Éric Laurent*
La temporalidad de los movimientos feministas contemporáneos es particular. No se enuncia en la continuidad lineal. Se habla más bien de olas sucesivas que hacen la historia de los feminismos. El momento actual sería el de una cuarta ola, según ciertos autores[2]. Se trata de una coyuntura particular de los discursos, que merece ser explorada. Una renovación del discurso feminista se produce, en torno a tres movimientos que atraviesan la civilización occidental. Por un lado, la denuncia del feminicidio, por otro, la reapertura del debate sobre la violación por parte del movimiento MeToo, finalmente en medios universitarios preocupados por las comunidades LGBT y la importancia del movimiento Trans, el forzamiento de la lengua por la escritura inclusiva. La denuncia del feminicidio es lo primero y la pregunta de saber cómo se articulan estos diversos movimientos, y si hay una relación de causalidad entre ellos, se plantea. Sin embargo, convergen para producir una nueva emergencia, la de un debate, más allá de la diferencia de sexos, sobre lo que es una mujer.[3]
¿De qué testimonia la violencia contra las mujeres y el feminicidio?
Es primero en América Latina, en México y en Argentina, recordémoslo, que la denuncia del feminicidio comenzó a principios de la década del 2010. “El 6 de enero del 2011, Susana Chávez, poeta mexicana que había luchado implacablemente contra los feminicidios […], fue encontrada mutilada y asesinada en Ciudad Juárez, una ciudad tristemente famosa por los numerosos asesinatos de mujeres que se han cometido allí desde 1993 y a los cuales hace referencia la novela 2666 de Roberto Bolaño. […] En el 2015, el asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años embarazada de tres meses, en Argentina, desencadenó protestas con el lema “Ni Una Menos”, reuniendo más de 300.000 personas a través del país”[4]. Ahora la ola de la denuncia se ha extendido a Europa, España y Francia en particular. Las manifestaciones de septiembre de 2019 en Madrid lo muestran; violación y asesinato son denunciados ahí juntos con eslóganes claros: “Nos matan”, “no hay justificación”, “las vidas de las mujeres cuentan”. Lo que es característico de la situación española es que España dispone sin embargo desde el 2004 de “la primera ley en Europa contra la violencia contra las mujeres, que prevé una asistencia jurídica gratuita y tribunales especiales para las víctimas. Los diputados adoptaron a finales de 2017, siempre por unanimidad, otras medidas destinadas a fortalecer la ley inicial”[5]. Sin embargo, “1.017 mujeres fueron asesinadas en España por sus parejas o exparejas desde el inicio del censo oficial de estos asesinatos, en el 2003. Desde principios de año, cuarenta y dos mujeres fueron asesinadas en el país por violencia conyugal, incluidos diecinueve durante el verano, según cifras del ministerio del interior”. A pesar de estas disposiciones legislativas reforzadas, la violencia no cesa.
En Francia, se está preparando una ley, precedida por un gran debate organizado por Marlène Schiappa, secretaria de Estado para la igualdad entre mujeres y hombres. Este “Granero de violencias conyugales” concluyó el 29 de octubre e hizo públicas sesenta proposiciones que dieron lugar a medidas gubernamentales anunciadas durante el “Día Internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres “, este 25 de noviembre.[6]
