El Unarismo lacaniano y lo múltiple de las conductas sexuales

Éric Laurent*

Este texto es la continuación de “Observaciones acerca de tres encuentros entre el feminismo y la no-relación sexual”, publicado en Lacan Cotidiano n° 861, 12 de diciembre 2019 y en https://zadigespana.com/2020/12/28/reflexiones-sobre-tres-encuentros-entre-el-feminismo-y-la-no-relacion-sexual1/

Dos maneras de leer la “relación que no hay”

Lacan comienza su Seminario Aun suponiendo que su público está “en la cama, una cama de pleno empleo, para dos”1 y opone el Uno del amor y del significante y el Uno de goce. Como señala Jacques-Alain Miller, “la relación de pareja a nivel sexual supone que el Otro se convierta en el síntoma del parlêtre, es decir un medio de su goce. […] Es un medio de goce […] de mi cuerpo […] es un modo de gozar del cuerpo del Otro, y por cuerpo del Otro, hay que entender a la vez el propio cuerpo, que tiene siempre una dimensión de alteridad, así como el cuerpo de los otros – le corps d’autrui – como medio de goce del propio cuerpo [..]. Es aquello con lo cual tendremos que arreglárnoslas. El identificarse con el síntoma no es, por lo tanto, lo mismo que identificarse con un significante. Es más bien del orden de yo soy como yo gozo”2.

Esta identificación al síntoma define un saber-hacer, o un saber hacer con – savoir y faire – el partenaire sexual como medio de goce. “Conocer su síntoma quiere decir saber hacer con éste, saber desenmarañarlo, manipularlo”3. Es lo que se hace con el partenaire sexual: se logra más o menos arreglárselas con éste durante el encuentro de los cuerpos. Es así como Lacan incluye a la vez las prácticas eróticas del manejo de los cuerpos, la manera en que se les marca y el arreglo a través del cual se extrae los objetos a del cuerpo del otro.

Para hacer con este goce, que es una mezcla de real, simbólico e imaginario, ya no basta con apoyarse en los recursos del sentido, tal como la primera reformulación del inconsciente freudiano sugería – inaugurando el período llamado “clásico” de la enseñanza de Lacan, fundado en el abordaje del inconsciente estructurado como un lenguaje, es decir en la oposición entre el significante y el sentido, abriendo la vía del sentido del síntoma. En noviembre de 1976, se dibuja una nueva perspectiva, apoyada en un saber hacer con respecto al tratamiento de la imagen: “Lo que el hombre sabe hacer con su imagen […] permite imaginar la manera en la cual uno se las arregla con el síntoma4. Uno se las arregla con el partenaire sexual tal como se las arregla con su imagen. Hay siempre un cierto narcisismo en la elección del partenaire. Sin embargo, de lo que se trata no es del orden del encanto que produce la imagen, sino del manejo que esta permite: “Se trata del narcisismo secundario, que es el narcisismo radical, el narcisismo llamado primario está aquí excluido”5. Esta exclusión es una consecuencia de la alteridad del cuerpo marcada por el “se lo tiene”.

El embrollo de los sexos a nivel del significante se establece por la relación al significante fálico, lo que Lacan llama el punto de mito de la relación de los sexos, señalando que, si el complejo de Edipo es un mito, el complejo de castración no es tal. “La diferencia de los sexos, Lacan la restableció a través del significante fálico, planteando que […] el sujeto de cada sexo tenía una relación específica con el falo. Los seres sexuados tienen una relación diferente al falo según sean hombre o mujer. Es una versión del “no hay relación sexual”6. Es una manera de decir – y es lo que Lacan elabora en “El atolondradicho” – que no hay relación significante sino con el falo. No hay relación sexual, pero hay una relación significante a nivel sexual, relación significante que no es relación al Otro, sino al falo.

