede decir que en psicoanálisis la historia es real, pues es imborrable.

Esas marcas salidas de las huellas del enganche de las palabras en el cuerpo se ordenan sin que lo sepa el sujeto del inconsciente. Es el inconsciente real, indescifrable, que solo responde al equívoco.

¿Por dónde atrapar entonces el “cuerpo hablante”, ese oxímoron?

Una cosa es segura. Este no se deja atrapar por las identificaciones y los géneros, por múltiples que sean. Ignora los egos. Solamente puede abordarse por los modos de goce. ¿Por qué ese plural? Porque Lacan[12], en su pasaje de la lógica a la topología, distingue cuatro modos de goce, siendo sin duda el sentido el más común, el objeto a, vía la fórmula del fantasma, que satura con el objeto la falta en ser del sujeto, la J (el A tachado) [iv]y el Phi. En lo que concierne al fantasma se puede constatar actualmente que el ego se apodera de él para ponerlo en acto, dicho de otro modo, el fantasma, salido del secreto, ya no hace límite al goce.

Si retomamos las cosas por las fórmulas de la sexuación, el cuantificador de la excepción “Existe” no se queda en los egos más que barrado. Entonces, produce una feminización del mundo.

¿Qué es lo que perdura, al escuchar con el equívoco, en la época en que la afirmación de Lacan “no hay relación sexual” ya no sorprende a nadie? ¡El psicoanálisis!

En 2002[13], Jacques-Alain Miller subrayaba en Milán la fuerza de la fórmula living my own life, ma vie à moi. [v] En esta intervención desplegaba las formas de valorización del estilo de vida individual y las burbujas de certeza. Enunciaba las dos respuestas del psicoanálisis, el sinthome y el pase.

Estos dos elementos ¿son la causa de que la peste analítica tenga la vida dura? Esta acompaña las mutaciones subjetivas dándoles la vuelta. La feminización del mundo no cuestiona la enfermedad de los parlêtres que es la enfermedad del lenguaje.

Lo que se mantiene es: Eso habla y eso no sabe lo que dice, puesto que je (yo) está vacío, aunque no les guste a los egos, siempre correctores. Ese yo no quiero saber nada de estructura reposa en el hecho de que nuestro cuerpo es un cuerpo extranjero. Nosotros solo atrapamos la imagen que funda el ego. Por lo demás, el cuerpo escapa, ya que es real. A ese real el síntoma se adapta.  Es nuestra brújula, nos orienta en los embrollos producidos por el hecho de que ese cuerpo está infectado de la enfermedad del lenguaje. En un análisis el síntoma se depura en sinthome, en tanto que habla la lalengua de cada uno. Elegir el saber algo es hacer la elección de un encuentro con un trozo de real que nos es éxtimo.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ECF)

Traducción: Elvira Tabernero.

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Notas

[1] Jacques-Alain Miller y otros, “La psicosis ordinaria”, Ed. Paidós 2003

[2] Retorno sobre la psicosis ordinaria. Quarto, revista de psicoanálisis publicada en Bruselas, Ecole de la Cause freudienne, nº 94-95.

[3] George Perec, Pensar/Clasificar. Ed. Gedisa

[4] Ver este artículo en la rúbrica “Commun sense with Barri Weiss” https://bariweiss.substack.com/p/the-psychopathic-problem-of-the-white

[5]In Common Sense with Barri Weiss, Peter Boghossian Assistant professor de philosophy at Portland State University “My university sacrificed Ideas for Ideology. So Today I Quit».  “bariweiss@substack.com”

[6] Lacan Jacques, Seminario XIII, sesión del 23 marzo de 1966. No publicado.

[7] Lacan Jacques, Seminario XII, sesión del 23 de junio 1965, no publicado.

[8] Erik Erikson Young man Luther.

[9] Lacan J., Seminario XXI, Les non-dupes errent, 1973-74, lección del 19 de marzo 1974, inédito.

[10] Lacan J., Conferencias y Entrevistas en las Universidades norteamericanas, Universidad de Colombia, Auditorio de la Escuela Internacional de Negocios, 1 de diciembre de 1975, en Scilicet 6/7, Seuil, Paris 1976, p.44

[11] Lacan J., La ciencia y la verdad (1965), Escritos p.853 Ed. RBA

[12] Lacan J., La troisième La Divina, Navarin Editeur, 2021. P. 27 (en francés) y Le sinthome, Sem. XXIII p.55, 72 et 134 (en francés).

[13] Miller J-A. Intuiciones milanesas 2.

Notas de traducción

[i] Cancel- Cancelación, en español.

[ii] El chiste y su relación con lo inconsciente.

[iii] En francés, aquí, la palabra “mot” la autora la utiliza en relación con materialidad “moterialité”. Es un juego de palabras que Lacan introdujo para este concepto. En español no lo podemos realizar.

[iv] J: goce, en español.

[v] “mi propia vida”

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