CORONAVIRUS: «El uno y lo versátil»

El uno y lo versátil

 

Octavio Frieyro*

 

Puede que, es aquello de lo que podemos testimoniar, este sea uno de esos momentos, tiempos y sus circunstancias, en los que lo imposible de lo real provoque y convoque a acotarlo desde el aforo de una realidad incuestionable. Es lo propio de su inmanencia. Producir su abordaje siempre en un intento fallido. Y contemplemos sus peculiaridades que se equiparan, pero no aproximan al momento del encuentro con las psicosis. Pero quizás no haya que extenderse en los términos y limitarse a contarle al amigo, ¿a quién sino? que al inicio de hace unos días nos topamos, a la vuelta de la esquina, con la locura. No, no la del otro, faltaría más; la propia, la del Otro para hacerle cumplir su cometido. Y este no es sino inducir a la palabra y en su conjunto a un discurso que en tanto que tal no se contiene a sí mismo. Es decir, a fin de cuentas, ¿y entonces quién afeita al barbero? Vaya, vaya, este Otro disparatado y disparado de la locura. Advierte Dévora Kestel, Directora de Salud Mental de la O.M.S., que la situación actual…puede causar trastornos psicológicos (El País- 14 de mayo del 2020)

Parece, el recorrido de lo incuestionable a lo imposible, transcurrir caprichosamente y estar sesgado por los rasgos de una indigencia a la que, a golpe de cincel, cincela, como no, el significante. Con frecuencia, la talla que resulta ofrece matices impresionistas que, en sus diversas gradaciones, van de lo impresionante a lo impresionable.

En realidad, la realidad es porosa, por lo que su delicado manejo se ofrece deliberadamente a tentaciones variadas. Por ejemplo, las radicales que, endilgando vericuetos inauditos, ponen en un aprieto incluso la credibilidad de la cuestión. Podemos de hecho emplazar una pirueta lógica: si del vacío surge el UNO, desde su mismidad produce su diferencia. Lo que daría lugar no a la formulación el UNO es UNO sino el UNO en tanto otro UNO inaugurando, desde la convicción de la realidad pandémica una certeza ante la que no hay dialéctica posible.  Con los adeptos moderados, trashumantes como son -Torres Gemelas o Atocha – transitan por la vereda de turno, la coro-paranoia. No es casualidad la raíz de dicha lectura y si lo es, es sorprendente; baste recordar que el enunciado “La Paranoia en sus relaciones con la personalidad” es pura tautología.  Pero no tenemos por qué trepar hasta las cimas de los Alpes o de los Andes – ¡menuda idea peregrina!, nunca mejor dicho – e incluso hasta los picos pandémicos para tener una vista panorámica de lo que nos toca la piel. Precisamente, lo incuestionable de la citada porosidad nos permite la mutación de nuestra realidad vírica y personal y social. Como contrapunto, lo inmutable, indeleble e insistente desde su origen, es ese real imposible, rocoso, pétreo, pegajoso; “gluant” – de “glu” – parece acoplarse mejor a la enunciación.

No se trata de escribir ninguna verdad sino de aspirar a una veracidad, a aquello que posee cualidades de la verdad, de la llamada a tener crédito, a ser creída – por ejemplo, sellada por la palabra de honor – aunque su formulación contenga la mentira y el perjurio. De una verdad que suponga la veracidad, incluso en el falso testimonio, y no a la inversa. (J. Derrida. “Le Monolinguisme de l´Autre”).

No es difícil constatar que el hombre y las mujeres compartimos distinciones esenciales que abarcan la universalidad. No digamos si en lo particular, uno/a a uno/a, mantienen su expresividad; y todos/as poseemos el grado de locura necesario para no estar locos/as. Esto, de entrada. Los avatares del grado es otra historia. “El loco, el loco de hospital, es el que no ha podido/sabido manejar su propia locura” decía Tosquelles. Los de la excepcionalidad confirmando la opinión, se promueven a sí mismos. Ante el estado de cosas actual surge, lo vemos, la respuesta desde múltiples ámbitos. Y cada una de ellas tiene un precio áureo. Desde la templanza y claridad de Nancy hasta la invocación de la figura del Amo por parte de Strada. Y ¿por qué no? ¡Pues claro que sí! Pero basta invocar el no-todo para matizar que no estamos ante un escenario de puro prestigio. Entre otras cosas porque no tenemos respuesta, sólo una modalidad de asentimiento que implica la resignación que aflora desde otro tipo de esclavitud. Efectivamente ante un amo ante el que nos confinamos porque no sabemos lo que quiere. Signo de frontera entre el Otro como semblante y el Uno como insistente. El Uno inefable de Plotino y Dasmacio, el UNO que no existe sino no siendo y que, desde esta perspectiva, contemplo en el Lacan de Bonneval: “Y el ser del hombre, no solamente no puede ser comprendido sin la locura, sino que no sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad”.

*Psiquiatra y psicoanalista.

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

 

 

 

 

 

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