La violencia continua contra el cuerpo de la mujer resuena particularmente con el dicho de Lacan según el cual los hombres no saben qué hacer con el cuerpo de las mujeres. “No hay sino una cosa que él [un hombre] literalmente no sabe qué hacer […] -es una mujer. No hay nada de lo que él sepa menos qué hacer que con una mujer. Pregúntense. ¿Qué es más engorroso para un hombre que el cuerpo de una mujer? Es a tal punto que incluso Platón lo notó. Vio esto en El Banquete, donde cuenta, en un nivel mítico -es muy cómodo, el mito, y aun indispensable- eran uno solo, un cuerpo – y, lo que es muy molesto, es que nunca se ha vuelto a ver. Freud, cayendo en la trampa, nos dice que Eros es la tendencia hacia el Uno. Es justo ahí que está toda la cuestión -lo real, en sí, es definitivamente dos, a partir de ahí es bastante claro que lo real, como digo, es precisamente lo imposible. A saber, lo imposible de lo que daría un sentido a esa relación llamada sexual[7]. La escritora Patricia Highsmith, quien nos ha dejado clásicos como Strangers on a train y The talented Mr. Ripley, ella misma muy talentosa y atormentada, testifica a su manera en su diario personal que se publicará: “El hombre estadounidense no sabe qué hacer con una chica después de haberla poseído. Él no está realmente deprimido o inhibido por sus limitaciones puritanas heredadas o recibidas por su entorno: simplemente no tiene propósito en la situación sexual.”[8]
El feminicidio testimonia que, frente al enigma del sexo, una exigencia de goce del cuerpo de una mujer puede hacerse absoluta sin límites. En su Kant con Sade, Lacan se opone al ejemplo de Kant, que dependía en gran medida de la Ley para proteger a las mujeres: “Supongamos”, nos dice, “que alguien pretenda no poder resistir a su pasión, cuando el objeto amado y la ocasión se presentan, ¿acaso si hubiera alzado un patíbulo delante de la casa donde encuentra esa ocasión, para atarle a él inmediatamente después de haber satisfecho su deseo, le sería todavía imposible resistir a él?”[9]. Lacan objeta “que un defensor de la pasión […] plantease un problema a Kant, para obligándolo a comprobar que ninguna ocasión precipita a algunos con mayor seguridad hacia su meta que el verla ofrecerse a despecho, incluso con desprecio del patíbulo […]. El deseo, que se llama deseo, basta para hacer que la vida no tenga sentido si produce un cobarde”[10]. El hombre de deseo es aquel que se niega a perder lo que hace el sentido de su vida en ese mismo deseo. Lacan cita en latín la máxima de Juvenal, el hombre de deseo es el que se niega “Para vivir, [el] perder la razón de vivir”. Si agregamos allí al hombre del goce, el perverso sádico, como lo hizo Jacques-Alain Miller en un comentario sobre esta “Ética del psicoanálisis”, entonces vemos cómo el perverso puede perfectamente no retroceder ante nada para lograr su crimen y matar sádicamente a una mujer[11]. En el caso de feminicidios más ordinarios, es sorprendente el constatar que los hombres que matan lo hacen a pesar de los recordatorios de la Ley y las prohibiciones policiales y judiciales después de largas peripecias. La recidiva también es muy frecuente. La violencia ordinaria atestigua bien de aquello del cuerpo del ser amado/odiado, lo único que un sujeto masculino tiende a hacer es a marcarlo. “El Otro, al final de los extremos […], es el cuerpo […] hecho para inscribir algo llamado la marca […]. Siempre lo hicimos, […] el primero comienzo del gesto de amor, siempre es, un poco, esbozar este gesto “[12]. Eso va codo a codo con la marca violenta. También se debe agregar, en los feminicidios, el ácido que marca el cuerpo que se desfigura. En el feminicidio, se podría hablar de una absolutización ordinaria del goce, que viene a ocultar el agujero de la no-relación sexual.
Escritura inclusiva y feminización del discurso
Otra forma de velar el agujero de la no-relación sexual no está del lado del goce y su condición absoluta. Juega con el poder del significante para neutralizar las diferencias, sexual entre otras. En los Estados Unidos, especialmente, el discurso académico se ha empeñado en vaciar el discurso de las pasiones de odio. Sin embargo, los estudiantes del campus no se sienten más felices o ligados entre sí. Las diversas comunidades a las que pertenecen funcionan como refugio identitario. Finalmente, el sentimiento de soledad y el rechazo estudiantil nunca ha sido tan grande. Las tasas de suicidio han aumentado de manera espectacular en los adolescentes desde 2011-2012 (+25% entre los chicos y +70% en las chicas[13]).
