CORONAVIRUS: «El coronavirus y lo imposible de soportar»

El coronavirus y lo imposible de soportar

 

 

Gerardo Réquiz*

 

Un analizante me dice con mucha elocuencia que lo más insoportable del confinamiento reside para él en que proviene de una prohibición impuesta. Un verdadero workaholic, acostumbrado a la acción permanente, confiesa “para mi han inventado esta peste” – ¡Si este hombre supiera cuánto de su propia verdad encierran esas palabras! – En otros casos la soledad hace estragos en aquellos que distraen sus pulsiones en la rutina del trabajo diario. Algunos, por el contrario, viven en el confinamiento una oportunidad de alivio a su sufrimiento, como se ve, por mencionar un caso, en las psicosis de cualquier tipo que se refugian entre paredes para contener lo que se desborda. En fin, se pueden enumerar muchas variantes del efecto de la irrupción de un virus que nos ha convertido a todos en amenaza para todos.

A este confinamiento de los cuerpos, que se plantea como prevención y nos mantiene a la espera, se le busca la vuelta amable, muy impulsada por las redes, por cierto. Se lo quiere como un espacio para el recogimiento, para la reflexión, para compartir entre los que conviven en un mismo espacio o fuera de él de manera virtual, para leer el libro pospuesto, para múltiples ocupaciones nuevas o inventadas, pero, igualmente, bajo el mandato de un Otro que, por nuestro bien, nos somete a una reclusión forzada.

Para muchos el confinamiento corre paralelo a un insoportable que va en crescendo con el paso del tiempo y en el cual la incertidumbre reina. Esta incertidumbre generalizada es la manifestación del saldo disruptivo de la falla en el saber que la crisis que vive el planeta saca a la luz. Revela el abismo que para el ser hablante son los límites del saber. Límites que para el psicoanálisis no se confunden con lo no sabido que espera ser conquistado por los progresos de la ciencia.

De la última gran pandemia mundial, la gripe española de 1918, nadie vive aún para testimoniar de sus efectos subjetivos, solo contamos con lo reportado en los medios de la época. La humanidad hace mucho que se desacostumbró a lo que en siglos pasados era “normal”: si nacían cinco hijos, podían morir prematuramente dos o tres, si venía la temida peste o las hambrunas, sucumbían poblaciones a montón como algo natural. O llegaban los invasores y violaban, destruían y mataban. No existía la noción de normalidad como la conocemos hoy gracias al discurso de la ciencia. Lo insoportable de otras épocas dista bastante de lo que es insoportable para el sujeto de la hipermodernidad. Lo que antes era parte de la cotidianidad ahora se presenta como acontecimiento. Y su impacto en la psique nos toma desprevenidos con su saldo de efectos a veces traumáticos.

Vivimos en un tiempo de cambios sin precedentes; sin embargo, y al mismo tiempo, no deseamos la ruptura del equilibrio que, por ejemplo, los modelos de un Estado de bienestar han impulsado como ideal en buena parte del mundo desarrollado. Pero el acontecimiento existe, forma parte inevitable de la vida y no pocas veces es la causa de lo insoportable. Cuando un acontecimiento nos coloca al límite de lo soportable puede sobrevenir la eclosión física o mental, o ambas. El cuerpo sufre y se expresa. La angustia toma el mando, la desesperación bloquea el pensamiento. Los anudamientos sintomáticos pueden deslizarse. El alivio que se busca queda en suspenso. El saber médico que despliegan en la TV y las redes sociales a toda hora no alcanza a disminuir la fuerza de un real que se experimenta como insoportable.

Del acontecimiento se ocupa la practica analítica desde sus inicios con Freud. El psicoanálisis se nutre de él. Está asociado a lo real inasimilable que siempre sorprende y actúa como causa oculta del miedo, de la incertidumbre, de la angustia, de los efectos sobre el cuerpo y hasta de la desesperación que, tal como se evidencia en estos momentos, se desencadena por una amenaza real como el COVID-19. Sin embargo, aunque la causa sea común a todos, la relación a ella es totalmente individual. Por esta razón se atiende en la singularidad de cada caso en la praxis analítica.

Un nuevo reto para los analistas se alza ante los efectos presentes y futuros de esta pandemia en todas las variantes del lazo social. La modalidad online como medio para el ejercicio de la praxis, que viene siendo utilizada en el mercado de las psicoterapias desde hace algún tiempo, igualmente ya se aplica en psicoanálisis. Sin embargo, una pregunta es ineludible: ¿cómo incorporar esta modalidad, que prescinde de los cuerpos en la sesión? En efecto, en el mundo virtual el gran ausente es el cuerpo. Parece un contrasentido decir esto cuando el cuerpo aparece de muchas maneras en la pantalla y crea la ilusión de que mostrarlo y hablar de él sustituye su presencia. En todo caso, el uso de los medios audiovisuales impone un límite para la práctica analítica del que habrá que dar cuenta. Por lo pronto, no hay otra salida que hacer uso de ellos para que el ejercicio del psicoanálisis no se detenga. Es la manera en que “algunos podrán continuar en el trabajo sobre la interpretación del lado del objeto y mantener el hilo de la experiencia analítica […]Estos límites llaman a la invención para que algo palpite, que un deseo pueda sostenerse, que una enunciación, emerja” [1]

*Psicoanalista de la AMP (NEL)

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

Fuente: http://www.thelacanianreviews.com/the-coronavirus-and-the-impossible-to-bear/

 

[1] Pascal, Aurélie-Flore, De la importancia de la escansión. LQ N° 877 –Lunes, 30 marzo 2020

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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