¡No se trata de sexuación aquí!

Violaine Clément

Ginebra – enero de 2021

«[…] hombre y […] mujer, son sólo significantes»

Lacan, Encore [1]

Después de treinta años como docente y subdirector en una escuela que llamamos ciclo de orientación y en Francia collège [2], el tema de la sexuación que Jacques-Alain Miller nos propuso como un nuevo campo freudiano sobre el que trabajar me abrió un nuevo interrogante. Después de años en los que solo el insulto señalaba la existencia de un problema relacionado con el género (marica, puta … que siempre han florecido en los patios) recientemente hemos comenzado a recibir solicitudes de reconocimiento de varios estudiantes como trans, no-binario, homosexual… El orgullo (pride) es una respuesta a la vergüenza de ayer.

¿Cómo debe ser entendida esta reivindicación? ¿Se trata realmente de sexuación? No lo creo. Como recuerda Marie-Hélène Brousse en su reciente Mode de jouir au féminin, en el goce hay algo singular que no tiene nada que ver con el género. «El goce no responde a las identificaciones». Se trata, más bien, de identificaciones. ¿Cómo saber si soy niño o niña cuando las identificaciones vacilan a mi alrededor? [3]

Si tomamos el insulto como la primera palabra de amor, reconozcamos que este tiene un vínculo de parentesco con la mujer que, desde hace tiempo, se presenta como objeto agalmático o como lea. El sujeto estaría entonces entre los dos, lo que se denomina trans. Pero, ¿qué hace que un sujeto, lidiando con la pregunta fundamental «¿quién soy yo?», quiera hacerle saber al Otro que no es lo que uno cree? ¿Qué quiere aquel o aquella que grita no querer declararse ni hombre ni mujer? ¿Qué nos dice este deseo de pronunciar siempre algo distinto de lo que ya existe, un binario (in)cómodo?

La escuela es el lugar por excelencia de la demanda. Tan pronto como ingresa a la escuela, el niño debe declinar su nombre, su apellido, su sexo, su edad, etc.

Debería sorprendernos algo más darnos cuenta de que para algunas personas esta intrusión es de una violencia poco común. Descubrir con estupor que el propio nombre, el que creía que era suyo, se vuelve común, que otros niños pueden tener el mismo nombre. Desde el momento en que ingresan a la escuela, se invita a la madre o al padre, a dejar la mano de su hijo, que puede sentirse tan aliviado como consternado. Incluso el progenitor puede sentirse perdido, juzgado, traicionado… cuando el objeto de amor comienza a amar al maestro, a disfrutar de las nuevas identificaciones propuestas.

Una nueva separación se produce cuando el niño abandona la escuela primaria para ingresar a la secundaria, alejándose un poco más del marco tranquilizador de su escuela compuesta, en muchos casos, por un maestro o una maestra. Allí se encuentra con una pluralidad de maestros y una multitud de pares entre los que busca con quien identificarse, con quién reagruparse: encontrar allí los mejores amigos, hacerse un lugar en el grupo, escapar del odio, fusionarse en el grupo, vestirse con la insignia del clan al que está afiliado: mucho trabajo por hacer.

Es en este contexto que la posición de la escuela puede ser una indicación importante del uso que se puede hacer de ella. Cuando un joven pide que lo llamen con un nombre diferente al suyo, eligiendo que lo llamen Leo en lugar de Lea, el maestro puede insertarlo en su curso, pero no puede cambiar legalmente la ortografía del nombre. El maestro que acceda a seguir la demanda de Lea de ser llamado Leo, podría ser acusado por los padres de abusar de su rol. La escuela se convierte, entonces, en el lugar donde se puede escuchar la pregunta de Lea, incluso sin el consentimiento de los padres. A veces en su contra.

Recientemente hemos visto lo que puede suceder cuando un profesor ofrece a sus alumnos algo que a sus padres no les gusta. Lo he experimentado varias veces, como cuando me llegaron a amenazar de muerte porque le dije a un padre que él no tenía derecho a afeitarle el pelo a su hija para impedirle ser atractiva a los niños. “Eso no, no aquí», le dije. Es un poco la postura de la escuela que impidió que Sébastien Lifshitz [4] entrara a filmar a Sasha. Allí se puede leer como una protección al niño que, al decir «cuando sea mayor seré una chica», nos interroga a todos. Sasha no dijo que quería convertirse en mujer sino en chica y es a partir de sus significantes que encontrará cómo inscribirse en el mundo.

La escuela tenía sus razones para negarse a que un realizador entrara a filmar algo que no le corresponde allí. Eso permitió a Sasha ingresar al mundo de los demás y separarse un poco de aquello que su familia quería para él. ¿Puede Sasha vestirse como quiera para ir a la escuela? Estos temas se han debatido durante mucho tiempo y en Ginebra han surgido las camisetas de la vergüenza que debían llevar las niñas cuando mostraban demasiado su cuerpo. ¿Por qué siempre las chicas y no los chicos?, esta es otra cuestión. Alguien pide el retorno de los uniformes escolares. ¿No es el uniforme la primera manifestación del binarismo contra el que muchos militan?

Lo que me parece cada vez más claro en esta cuestión de la sexuación en la escuela es que, como la mujer, no existe. La sexuación de los niños es una cuestión de adultos. Así, por ejemplo, la niña que en la escuela dice ser pansexual y logra que sus dos padres sean convocados a la escuela: cada uno creía que era el otro quien le ponía estas ideas en la cabeza y ambos descubrieron la fuerza de la niña en sostener un decir articulándolo al Otro. Esto es la sexuación, un dicho sobre el sexo [5].

Un niño busca a su alrededor y, a veces, encuentra un vacío para adaptarse o acoger su pequeña diferencia. Es así como tiene la posibilidad de convertirse en sujeto de su propio decir y escapar del papel, siempre prêt à porter, del objeto de mamá-papá. Hacer que todos los niños sean sujetos trans ciertamente no impedirá a cada uno buscar cómo arreglárselas con el goce, separando lo que necesita de lo que no. Para algunos niños, que tratan desesperadamente de ser “normales”, hay que admitir que la disolución del binarismo, de esta división simbólica que permitiría a cada cual colocarse bajo una bandera protectora, supondrá otras dificultades. Será importante que el psicoanálisis siga existiendo, o que se reinvente, para que este decir sobre el sexo, siempre nuevo para todos, pueda inscribirse en uno por uno.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (NLS)

Traducción del italiano por Diego Ortega. Revisada por José Luis Chacón.

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Fuente: https://www.slp-cf.it/rete-lacan-n-24-21-febbraio-2021/#art_4

[1] J. Lacan, El Seminario, libro XX, Aún, Ed. Paidós. Buenos Aires (2006). Citado por M-H. Brousse, Mode de jouir au féminin, Paris, Navarin, 2020, p.18.

[2] En Italia escuela secundaria de primer grado.

[3] Esta idea ha sido tomada de la respuesta de Luisella Brusa en una conversación publicada en el blog de ASREEP- NLS http://asreep-nls.ch/conversation-avec-luisella-brusa/

[4] Aqui el trailer de film documental: https://www.youtube.com/watch?v=wj7AV2_7Ors y aquí una entrevista https://www.youtube.com/watch?v=Dh2fKEkFKo8

[5] Rosa Elena Manzetti, http://asreep-nls.ch/blog/

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