El falo era, para Freud, una solución. Estaba el falo para responder a lo visible del sexo, y el penisneid hacía el resto en cuanto al coito. Por el contrario, para Lacan, el falo es un obstáculo. Concluye que “estando prohibido el diálogo de un sexo al otro por el hecho de que un discurso, sea cual sea, se funda en la exclusión de lo que el lenguaje conlleva de imposible, a saber, la relación sexual, resulta, para el diálogo al interior de cada sexo, algún inconveniente”7. Sin embargo, el impasse, que no tiene solución a nivel significante, puede superarse. Lacan ya había recurrido a la lógica del “recubrimiento de dos faltas”. Propone, en el Atolondradicho, un “saber hacerse una conducta” basada en las “dicho-mensiones – ditmensions – de lo imposible”: “De todo esto, el sujeto del sexo sabrá hacerse una conducta. Hay más de una, incluso montones, según las tres dichomensiones de lo imposible: tal cual se despliegan en el sexo, en el sentido, y en la significación”8.

Esta trenza de las tres dicho-mensiones de lo imposible, a tener en cuenta para “hacerse una conducta”, condujo a Lacan a la solución de la escritura de los nudos, a través de la cual la articulación de los tres nombres propios que son R, S, I, suple ahora al falo para nombrar los efectos de goce. “El espíritu de los nudos”, dice J.-A. Miller, no es la cópula de la doctrina fálica; “es esencialmente el hecho de la disyunción que funda al nudo, la de lo simbólico, lo real y lo imaginario, es decir el hecho que el hombre es un compuesto, que no es una substancia, un ser ligado a su cuerpo, no es un ser aristotélico: es el sinthome lo que le da una substancia”9. Esta substancia es gozante, obtenida por un medio que sobrepasa las aporías del Eros fálico y de su universal.

 El sexo como tal no puede fundarse sino en un rechazo lógico del todo. No es sino correlato del no-toda. Releamos desde esta perspectiva la declaración del “Atolondradicho”: “Lo que llamamos el sexo […] es, con propiedad, por fundarse en el no-toda, el Heteros que no puede cerrarse en un universal. Digamos heterosexual por definición, lo que ama a las mujeres, sea cual sea su sexo propio. Será más claro así» 10. Esta formulación retoma la crítica que Lacan había hecho del libro de Simone de Beauvoir, El segundo sexo, rechazando el binarismo que implicaba. El Unarismo lacaniano es radical.

 La experiencia del sexo como tal no se hace sino en el punto donde falta la representación, sino en el punto en donde el sujeto no puede decir otra cosa que: ello se experimenta – ça s’éprouve –. Del silencio central de las mujeres acerca de su goce, Lacan hizo claridad y positividad. Es experiencia del sexo como tal. Si no, lo que se experimenta es el goce del órgano, especialmente fálico. Los diferentes goces que pueden ser buscados son experiencias, experimentos, sobre la oposición radical entre goce sexuado y goce del órgano. Toda clase de conductas sexuales son en efecto posibles. Son testimonios de los encuentros con lo imposible. Quedémonos con esta claridad.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ECF)

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Traducción de Alejandro Olivos.

Fuente: http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-865.pdf

1. Cf. Lacan J., Le Séminaire, livre XX, Encore, op. cit., p. 10.

2. Miller J.-A., « L’orientation lacanienne. Le partenaire-symptôme » (1997-

1998), Departamento de Psicoanálisis de la Universidad Paris VIII, clase del

27 de mayo 1998, inédito.

3. Lacan J., Le Séminaire, livre XXIV, « L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à

mourre » (1976-1977), clase establecida por J.-A. Miller del 16 de noviembre

1976, in Ornicar ?, n° 12/13, 1977, p. 6.

4. Ibid.

5. Ibid.

6. ibid.

7. Lacan J., « L’étourdit » (1972), Autres écrits, Paris, Seuil, Champ Freudien,

2001, p. 487.

8. Ibid.

9. Miller J.-A, « Pièces détachées », La Cause freudienne, n° 61, noviembre

2005, p. 151.

10. Lacan J., « L’étourdit », op. cit., p. 467.

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