El enclaustramiento y la Otra escena frente a lo real de la pandemia

Dominique Holvoet*

Soirée Zadig 13.01.2021

El tema de esta tarde es sobre “la epidemia actual, sus efectos imaginarios y lo real en juego”.

Alexandre Stevens me propuso intervenir sobre este tema a partir de un artículo que aparecerá en Quarto del que le había hablado la redactora jefa de la revista, Monique Kusnierek. Yo había escrito este artículo después de un curso excepcional el 30 de marzo pasado en la Antena Clínica de Mons. Era excepcional pues era el primer curso de un tímido reinicio de nuestras enseñanzas. Para ello nos habíamos puesto de acuerdo entre tres, con Philippe Hellebois y Guy Poblome.  Apenas salíamos de la estupefacción, estábamos en el instante de ver.

En ese momento de salida de la conmoción yo había tomado la cuestión a partir de lo que observaba: una modificación autoritaria y generalizada de los modos de goce justificada por la circulación de un virus desconocido.

En marzo pasado el primer significante que me vino a la mente fue el de enclaustramiento. Se lo encuentra en una serie que Lacan retoma en los Escritos para evocar la Otra escena, es decir, el lugar del inconsciente. Al final de la lección del 15 de enero de 1958, en el Seminario V, habla igualmente para argumentar que el enclaustramiento, al cual asocia otras manifestaciones como el aburrimiento, el deseo, la vigilia o la oración, evocan la presencia de la Otra cosa en cuanto que esas manifestaciones son institucionalizadas[1]. La fórmula de los Escritos es aún más clara: “El deseo, el aburrimiento, el enclaustramiento, la rebeldía, la oración, la vigilia (…), el pánico , en fin, están ahí para testimoniar de la dimensión de ese Otro sitio, (…), en tanto que principios permanentes de las organizaciones colectivas, fuera de las cuales no parece que la vida humana pueda mantenerse mucho tiempo[2]” y más adelante precisa que este Otro sitio no se refiere a la nostalgia de un paraíso perdido sino más bien del “paraíso de los amores infantiles, donde ¡baudelérame  Dios!, pasa cada cosa…[3]”. Dicho de otro modo, este Otro sitio que evoca el enclaustramiento y las otras manifestaciones están directamente ligadas al encuentro con lo sexual, a esa coalescencia de la realidad sexual y del lenguaje que hace que el hombre no es doble, para retomar una formulación de Lacan en su Conferencia en Ginebra sobre el síntoma.

Lacan insiste pues en el hecho de que toda vida humana no puede mantenerse sin bañar en el inconsciente, sin estar al menos estructurada a partir de esa Otra cosa. Y Miller subraya que Lacan escribe en la página siguiente que es “Freud (quien) ha hecho la juntura conceptual, con la cual nadie había pensado antes, de esa Otra cosa o de ese Otro sitio, con el lugar presente para todos y cerrado para cada uno, con el lugar interior”. En cierto modo Freud ha puesto esa Otra cosa en el interior[4] y vivimos todos con esa Otra cosa en nuestro interior – condición de supervivencia son pues esas manifestaciones del ser en tanto que institucionalizadas, es decir, tomadas en la red de los significantes, tomadas en los principios permanentes de las organizaciones colectivas.

Entonces, primera dimensión para aprehender el confinamiento: en la intersección de lo simbólico y lo imaginario del cuerpo encontramos apoyo en el inconsciente estructurado como un lenguaje, abierto a la dimensión de Otra cosa, que fue un tiempo la dimensión del Nombre del Padre. Hay ya ahí todo un espacio de preguntas sobre la dimensión de la Otra cosa en el siglo XXI en cuanto que ya no se refiere al Nombre del padre. ¿No es esta una de las dificultades de soportar el enclaustramiento y el aburrimiento? La ausencia de oración, ¿no resuena con la ausencia de ese Otro sitio?

