Psicoanálisis y política: cuatro modalidades de una relación

Anaëlle Lebovits-Quenehen*

Pensar la relación entre psicoanálisis y política, y más en particular la forma en que un psicoanalista se interesa en la política, es decir, interviene en el campo político, supone sin duda distinguir diferentes modalidades de esta relación.

Comencemos por la primera, la cual data de siempre. Un psicoanalista efectivamente está interesado en primer lugar por la política en el sentido en que él es de su época, es decir, del tiempo y el lugar en que vive y ejerce la función de analista. Desde 1953, Lacan contempla el psicoanálisis como tomado de lleno, incluso “arrastrado” por el remolino de su época. Ese pasaje del “Informe de Roma” es bien conocido: “Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes”, [1]. Sobre este punto Lacan no variará. Se lo vuelve a encontrar, en efecto, veinte años más tarde, en 1973, afirmando con el mismo énfasis y aún más explícitamente que un analista debe ser absolutamente “contemporáneo”. En ese momento hace de él una consigna: “Somos de nuestro tiempo. Tuve un amigo que producía como Schlachwort,(es decir) consigna:Seamos significativamente contemporáneos’. Créanme, es un buen aforismo. Sean significativamente contemporáneos tanto más cuanto que no tienen otro recurso. Lo que no es de su experiencia, está perdido, perdido de una vez por todas[2]”. Ciertamente, esta afirmación es en primer lugar para prevenirnos contra la tentación de reacción, pero indica una vez más la afinidad de un analista con su tiempo, la forma en que es tomado, de la que depende y esto al margen de su voluntad. El analista no está recluido en su torre de marfil, no se mantiene por encima de la contingencia diaria, no está ocupado más allá de poner a punto y pensar una técnica que valga para la eternidad y un día; es más bien de una época dada y ello sin escapatoria posible. Por otro lado, ser de su tiempo es efectivamente tener relación con la política como componente de la época en la que se vive. Para ello es necesario saberlo y medir lo que implica en cuanto a la práctica analítica, esta misma comprometida con cierta evolución, así como el saber que la orienta y la indexa a la vez.

La historia del mundo, en la que la política es un componente principal, por mucho que no realice más que revoluciones, que se repita, y vea lo real volver al mismo lugar, tal como la tierra gira sobre sí misma[3] , no es menos cierto que el psicoanalista que lo habita no sepa ignorar aquello de lo que es contemporáneo sin limitar el campo de su experiencia.

El primer nivel de implicación de un psicoanalista en lo político procede únicamente del hecho que lo político es un componente de la época en que vive.

El segundo, tercero y cuarto nivel que distinguiremos se captan de otro modo, a partir de la experiencia de la Escuela de la Causa Freudiana a lo largo de los últimos 20 años. Lacan no ha tematizado esos niveles como tales, pero la orientación que tomaron los psicoanalistas de su Escuela en el campo político es afín a la que ofrece su Enseñanza. Esta orientación se puede situar entre otras en la mención decisiva de “EL acto de fundación” donde Lacan afirma que la Escuela está hecha para devolver “la praxis original (que Freud) ha instituido con el nombre de psicoanálisis al deber que le corresponde en nuestro mundo”[4] . ¿Qué quiere decir, sino que en primer lugar la praxis freudiana tiene un deber en el mundo, el primer puesto de los cuales sin duda es el de darse los medios de perdurar, de existir, y esto manteniendo viva la subversión de la que procede?

Es de señalar efectivamente que la responsabilidad del psicoanalista está comprometida cuando lo político se interesa por el psicoanálisis. Ahí radica el segundo tipo de relación entre psicoanálisis y política que señalaremos. No es pues el psicoanalista el que se interesa aquí en primer lugar por la política, sino el político el que, interesándose en su campo, lo convoca a veces a responderle, o sea, literalmente a hacerse responsable. Así pues, cuando el político se interesa por el psicoanálisis rara vez lo hace para valorarlo, sino más bien, y eso desde hace algunos años, para ponerle un orden que se supone le falta, y esto a menudo con las mejores intenciones, pero poniendo en peligro a veces las condiciones de su existencia.

Hemos visto de este modo, por ejemplo, al político pretender mezclarse en la formación de los psicoanalistas. En tal contexto la responsabilidad del analista se encuentra convocada y comprometida, al menos cuando se atiene al discurso analítico. Todo el desafío está efectivamente en no dejar debilitar el progreso del psicoanálisis, ni degradar su utilización, para retomar los mismos términos que Lacan en “El Acta de Fundación”[5]. Eso es verdad tanto al interior como al exterior del campo psicoanalítico. Del mismo modo que la Escuela está hecha para proteger el psicoanálisis de las errancias de ciertos psicoanalistas, asimismo está hecha para protegerla de las errancias de lo político cuando se presentan contra él.