Muchos campus han declarado recientemente la lucha contra las “microagresiones”, alimentando aún más el debate sobre la consideración que se debe dar a cada uno, la política de identidad y libertad de expresión. La microagresión describe las heridas sutiles que afectan a los individuos expuestos a una forma de desvalorización a través del lenguaje. Esos fenómenos afectan particularmente a las minorías al renviarlas a su alteridad. La tarea de lo políticamente correcto es, por lo tanto, interminable. Después de tratar de alcanzar el nivel de las principales categorías del discurso, se trata de ir más allá para eliminar los poderes deletéreos del discurso. La lucha contra las microagresiones, por supuesto, comenzó en Nueva York, y especialmente en Columbia. Un profesor, hijo de inmigrantes chinos, Derald Wing Sue, destacó en el 2010 las Microagressions in everyday life. Race, gender, an sexual orientation. Define así las microagresiones: insultos o actitudes “intencionales o no” que “comunican mensajes hostiles o despectivos dirigidos a personas en base única de pertenecer a un grupo marginado”. La extensión del campo de microagresiones que, para algunos, parece fundado y conllevador de esperanza es, para otros, más bien un generador de excesos, que tiende a agregar otros riesgos de segregación entre comunidades[14]. Bajo la posición de victimario, algunos ven subir los antagonismos entre los grupos sociales y la hipersensibilidad a las agresiones verbales. Un libro publicado en julio del 2018, The Coddling of the American mind[15], ve operar un deseo de refugio, incluso de burbuja, debido al coddling, los “mimos”, de los que los jóvenes serían objeto desde la infancia. Los dos autores, que no ocultan su hostilidad al concepto de microagresión, describen los excesos de la cultura de seguridad en los campus. Cuestionan el papel de las redes sociales, que facilitan mensajes de odio y ataques personales.
El uso de la escritura inclusiva y los debates que plantea se inscriben en la voluntad de remediar las agresiones entre los sexos. En Argentina el movimiento ahora ha echado raíz no solo en la Universidad, sino en su antesala, en el Carlos-Pellegrini: “Natalia Mira, vicepresidenta del centro de estudiantes del liceo Carlos Pellegrini, uno de las más prestigiosos en la capital, fue entrevistada en televisión. Una entrevista que se volvió viral, no por su contenido, sino por su forma. “Hay poques diputades que están indecises“, dijo con desconcertante naturalidad, y todo su discurso casi tres minutos estaba en concordancia[16]. Los profesores de la Universidad de San Martín (UNSAM) en Buenos Aires también pueden ver la postulación de ciertos grupos de estudiantes de ya no hablar sino del “Gran Otre”, neutralizando lo masculino del Gran Otro.
El esfuerzo de la escritura inclusiva continúa lo que J.-A. Miller había visto en el movimiento de feminización de la lengua perseguido por el discurso feminista estadounidense. “Ustedes saben que hoy en algunas biblias ya no se dice que Dios él quería que…, debemos alternar de párrafo en párrafo a veces él quería, a veces ella quería. Fue bastante lejos en el sentido de hacer salir de la lengua los privilegios del género viril. Del mismo modo, se oponen al uso de la palabra mankind [humanidad] en la cual la palabra man designa a ambos sexos, a la especie; una academia feminista, con fuertes seguidores gay, trabaja para eliminar del vocabulario americano el vocablo mankind y reemplazarlo con una creación que esté lo suficientemente desvirilizada para poder designar a la vez tanto al hombre como a la mujer. No culpo, resitúo, en la línea que Kojève nos indica un cierto número de fenómenos contemporáneos […]. La tesis de Kojève –lo viril ya no existe – puede usarse para interpretar fenómenos contemporáneos. También podemos hacerlo jugar con respecto a la declaración LA mujer no existe proferido más tarde por Lacan.”[17]
De hecho, más allá de las microagresiones sobre las identidades, la hipótesis del discurso de la histeria, uno de los nombres del discurso feminista como tal, es mantener el universal de lo femenino. La inclusión de la escritura inclusiva tiene este precio. Se basa en el hecho de que el significante como tal puede borrar la diferencia sexual. En este sentido, enmascara de una manera nueva la no-escritura de la relación sexual, jugando de manera inclusiva sobre el género, que Lacan clasificará en los caracteres sexuales secundarios. “Ciertamente lo que aparece en los cuerpos en estas formas enigmáticas que son los caracteres sexuales -que no son sino secundarios- conforma al ser sexuado. Sin duda. Pero el ser es el goce del cuerpo como tal, es decir, como asexuado, ya que lo que se llama el goce sexual está marcado, dominado, por la imposibilidad de establecer como tal, en ninguna parte en lo enunciable, ese único Uno que nos interesa, el Uno de la proporción sexual.”