Si queremos mantenernos en el horizonte del siglo debemos girarnos hacia la otra dimensión que trata de la importante orientación que J-A Miller ha dado al psicoanálisis: la dimensión de lo real. Dio como título al Congreso de la AMP de 2014 “Un Real para el siglo XXI”. Esta fórmula extraña “un Real para” deja entender, como indicaba Guy Briole, director de ese congreso, “que podría no haber real, que algunos podrían no creer (en lo real)[5]”. Sin embargo, es la apuesta del psicoanálisis el creer en esa posibilidad de situar un real como apoyo a la subjetividad.

Pero en el momento actual se encuentra en primer plano la apuesta de la ciencia que es la de controlar lo real. Una de las particularidades a la que nos ha confrontado la crisis sanitaria actual es la de solamente escuchar como referencia el discurso de la ciencia en el lugar de la verdad. Resulta chocante ver cómo los políticos ya no hablan en su nombre sino en nombre del profesor, del virólogo o del epidemiólogo. Se ha sustituido la dimensión de la Otra cosa por un saber científico vulgarizado, reducido a la estadística y al balance mórbido.

Frente al discurso de la ciencia podemos distinguir varias posiciones: los incrédulos incurables -como el presidente americano saliente- que no creen más que en sí mismos y no quieren saber nada de la ciencia, con las desastrosas consecuencias para el país que se supone dirigen. En el reverso de la misma moneda, hay los que únicamente creen en la ciencia y están dispuestos a transformarnos en tubos de laboratorio perfectamente herméticos. En ambos casos, estamos abocados a la errancia que deja la realidad totalmente flotante; nadamos en ella entre debilidad y delirio -ningún lugar para el Otro sitio.

También podríamos distinguir la ciencia de los investigadores de la ciencia de los descubridores ¡los que buscan en otra parte! La pandemia fue la ocasión de valorar el trabajo de una descubridora dispuesta a seguir los caminos inciertos para encontrar por serendipia. Quiero hablar de Katalin Karinko que, en edad de jubilación y con el apoyo de un joven médico, Drew Weissman, son los primeros en haber controlado las reacciones inmunitarias ligadas al ARN mensajero que han permitido poner a punto la nueva vacuna. En ese contexto el editorialista de Le Monde constataba amargamente “la reciente adopción por los diputados de una ley de programación sobre la investigación científica que (…) refuerza las financiaciones por objetivos, con el riesgo de debilitar a los amantes de los atajos.[6]”. La financiación de un objetivo, es por lo que somos criticados asimismo en el campo de la salud mental.

Busquemos distinguir lo que se nombra “real”. Ya que ese real del virus no es el real del psicoanálisis. Lo real del psicoanálisis se debe a nuestra condición de ser hablante y encuentra su articulación en el síntoma -lo que quiere decir que cada uno se las arregla con “su” real frente al acontecimiento que es común, compartido.

Lo real del virus, ¿es lo real que se ha escapado de la naturaleza que comentaba J.-A. Miller en su intervención de 2012 en la preparación del Congreso de la AMP, en Buenos Aires? Podemos estar seguros de ello, desde que el Homo Sapiens surgió en el planeta, este ha trastornado todos los equilibrios que existían antes de él para imponerse frente a las fuerzas de la naturaleza -es la tesis de Yuval Noah Harari[7] . La emergencia del discurso de la ciencia es la que, con Descartes, introduce una dimensión inédita, la de excluir del cálculo al sujeto hablante y dejar a las pequeñas letras de la ciencia funcionar solas hasta que se instala el imperio de la técnica que hoy conocemos. Hasta entonces, se hacía hablar a la naturaleza, vía los oráculos o la magia; a partir de Descartes, pasa a la escritura. Surge entonces la idea que formuló Lacan “que hay saber en lo real[8]”. Habría pues las leyes de la naturaleza regladas e inmutables que constituirían al sujeto supuesto saber, garantía del Otro. Incluso Einstein, señala Lacan, se refería “a un Dios honesto que rechaza todo azar[9]”. Pero han aparecido los descubridores de la física cuántica o aún los de los agujeros negros que han venido a sacudir las certezas dejando lugar a una cierta contingencia probabilista en el campo de la ciencia.

