CORONAVIRUS: «La eclosión del Otro roto, el toque de queda y el analista como partenaire»

La eclosión del Otro roto, el toque de queda y el analista como partenaire

 

Fernanda Otoni Brisset*

 

Desde que el toque de queda sacudió mi rutina, hace algunos días, me pregunté cómo continuar con la práctica analítica si la convivencia social, de forma presencial, fuera suspendida como respuesta al nuevo desorden mundial en función de la pandemia del COVID-19, enfermedad causada por el nuevo coronavirus.

La “distancia” entre los cuerpos se imponía, tornándose un significante insistente infiltrado en la demanda que algunos analizantes formulaban: ¿usted hace “atención a distancia”? Si la medida de supresión provocara la caída del sintagma “atención presencial”, lo que se hacía notar a través de esa demanda es que la investidura libidinal puesta en la “atención” no se suspendiera, sino que, se desplazara y se abrochaba a un nuevo arreglo que forzaba el lazo posible entre esos dos significantes, “atención” y “distancia”, frente a la exigencia sanitaria del distanciamiento entre los cuerpos.

Éric Laurent, en la conferencia de Barcelona, indica que “el analista no debe olvidar que no es su ser lo que mueve a la operación analítica”[1]. Citando a Lacan, subraya que “aquél que sabe es, en el análisis, el analizante” y el analista entra ahí como “un Otro que sigue (suit)”[2]. Ahora, la pregunta sobre las condiciones para el ejercicio de la práctica analítica se relanza: ¿cómo el psicoanálisis puede operar para dar tratamiento a lo imposible de soportar que se presenta por lo que esa situación inédita activa? Si la práctica analítica no tiene standard, ella no es sin principios. Ya hace algunos años que atendía a través de audio algunos analizantes, en situaciones singulares. Sin embargo, ahora, no se trataba de la misma cosa.

El Otro roto: el Uno, el trou (“agujero”) y el lazo

Las referencias cotidianas no nos sirven más de guía, las tabletas quedarán ilegibles, y no se puede más asegurar lo que será el mañana. Más que el Otro que no existe, en este instante, lo que concebimos como Otro, lo que fue pactado como rutina del “mundo”, se rasga, se deshilacha y se muestra, para todos y para cada uno, bajo la forma de lo que Laurent extrajo de Lacan como el “Otro roto”[3]. Las estabilizaciones ficcionales con las que cada uno erigió su defensa y sus anudamientos fueron perturbadas. El goce entra en disrupción. El Otro se rompe y el “orden previo hecho de la rutina del discurso por el cual las significaciones se mantienen, se evanesce”[4].

Como “el inconsciente no se despierta jamás”[5], conforme anota Jacques-Alain Miller, lo que en estos días somos llevados a experimentar, más que nunca, es la radicalidad de un Otro roto que eclosiona de ese real impulsándonos hacia lo que se sitúa antes del tiempo en que un sentido pudiese aparecer, precipitado por un trou, un agujero, un vacío subjetivo que vibra perturbado por la inestabilidad de lalengua frente al troumatisme[6]. El psicoanálisis constata lo que eclosiona de ese trou, de ese agujero que traumatiza o del trauma que agujerea el encadenamiento del sentido: el Otro está roto y en ese vacío “encontramos el Uno, que es el residuo”[7] de la ruptura, y adviene como una disrupción.

¿No sería justamente en esas situaciones, tal como podemos leer en Lacan, que el psicoanálisis se muestra como un hacer de verdad[8]? ¿Instante que evoca al analista como semblante, “en el sentido de un hacer nuevo”[9]?  Con el Ultimísimo Lacan sabemos que “el inconsciente solo viene después (…). ‘Se agrega una pitada de sentido, pero eso sigue siendo un semblante[10]. No por acaso, reservamos para el semblante el valor operatório de la costura de lo simbólico con lo real.

Si, por un lado, la disrupción de goce que eclosiona con la irrupción de lo real coloca en evidencia al Otro roto, por otro lado, el Uno del goce de ahí desalojado tensiona, fuerza un efecto-sentido y evoca al analista a un hacer de verdad, o sea, un hacer nuevo entre el Uno, el agujero y su lazo.

La clínica de los anudamientos

La experiencia analítica, en esa irrupción del Otro roto, se oferta como un dispositivo que puede ser accionado, según la forma y el tiempo de cada uno. En algunos casos, abrir un intervalo puede ser necesario para mantener la válvula de la inconsistencia en funcionamiento, allí donde el Otro tiende a consistir. En otros casos, si un cálculo indica que ante la ausencia de la sesión analítica un desanudamiento se precipita, pues el enlace analítico funciona allí como un hilo conector del lazo social, el intervalo no puede infinitizarse. Para algunos otros, informar sobre la suspensión temporaria del atendimiento y colocarse a disposición puede ser una forma de estar al lado, simplemente, esperando el uso que el parlêtre hará del partenaire analista que lo sigue.