[18] Y agrega: “Y que no vengan a hablarme de los caracteres sexuales secundarios de la mujer, porque, hasta nueva orden, son los de la madre los que predominan en ella. Nada distingue a la mujer como ser sexuado, sino justamente el sexo.”[19] La radicalidad de la definición de sexo de Lacan debe ser apreciada en todo su alcance para participar en el gran debate sobre qué es una mujer que algunas feministas reclaman. Decir que es solo del lado de las mujeres que el sexo viene al ser hablante, es desprenderse de la identificación de la libido y el falo para afirmar que el sexo como tal, no es nada más que el mantenimiento de esa distancia entre el goce obtenido de una mujer, su ex–sistencia, y la imposibilidad de definir la esencia de lo femenino, La mujer. Es en esta perspectiva que viene a definir al ser sexuado en una performance, en un sentido muy diferente de aquel de Judith Butler: “El ser sexuado no se autoriza sino de sí mismo […] y de algunos otros”[20]. Ningún carácter sexual secundario puede venir a cerrar la cuestión de esa “autorización”, no más la posesión del falo que no es sino una falsa respuesta a la pregunta del sexo así planteada. El goce fálico se vuelve el obstáculo a lo que sería el goce del cuerpo sexuado de una mujer: “Llegaría más lejos todavía: el goce fálico es el obstáculo por el cual un hombre no llega –diría yo- a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del órgano”.[21]
Los movimientos del feminismo contemporáneo, tejidos conjuntamente, anudan una misma pregunta bajo la definición de lo que es una mujer. El debate podría ganar claridad partiendo de lo que J.-A. Miller nombró el partenaire-síntoma, lo que permite distinguir cuidadosamente lo que tiene lugar al nivel del significante y lo que tiene lugar a nivel del goce.
El movimiento MeToo y el feminismo de los años setenta
El movimiento MeToo, iniciado por un artículo, es un hashtag que se ha extendido ampliamente en las redes sociales en octubre de 2017 para denunciar las agresiones sexuales y el acoso, más particularmente en el ambiente profesional. Fue lanzado por la actriz y productora Alyssa Milano, mujer de poder, que alentó a las mujeres a compartir sus experiencias en Twitter. Su mensaje fue oportuno, se compartirá más de 12 millones de veces en 24 horas. Lo hizo luego de la publicación de una larga investigación sobre las acciones del productor estadounidense Harvey Weinstein, del cual ella había sido víctima. Este hashtag toma su título de la campaña MeToo, lanzada en 2007 por la activista afroamericana Tarana Burke para denunciar la violencia sexual contra las mujeres pertenecientes a “minorías visibles”. El artículo que hizo estallar el escándalo de manera irreversible está escrito por Ronan Farrow, el hijo de Woody Allen y Mia Farrow, que ya había perseguido a Woody Allen. Se publica en el New Yorker en octubre de 2017. El periodista recibió para esta investigación (con los periodistas del New York Times, Jodi Kantor y Megan Twohey, quienes publicaron una investigación sobre Harvey Weinstein) el premio Pulitzer en la categoría “periodismo de servicio público”. El movimiento #MeToo conmocionó el debate sobre el tema de la violación tal como las feministas estadounidenses habían planteado el tema en los años 1970, particularmente Germaine Greer, la feminista australiana, en su éxito de ventas La Femme eunuque, publicada en 1970. Se considera el comienzo de la segunda ola de feminismo. En enero de 2018, casi cincuenta años después, dio una entrevista a un diario australiano donde se distancia de lo que llama #MeToo “business”, un movimiento que encuentra “quejumbroso”. Ella considera que no funcionará no porque “todos estos hombres poderosos que están en problemas ya están desarrollando su defensa con abogados. Será el juicio de O.J. Simpson, una y otra vez, […] y tengo temor de que las mujeres que testificaron se rompan en pedazos, porque el poder es el poder y aquellas que se quejan no tienen poder.”