Una tercera forma de considerar la conexión entre psicoanálisis y política consiste en poner el acento en la dependencia del psicoanálisis del régimen político en el que se practica. El Estado de derecho especialmente es una de las condiciones de posibilidad del libre ejercicio del psicoanálisis -Judih Miller lo señala en Por qué Lacan[6]. Freud y los primeros psicoanalistas vieneses lo vivieron bastante en los inicios del movimiento analítico, puesto que nacido en Viena, el psicoanálisis fue rápidamente expulsado por la intervención de la política. Un cambio de régimen político es suficiente entonces para imponer un pesado exilio al psicoanálisis. Lacan destaca en su momento las consecuencias para el movimiento analítico y ciertas desviaciones que entonces tomó.

De hecho, la dependencia del discurso analítico del estado de derecho es tal que todo ataque a este discurso parece revelar la fragilidad del Estado de derecho, pero que el ataque al Estado de derecho es ipso facto ataque al discurso analítico. Aquí todavía, tenerlo en cuenta es una forma de hacerse responsable del discurso analítico y de sus condiciones de posibilidad.

La cuarta forma de considerar la conexión entre psicoanálisis y política nos es ofrecida por la observación de la forma con la que Jacques-Alain Miller ha intervenido a propósito de la “cuestión trans” señalando ahí un impasse del discurso corriente, no sin efectos potenciales en el discurso analítico. Cuando ese discurso corriente tiende efectivamente, en esta cuestión en particular, a erigir la escucha en valor supremo, inspirándose por otro lado para ello en el mismo discurso analítico y de su propagación en la opinión, éste prohíbe en ese impulso toda interpretación, hace como si interpretar se convirtiera en rechazar, como si preguntar o interrogar fuera ya negar, como si invitar a la elucidación fuera ya traicionar, o peor aún, humillar. Por otro lado, un psicoanalista está bien situado para saber que ciertos enunciados se interpretan y que interpretar no equivale ni a “juzgar”, ni a “rechazar”, ni a “negar” a aquel que hace un enunciado en el marco de la relación analítica. Incluso a menudo se presentan casos donde interpretar o interrogar una idea, en realidad, es la única forma de acogerla dignamente a fin de permitirle acceder a su propia verdad, y de ahí, cernir lo real que encierra esta verdad. La cosa se hace notar especialmente con ciertos niños con sintomatología inquietante, tanto más inquietante cuanto que la acogida que se le hace la solidifica. Que los psicoanalistas hagan saber los efectos de una interpretación analítica es también para ellos la ocasión de afirmar la dignidad de su abordaje, así como la de los sujetos susceptibles de hacer esta experiencia. Realizándolo, se aprovechan de un impasse presente en la civilización para progresar en los puntos de doctrinas importantes que orientan o reorientan su práctica. Es entonces la ocasión de un progreso a la medida de lo que el espíritu de la época impone.

Tomar “el lugar que le corresponde en este mundo”, por retomar los términos de Lacan, es así para el psicoanalista la mejor forma de no fijar sus principios, de proscribir todo dogmatismo y de no cesar de hacer de los impasses que se encuentran en el mundo la ocasión de un avance epistémico sobre la base de la necesidad ética.

Se revela entonces que el deber que se tiene de velar por el psicoanálisis es también una de las vías por las que el psicoanálisis progresa, aquella en la que no cesa de restaurar “el filo cortante de su verdad”, utilizando la vía de “denunciar las desviaciones y compromisos”[7] que, sin esta, la acechan. La conexión entre psicoanálisis y política apunta así siempre “a no impedir” que el discurso analítico continue existiendo. Y es esta, para los psicoanalistas, una exigencia mínima.

Cada uno de los ataques más o menos dirigidos, cada uno de los discursos que van contra él, sea a propósito o por accidente, son así ocasiones en las que los psicoanalistas pueden abordar para experimentar o comprobar sus tesis, inventar lo que debe ser inventado, leer de otra manera lo que ya ha sido leído, dicho de otro modo, mantenerse vivos y en lo vivo. Así les ocurre de meterse en política, siempre y cuando el político se meta con el psicoanálisis. Así les ocurre de meterse en política, siempre y cuando el discurso analítico dependa de ello -ni más ni menos.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ECF)

Traducción: Elvira Tabernero.

Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Convento de Santo Domingo de Bonaval. Santiago
de Compostela (La Coruña). 1715.)


[1]Lacan J., Escritos, “Función y campo…”. P.309.

[2] Lacan J., Intervención hecha en las “conclusiones de los grupos de trabajo” del 4 de noviembre 1973, pronunciada en el Congreso de la Escuela freudiana de Paris del 1º al 4 de noviembre de 1973, en Bulletin intérieur de l’Ecole freudienne de Paris nº 15, Paris, junio 1975, p.237-238.

[3] Lacan J., Ideas aportadas por Regnault Fr., “Sus palabras me golpearon…”, La Movida Zadig, nº 1, junio 2017, p.7

[4] Lacan Jacques, Otros Escritos, “Acto de Fundación”, p.229(francés) ,

[5] Idem

[6] Miller J., “La reconquista del Campo freudiano”, en Lebovits-Quenehen Anaëlle (subdirectora) , Pourquoi Lacan, Paris  Presses psychanalytiques de Paris, 2021, p.71-85

[7] Lacan J., Otros Escritos, “Acta de Fundación”

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