En todo caso, el parlêtre responde a su modo ante la oferta analítica, y el analista sigue al analizante en su esfuerzo por alzar un decir, un saber hacer que pueda anclar lo que subsiste fuera de la simbolización, siguiendo lo que pasa desde “el agujero que sopla”[11], favoreciendo una abertura, un desplazamiento permanente a lo que persiste como existencia. En ese universo variable, la clínica de los anudamientos demuestra su plasticidad en el tratamiento de lo real y será una operación exigida a dirigir el trabajo en ese tiempo de desorden. Algunos deciden seguir el trabajo analítico a través de conexiones on-line, unos llaman al analista intermitentemente, otros esperan que vuelva la rutina, entre otras propuestas que surgen de ese insólito inusual.

La oferta analítica sigue, tan uno a uno y tan caso a caso, según los recursos materiales y subjetivos que permitan al parlêtre dar un tratamiento a la disrupción del goce, a través de alguna forma de elaboración, una ficción que pueda restaurar cierto saber hacer con ese Otro roto. Soluciones fuera del standard y de lo que era rutinario o hasta de lo que sucedía de vez en cuando, aún a distancia, sirven de recursos tecnológicos, arreglos, bricolajes, bien como objetos a la moda antigua. A final de cuentas, cada uno sabe cómo servirse del analista, como partenaire sinthoma. Fue lo que me enseñó un analizante que me enviaba mensajes de WhatsApp diciendo estar sin salida, confinado en un pequeño departamento con sus familiares. Compartía su cuarto con su hermano, sentía su privacidad invadida y confiscada. No podía hablar por teléfono y mucho menos por Skype, pues temía ser oído a través de las puertas y de las paredes. En su esfuerzo por abrir un agujero para drenar ese goce desalojado e iterativo que agitaba su cuerpo y desestabilizaba sus frágiles anudamientos sintomáticos, lanza la invitación: “¿en lugar de las sesiones, puedo escribirle cartas?” ¡Por ahora, seguiremos así, con las cartas que anteceden al e-mail que algunos ya consideran obsoleto!

En esa clínica a distancia, modular el uso de la voz, de la mirada y de la letra como presencia del analista, partenaire de goce, se torna primordial. La supresión del encuentro entre los cuerpos no suspende la transferencia del Uno. Del lado del analista, la oferta sigue sin destituirse del cuerpo, lo que evoca la función del deseo del analista como causa irreductible. Sobre la libra de carne exigida, Lacan insiste que «conviene recordar que ella es cuerpo y que somos objetales, lo que significa que no somos objetos del deseo sino como cuerpo»[12].

La disrupción de goce que eclosiona de un agujero exige del analista un buen uso de la herejía para evocar, con su acto, lo que reverbera, a partir de ese insondable del ser, a favor de un lazo posible y consonante con nuestra política del sinthoma.

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En relación con nuestra comunidad analítica de trabajo, en el aislamiento en que ese tiempo nos instala, con la supresión del encuentro entre los cuerpos, será en el enlace con nuestra soledad subjetiva que sostendremos, a distancia, la conversación en el Banquete de los analistas, manteniendo también activo el lazo entre nosotros[13]. Una apuesta de que el Uno que nos anuda no se disperse y se muestre vivo, aunque, por ahora, eso se haga notar en la pulsación de un deseo que del cuerpo se desplaza a través del correo que sigue entre nosotros y nos conecta, en cuanto esperamos nuestro alegre encuentro que se hará, espero, en un cercano porvenir.

 

* Psicoanalista miembro de la AMP (EBP)

 

Traducido por Pablo Sauce. Revisado por Marcela Antelo

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

 

[1] LAURENT, É. Disrupção do gozo nas loucuras sob transferência. Opção Lacaniana, São Paulo, n. 79, p. 55, julho/2018

[2] LACAN, J. Le séminaire, livre XXIV: L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre. Texto establecido por J.-A. Miller. Lección de 10 mayo de 1977. Ornicar?, Paris, Navarin, n. 17-18, p. 18, 1979.

[3] LAURENT, É. Op.cit., p.56

[4] MILLER, J.-A. L’orientation lacanienne: L’Être et l’um. Curso pronunciado en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad Paris VIII. Lección de 23 de marzo de 2011. (Inédito)

[5] MILLER, J.-A. El ultimísimo Lacan. Lección de 14 marzo de 2007. Buenos Aires: Paidós, 2014. p.145

[6] Troumatisme es un término creado por Lacan (lección de 19/02/1974), a partir del juego de palabras en francés (trou – agujero y traumatisme), que nos da la dimensión del trauma como un agujero en el interior de lo simbólico.

[7] MILLER, J.-A. 0p.cit. Lección de 21 de marzo de 2007. p.154

[8] LACAN, J. Le séminaire, livre XXIV: L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre. Texto establecido por J.-A. Miller. Lección de 10 mayo de 1977. Ornicar?, Paris, Navarin, n. 17-18, p. 18, 1979..

[9] LAURENT. Op. cit., p.59

[10] MILLER, J.-A. El ultimísimo Lacan. Lección de 14 marzo de 2007. Buenos Aires: Paidós, 2014. p. 142.

[11] LAIA, S. “O furo que sopra”. Curinga, Belo Horizonte, n. 45, janeiro-fevereiro 2018, p. 155-166.

[12] LACAN, J. O seminário, livro 10: A angústia. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 2005, p. 237.

[13] “nós” en portugués equivoca “nosotros” con “nudos”.

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