Autismo y coronavirus
Rosaria Ferrara*
El avance del coronavirus ha transformado nuestras vidas en un corto período de tiempo. Todo hace un agujero, nada se sostiene. Incluso las dos grandes formas de responder a las preguntas de la vida vacilan más que nunca. La ciencia, que establece una estrategia de contención y no “una cura”, y la Religión, que nos ofrece las imágenes de un Papa frágil y solitario, enternecen al espectador, logrando limitar su angustia aunque solo en parte.
Incluso un real tan fuerte y transversal como es el COVID-19 es leído e interpretado desde el fantasma de cada uno. Sin embargo, hay un hilo conductor en lo que demandan las familias con sujetos autistas: no nos dejen solos. Un soplo, un virus, fue suficiente para que muchos (aunque no todos) los equipos se disolvieran en el viento, interrumpiendo abruptamente trabajos que se venían realizando.
El efecto de la cuarentena es singular para todos, incluidos los autistas, muchos Asperger se están beneficiando: la distancia social y la tecnología, un mundo basado en sus autorregulaciones e invenciones, realmente ¡parece un sueño para algunos! Otros modos de funcionamiento, sin embargo, sufren por ello. Esas rutinas que aportaban cierta significación se han desvanecido y consecuentemente, en algún caso, la agresividad se precipita. Las señales de tráfico que la labor insistente había permitido poner en las calles de los niños y adolescentes autistas, fueron suprimidas de repente. Para algunos de ellos la pérdida es considerable. Y a la confusión, cada uno responde como puede.
¿Qué hacer? ¿Cómo podemos conciliar la ética, el autismo y el coronavirus y, al mismo tiempo, trabajar sobre la propia angustia ante el impacto de un real que nos sorprende sin apenas preparación?
Por tanto, ¿continuar siendo partenaire para el autista en el momento del coronavirus? ¡Buen desafío! Fue muy difícil reorganizar las actividades que realizaba con estos niños y jóvenes, tanto en entornos individuales como grupales, distorsionando su medio: ya no el cuerpo, la voz, la mirada modulados pero presentes, siempre vivos, pero a través de una pantalla. Este vértigo creativo me llevó a usar Skype, de hecho, lo hice tanto en entornos individuales como grupales, como también – tal vez aventurándome- en algunos de los talleres. El efecto, sin embargo, ha sido sorprendente.
La Asociación OISMA que presido, no es un simple lugar, sino un espacio con el mismo funcionamiento simbólico que mantiene al sujeto protegido del capricho del Otro, a través de un monitor. El efecto pacificador de lo simbólico tiene éxito a pesar de la distancia, a pesar del monitor; de hecho, las propuestas de ajuste llegan al otro en sí mismas debilitadas, menos intrusivas, no necesitan ajustarse con tanta precisión como en la vida en la que siempre hay que equilibrar firmeza con dulzura.
El sujeto autista sabe que lo escuchan, lo ven, … pero desde la distancia. Y descubro que busca la mirada y la voz del terapeuta con mayor curiosidad. Para ponerlo en términos de la pulsión a la luz de la enseñanza de Lacan (2), el sujeto autista se ofrece más fácilmente a través de la pantalla, se convierte en el objeto de la mirada digital, a través del monitor. No le molesta tanto. Donald Meltzer, perteneciente a la escuela kleiniana, enfatizó las sensaciones y corporeidad propia y peculiar de los niños autistas. Meltzer subrayaba la ausencia de contención en estos niños, lo que se traduce en la disgregación del objeto, de tal modo que solo uno de los elementos del objeto llega a capturar una de esas dimensiones de la sensorialidad desmantelada del niño. (3). El uso de la pantalla simplifica este proceso de descomposición, al consentir y permitir una conexión abreviada entre el sujeto y el terapeuta digitalizado. El uso de plataformas digitales, pues, ha promovido también una nueva posición con respecto a los padres, involucrados en las terapias de manera directa (especialmente para los más jóvenes y/o más severos), que ya no se encuentran alivianados, sino por el contrario, quedan investidos por el trabajo de ser los brazos de los terapeutas, tocando en vivo la gramática del cuerpo de sus hijos con un traductor simultáneo, el terapeuta precisamente, a su lado. De hecho, el uso de Skype solo ha hecho que este tipo de alianza entre padres y terapeuta sea más habitual y regular, especialmente en algunas fases de los tratamientos que uso, con sujetos autistas. Sin embargo, este funcionamiento, en apariencia tan liso, parece ser casi el espejo del agua en el que se refleja Narciso, con las consecuencias que todos conocemos ¿No va a ocultar los engaños?