[22] Ella finalmente lamenta que este movimiento no esté dirigido a mujeres pertenecientes a minorías que tienen trabajos ordinarios. En el mismo año 2018, publicó un libro sobre violación, sobre violación (21), que expone sus puntos de vista sobre la violación, On rape[23], que expone sus opiniones sobre la violación ordinaria, para distinguirla de la violación violenta. Antes de su publicación, durante el festival literario Hay, ella habló de la violación ordinaria como no violenta, sino como “perezosa, descuidada, insensible”. Estas observaciones han sido ampliamente comentadas y consideradas ofensivas y desactualizadas. Algunas señalaron que también estaban relacionados con su transfobia, diciendo que “no era suficiente que te cortes el sexo y te pongas una falda para convertirte en una mujer de verdad”. El libro en sí tiene más matices que los comentarios del autor y una figura feminista tan reconocida como Mary Beard ha publicado una apreciación más mesurada de las propuestas de G. Greer sobre la nueva penalización de la violación que ella propone[24]. Ella quisiera ver más condenas y dijo que debería haber un delito más leve que el crimen de violación para calificar la “violación ordinaria”. Este es un debate que tiene toda su actualidad en España, donde la calificación de simple “abuso sexual” fue retenida por jueces por hechos particularmente crueles: “un tribunal de Barcelona condenó por “abuso sexual” a cinco hombres culpables por haber obligado a la penetración y la felación a una adolescente de 14 años, borracha y drogada. […] “Otra sentencia indigna de la justicia patriarcal”, denunció la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en Twitter.””[25]
La diferencia de discurso del viejo feminismo del movimiento MeToo es sin embargo perfectamente clara. Como explicó Jean-Claude Milner, el movimiento hizo aparecer que, en el medio hollywoodense, la regla era la violación y no la excepción y que está relacionado con la naturaleza misma del acto sexual. El hashtag MeToo tiene en su enunciado incluso una lógica agregativa sin límites. Implica “un mecanismo de adición indefinido”[26]. J.-C. Milner constata que éste está en consonancia con el programa de la civilización estadounidense que es domesticar la naturaleza salvaje, especialmente el salvajismo sexual, sin detenerse en el programa europeo. Para los europeos, lo que “comenzó con el humanismo de Quattrocento había alcanzado su apogeo a principios del siglo XX. Ciertamente las dos guerras mundiales habían destruido la mayoría de sus éxitos. Sin embargo, nada esencial no tenía necesidad de ser agregado, especialmente en asuntos sexuales. La tarea era restaurar lo que había sido perdido”[27]. Para los estadounidenses, el programa es un work in progress y el movimiento MeToo es una oportunidad para comenzar de nuevo y marcar una ruptura con el feminismo universitario. Ya no se trata de microagresiones identitarias, sino de la macro-agresión que ese el coito como violación: “Según MeToo, el campo de batalla decisivo no era ya el campo universitario; era más bien la opinión pública. La utilidad de los artículos inteligentes y de libros brillantes eran cosa del pasado. Los mass media y las redes sociales eran más importantes. La cuestión del coito debía ser planteada brutalmente; para hacerlo, mujeres con poca cultura, pero poco conocidas en Internet eran preferibles a los íconos de Women’s Studies”[28]. J.-C. Milner llega a decir que el salto fuera del discurso universitario del movimiento renueva el debate acerca del estado de la relación sexual.
Lacan parte del mismo punto que Kant. En la no-relación sexual, dos siguen siendo dos. Esta es la observación de Kant para quien la copula carnalis implica “un uso igualmente recíproco de sus características sexuales”[29]. Pero entonces surge un problema importante. Cada uno de los partenaires, contrario a los principios de la ética, trata al otro como una cosa, como un medio de su goce. La solución, para Kant, reside en la forma contractual, suponiendo un consentimiento explícito, que solo justifica esta falta a la ética. Este contrato es la “consecuencia jurídica de la obligación de no participar en una ligazón sexual que no sea sino a través de la mediación de la posesión recíproca de las personas”. Los países escandinavos, señala J.-C. Milner, estaban lejos y continúan explorando en su legislación la necesidad de consentimiento contractual explícito en cualquier relación con fines sexuales. En los Estados Unidos, la preocupación explícita fue menos marcada, pero se suponía que la teoría del consentimiento mutuo gobernaba supuestamente las relaciones sexuales entre adultos y permitía resolver las asimetrías de poder entre partenaires; “El caso de Weinstein destruyó esas creencias […] las relaciones todavía estaban basadas sobre una desigualdad.”[30]
En este punto, el psicoanálisis se separa, tanto de la solución contractual como de la solución de la pura relación de fuerzas siempre constatada. Hace del acoplamiento sexual, cualquiera que sea su forma, el vínculo de goce que viene en lugar de lo que hace impase en el significante y que lo hará siempre cualesquiera que sean las inclusiones sutiles que se quiera hacer ahí relucir. De esta doble lectura, a nivel significante y a nivel sexual, Lacan hace del impase una solución. Esto es lo que J.-A. Miller ha identificado como teoría del partenaire-síntoma. Supone dos maneras de leer la relación que no existe.