Lacan finalmente, en el Seminario El sinthome, vendrá a formular que lo real es sin ley. J.-A. Miller atempera: “Lo real sin ley parece impensable. Es una idea límite que quiere decir en primer lugar que lo real es sin ley natural[10]” Y toma como ejemplo las alteraciones en el orden hasta ese momento inmutable de la reproducción, que será el tema de PIPOL 10. El hecho es que Lacan llega a esto al final de su enseñanza, respecto a lo real en el psicoanálisis. Es decir, que no hay saber en lo real, que el saber se reduce a una elucubración sobre lo real desprovisto de todo saber supuesto. “Un” real y ya no “lo” real: eso marca la diferencia, ya que en psicoanálisis se arriesgará ciertamente a enfrentarse a lo real, pero nunca más que, en tanto que trozos de real, hecho de acontecimientos contingentes, encuentros improbables que han constituido el hueso de nuestro síntoma.

En el fondo, lo que llamamos naturaleza es siempre ya cultura -la naturaleza es “un popurrí de fuera-naturaleza[11], enuncia Lacan al inicio del Seminario XXIII. Desde el momento que se la nombra Naturaleza, la Cosa es contaminada por la cultura. Y lo que se llama las leyes de la naturaleza, son escritura en lenguaje matemático, que ha podido dejar creer en un cierto orden de cosas.

“La posición del psicoanálisis, es que hay que contar con lo real y prepararse para ello[12]”. Es en eso que el inconsciente es la política. El inconsciente no es un asunto individual, sino que concierne al mundo tal como va.

La última enseñanza de Lacan no habla ya de lo real, sino de un real, e incluso de un real deslocalizado. ¿Qué sería ese real deslocalizado? Sería un real sin ley que ya no es pues lo real del que hablaba Lacan en su periodo clásico, el real del cual podíamos asegurarnos de que volvía siempre al mismo lugar. Ya no se trata del real tomado como un todo, sino de un real, es decir de trozos arrancados a lo real. Lacan lo señala en el Seminario “RSI”: “Lo real no es todo”. Eso implica que la ciencia, al mismo tiempo (ella misma) arrebata quizás solamente pequeños trozos de ese real[13]

El psicoanálisis en el siglo XXI ya no está articulado alrededor de la Otra escena sino alrededor del Un-cuerpo. Y es ese Un-cuerpo el que constituye “la raíz propia a cada uno del real con el que tiene que vérselas[14]”. Es lo que Lacan nombra el sinthome, lo más singular de eso alrededor de lo que gira nuestro discurso analizante hasta que no tenga más sed – fin de la Otra escena. Entonces ya no le queda otra que no dejarse engañar por ese real circunscrito. La cuestión ya no es la de creer o no creer en la ciencia, la cual también atrapa únicamente trozos de real, sino la de no dejarse engañar por un real experimentado en el análisis. Ese Uno constituye el apoyo-contra que permite desenvolverse de la buena manera con la contingencia, sin tener ya hambre de la Otra escena- es ciertamente un camino más arduo.

* Psicoanalista. Miembro de la AMP (ECF y NLS).

Traducción: Elvira Tabernero.

Fotografía seleccionada por el editor del blog.


[1] Lacan J. Seminario 5 Las formaciones del inconsciente P.182

[2] Lacan J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” Escritos. Ed RBA. P.529

[3] Idem P. 530

[4] Miller, Du Nouveau, p46-47

[5] Briole G., “Un real para el siglo XXI, Scilicet 2013 (p.11, en francés

[6] Editorial du Monde du 01/12/2020

[7] Harari Y. N., Sapiens: Une breve histoire de l’humanité. Paris, Albin Michel, 2011

[8]Lacan J., Seminario 24 “L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre” lecon du 15 février 1977, inédit

[9] Miller J.-A., “Le réel au XXIe siècle”, La Cause du désir nº 82, octubre 2012, p.92

[10] Ibid.

[11]Lacan J., Seminario XXIII Le sinthome, (P.12, en francés), recordado por Miller J.-A., “Piezas sueltas” Paidos  

[12] Briole G., “Un real para el siglo XXI, Scilicet...

[13] Lacan J., Seminario XXII “RSI”, (lecon du 15 avril 1975, Ornicar? Nº5, décembre 1975/janvier 1976, p.51, en francais)

[14] Briole G., “Un real para el siglo XXI”, Scilicet…

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