El cuerpo, en el tratamiento del autismo, es una parte fundamental del camino. Ya en las primeras intervenciones, y me refiero a los bebés que muestran señales de alarma que podrían conducir a la estructuración de un autismo, se está difundiendo cada vez más un trabajo integrado que involucra la intervención, además del terapeuta, también del osteópata y el psicomotricista. Lo que he logrado con el uso de (mi) cuerpo, ciertamente no podré producirlo con el uso de una plataforma digital.
En este momento no puedo ser el partenaire del sujeto autista, del cual habitualmente hago de semblante, al menos no puedo serlo como solíamos hacerlo. Con ninguno de ellos podemos hacer aperitivos, trabajar en la calle, con juegos, hombros, miradas, olores. Una parte de ese real que es tan intraducible, está muy lejos, está oculto. Un chico Asperger con el que he estado trabajando durante mucho tiempo me dijo durante nuestra última reunión de Skype “finalmente es mi mundo” “¿Has visto? Toda mi experiencia ha servido”, dijo riéndose y refiriéndose a sus dificultades sociales.
Creo que las herramientas digitales son, en sí mismas, limitantes en la producción de efectos y afectos, pero nos permiten convertirnos en un semblante de lo posible, de la renovación, frente a un real mortal como el que estamos experimentando. Lejos de ser un ortopedista que apunta a un Ideal, el desafío del psicoanálisis es liderar la investigación y producir un saber hacer con las cosas de la vida, y esta contingencia lo requiere de una manera clara. Puede que, incluso, hayamos hecho el pase con éxito, pero siempre seremos analizantes de la vida.
Entonces, en la era posterior al COVID, ¿qué lograremos con esta cuarentena digital? Obviamente todos saldremos cambiados -no me corresponde a mí decir si para bien o para mal- pero no porque debamos “aprender la lección”; aunque sea simplemente porque, como seres humanos, estamos determinados biológicamente a ser indeterminados (4) y, por lo tanto, sujetos a cambios continuos. E incluso el autismo cambia, así como las formas de abordarlo por parte de quienes lo hacen desde el psicoanálisis. La siguiente cita de Laurent parece particularmente adecuada: “es necesario ser capaces de autorizarnos a nosotros mismos cuando, según la intuición, todo parecería ir en contra” (5), aquí está el paréntesis digital que es la autorización para continuar siendo fieles al propio deseo, a pesar de todo.
* Instituto Freudiano – Roma
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
Fuente: https://www.slp-cf.it/rete-lacan-n9-18-aprile-2020/#art_7
[1] Egge M., El cuidado del niño autista, Roma, Astrolabio, 2006.
[2] J. Lacan, El Seminario, Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Paidós.
[ 3] Meltzer D., Bremner J., Hoxter S., Weddel D., Wittenber I., (1975), Explorations in Autism, Clennié, Perth; trad.it. Exploraciones sobre el autismo: estudio psicoanalítico.
[4] Ansermet F., Magistretti P., A cada uno su cerebro, Plasticidad neuronal e inconsciente, 2008, Bollati Boringhieri, Milán.
[5] É. Laurent, y otros: Preliminaire et la pratique à plusieurs; Bruselas, 1998.