Adele Succetti*
«Nos queda una sola opción: afrontar la verdad o ridiculizar nuestro saber”[1]
Desde que ha comenzado la pandemia, aquello que más me ha asombrado es el silencio ensordecedor que se ha hecho en torno a la locura. Independientemente a cualquier noticia sobre algunos centros para pacientes psiquiátricos en los cuales, quizás, se verificó un contagio…de la locura, en Italia, no se habla ni ahora ni antes. Salvo, obviamente, cuando aparecen los casos de la crónica negra, los homicidios-suicidios incomprensibles, a los cuales, sin embargo, justamente por incomprensibles, se adjunta el significante “monstruoso” y al que se dedican tertulias televisivas para ganar audiencia, despreocupados por los testimonios y diagnósticos psiquiátricos que, lanzados aleatoriamente, no hacen más que estigmatizar al susodicho delincuente.
Quizás esta situación excepcional hace emerger aún más, como un papel tornasolado, la negación a la que la locura, y con ella los pacientes que de alguna manera le pertenecen, ha sido reducida en Italia. De hecho, aquello que Lacan sostenía cuando ha hablado, en modo irónico, de la antipsiquiatría como “movimiento cuyo sentido es la liberación del psiquiatra” [2] es cada vez más evidente y trágico. Los servicios de psiquiatría, CPS incluidos, son reducidos a dispensarios en los que se distribuyen psicofármacos y, aparte de la entrevista mensual con el psiquiatra y, si es afortunado, también con el psicólogo, el paciente agudo como así también aquel que esta buscando recuperarse luego de una situación de dificultad, no encuentra mucho. ¡Libres todos! Y la burocracia hospitalaria – que se nutre del discurso de la evaluación y que produce y alimenta la fragmentación de los espacios de tratamiento – sirve precisamente para esto: romper los lazos para expulsar (quien no respeta el contrato terapéutico, quien no sigue el mainstream, quien de por sí está por fuera de todo lazo), para liberar o liberase … aquella sirve sobretodo para no asumir la responsabilidad de las decisiones, también clínicas, que tienen efectos sobre las vidas de aquellos, que por necesidad, se dirigen a los centros de tratamiento.
El desastre italiano me ha parecido aún más evidente, y doloroso, después de haber leído el libro de Francesca Biagi-Chai, Traverser les murs. La folie, de la psychiatrie à la psychanalyse [3], esclarecedor y fundamental para entrar en la clínica lacaniana de la psicosis, a partir de aquello que la autora cuenta sobre su trabajo en el ámbito psiquiátrico. Dentro del hospital psiquiátrico – que todavía existe en Francia – Francesca Biagi-Chai con su invento de la hospitalización de día, justamente ha logrado torcer, siguiendo el modelo de la banda de Moebius, la institución para hacer de ella un lugar en el cual sea posible construir una transferencia (necesaria) para que los pacientes psicóticos puedan encontrar una vínculo moldeable, a la medida de cada uno, que los ayude en la construcción de un saber, y por lo tanto de un savoir-faire, respecto a su Real. Como escribe justamente Francesca Biagi-Chai: “el discurso analítico se funda sobre el sujeto, sobre su Real, aquella fuerza que lo supera o que lo asalta y, en la psicosis, lo empuja por fuera del lazo. (…) la cura implica una continuidad que trasciende los lugares, una continuidad que hace lazo y que se puede llamar transferencia. En otro palabras, el paciente sale de la institución pero no sale de la transferencia”[4] lo que le permite un anclaje, un lugar, un destinatario en el que colocar y elaborar algo de lo Real.
Esta elaboración y esta experiencia clínica han sido posibles porque, como lo muestra en su texto rico en ejemplos prácticos y de claras explicaciones, el psicoanálisis (lacaniano) es el futuro de la psiquiatría. Sin el psicoanálisis de hecho la psiquiatría se limita a mediatizar con el fármaco, busca silenciar lo real (con la ilusión de que fuera eso posible) dado que le falta una brújula que le permita leer lo real del sujeto y reaccionar pragmáticamente para ayudarlo a construirse un saber contra, también contra la libertad misma de la locura, que lo expulsa fuera de los lazos, algunas veces dibujando una espiral mortífera que desemboca inevitablemente en el drama.
Según la experiencia del la autora en el ámbito psiquiátrico, que en esto se asemeja a la situación italiana, la palabra del sujeto es anulada, no es escuchada por aquello que es, mientras eso que se manifiesta como su propio real es negado, silenciado, incluso evitado. Como escribe sin embargo la autora, eso no quita que “lo real es un punto de detención para el sujeto, una cosa insuperable a lo que es sometido, y que nada en los registros de la seguridad social, de la educación, de la comprensión, del razonamiento, de los ejemplos, de la confrontación, nada puede reducirlo. Solamente si se lo reconoce, si se lo identifica, se ofrece una posibilidad de tratamiento en el registro de la reorganización de un goce a partir de aquello”[5].
Por lo tanto, fingir no verlo, silenciarlo con fármacos o con los buenos consejos no sirve para mucho. Es necesario el coraje de asumirse en el cargo, permitiendo que una forma de lazo – aquella singular, moldeable, única, que el paciente psiquiátrico puede crear y soportar – se instaure para que, en seguida, él pueda encontrar un lugar en el cual colocarlo, y por ende pueda construirse un modo personal de tratarlo. En caso contrario, el ¡Todos libres! se muestra por lo que de hecho es: la política del avestruz, que no quiere ver (porque es poco rentable desde el punto de vista económico) pero que después se sorprende frente a los casos extremos en los que lo real se presenta como aquello que es… el horror fuera de sentido.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (SLP)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
Traducción: Daniel Ortega.
Fuente: https://www.slp-cf.it/rete-lacan-n22-21-dicembre-2020/
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[1] J. Lacan, Propuesta del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela, en Otros Escritos, Torino, Einaudi, 2013, p.250.
[2] J. Lacan, Hablo a las paredes, Seuil, 2011, p.14.
[3] F. Biagi-Chai, Traverser les murs. La folie, de la psychiatrie à la psychanalyse, Paris, Imago, 2020. EL texto contiene como prefacio un artículo de J.-A. Miller Enseñanzas de la presentación de enfermos, que habla de la experiencia plurianual de presentación de enfermos de Lacan.[4] Ivi, p. 24.
[5] Ivi, p. 29.