13 de diciembre de 2019.
*Psicoanalista de la AMP (ECF)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
Traducido por Patricio Moreno. Revisada por Joaquín Caretti.
[1] Tomado de: [En línea] https://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2019/12/LQ-861-1.pdf. Último acceso: 2019-12-14.
[2] Bourlet E., «Le féminisme est révolutionnaire ou il n’est pas », à propos de Koechlin A., La Révolution féministe. París, Amsterdam, 2019.
[3] Beard M., «The Greer Method», London Review of Books, vol. 41, 24 de octubre del 2019, p. 12-14.
[4] Cfr. Bourlet E., «Le féminisme est révolutionnaire ou il n’est pas », op. cit.
[5] “En España, miles de personas manifiestan contra las violencias hechas a las mujeres”, Le Monde con AFP, 21 de septiembre 2019.
[6] Bouchez Y. & Cordier S., «Soixante propositions pour lutter contre les violences conjugales», Le Monde, 28 de octubre de 2019.
[7] J. Lacan. «Le phénomène lacanien» (1974), texto establecido por J.-A. Miller, extraído de los Cahiers cliniques de Nice, n° 1, junio 1998, Sección Clínica de Nice, 2011, p. 24.
[8] Alter A., «Patricia Highsmith’s diaries to see print», New York Times, International edition, 31 de octubre del 2019.
[9] Kant E., Critique de la raison pratique. París: PUF, 1971, p. 30. Citado por Lacan en “Kant con Sade”, in Escritos, tomo 2. México: Siglo XXI Editores, 2009, p. 742.
[10] J. Lacan. “Kant con Sade”, in Escritos, tomo 2. México: Siglo XXI Editores, 2009, p. 743.
[11] Cfr. J.-A. Miller. “La Ética del psicoanálisis”, conferencia de apertura del Seminario del Campo Freudiano de Madrid, 10 de diciembre de 1988, publicado en Introducción a la clínica lacaniana. Conferencias en España. Barcelona: ELP-RBA, 2006, pp. 147-172. Republicado en El Escabel de la Plata, n° 1, EOL Sección La Plata, 2018, p. 37.
[12] J. Lacan. El Seminario, libro XIV, La lógica del fantasma. Lección del 10 de mayo de 1967. Inédito.
[13] Lesnes C., «Sur les campus américains, la dénonciation des “microagressions” racistes fait débat», Le Monde, 29 de noviembre del 2018.
[14] Cf. Lesnes C., «Contre les microagressions, une illégitime défense?», Le Monde, 1ero de diciembre del 2018.
[15] Lukianoff G. & Haidt J., The Coddling of the American mind, Penguin press, 2018.
[16] Montoya A., «Quand je dis “todos”, je me corrige tout de suite” : le langage inclusif prend racine en Argentine», Le Monde, 10 de octubre del 2019.
[17] J.-A. Miller. «Bonjour sagesse», La Cause du désir, n° 95, abril 2017, p. 85.
[18] J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós, 2008, p. 14.
[19] Ibíd., p. 15
[20] J. Lacan. El Seminario, libro XXI, Los no-incautos yerran. Lección del 9 de abril de 1974. Inédito.
[21] J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós, 2008, p. 15.
[22] Cf. Beard M., «The Greer Method», London Review of books, 24 de octubre del 2019.
[23] Greer G., On rape. Melbourne university press, 2018.
[24] Cf. Beard M., «The Greer Method», London Review of books, 24 de octubre del 2019.
[25] Morel S., «Nouvelle polémique sur le statut juridique du viol en Espagne», Le Monde, 3-4 noviembre del 2019.
[26] Milner J.-C., «Reflections on the Me Too movement and its philosophy», Problemi International, vol. 3, n° 3, 2019, p. 65.
[27] Ibíd., p. 66
[28] Ibíd., p. 67.
[29] Kant E., Métaphysique des mœurs (1796), Doctrine universelle du droit, §27, t. 3 de las obras filosóficas. París: Gallimard, Pléiade, 1986, p. 539.
[30] Milner J.-C., «Reflections…», op. cit., p. 74.
Una respuesta a “Reflexiones sobre tres encuentros entre el feminismo y la no-relación sexual[1]”