CORONAVIRUS: «Coronavirus, ficción y prótesis»

Coronavirus, ficción y prótesis

Eduardo Velázquez*

 

Asistimos a la primera epidemia de la sociedad de masas que es, en realidad, la sociedad del consumo de masas y su empuje imparable hacia el más allá del placer. Quizás simplemente hacia el “más allá”, sin el marco organizador de las instancias que en épocas anteriores permitían la organización del deseo. Pero, a diferencia del empuje al consumo sin límite, del que podíamos sustraernos mediante diferentes estrategias, esta epidemia se caracteriza porque en ella estamos todos concernidos.
Ya sabíamos de las dificultades subjetivas que la configuración contemporánea producía, de las cuales una llamaba especialmente la atención en el mundo en el que elegí trabajar: la emergencia de potentes angustias acéfalas que producían otro tipo de epidemia, más silenciosa y con mucho menos énfasis informativo: el suicidio. Una epidemia comprensible cuando, sin el recurso al síntoma y ante la debilidad de las organizaciones fantasmáticas y la caída de los discursos, semblantes que permitían la ficción del vínculo social, la angustia no dejaba otra salida que el paso al acto, la actuación sobre el Otro, el cuerpo, extraviado y sin control en el empuje pulsional que insiste sin el recurso encauzador que proporcionan las estructuras del discurso. Pasajes al acto suicidas en los que la angustia produce una salida abrupta de la escena.
En los servicios forenses esperábamos un aumento (si aún cabe) de estas salidas suicidas. Y sin embargo nos encontramos que, desde el inicio del estado de alarma, del confinamiento y de la epidemia, prácticamente no hemos intervenido sobre suicidas y es llamativa la disminución que, de momento, estamos encontrando sobre los suicidios consumados, aun cuando nuestras previsiones -equivocadas por el momento- consideraban un aumento de este tipo de muerte.
¿Qué está pasando? Como hipótesis nos planteamos que este virus, objeto casi inanimado pero transmisible e intercambiable, al que nadie ha visto pero del cual todos sentimos sus efectos, está funcionando como organizador de una ficción, una ficción simbólica pero comunitaria. Todos concernidos, una escena en la que estamos todos incluidos sin distinción de condición de ningún tipo. Escena que permite el establecimiento de un cauce sobre el que montar algo más, una prótesis sobre la que organizar síntomas y enmarcar lo Otro del cuerpo. Observamos cómo proliferan delirios que se organizan en torno al virus (la semana pasada contamos cuatro ingresos en una unidad de hospitalización, y todos ellos usaban el virus como recurso argumental para su delirio). Atendemos a posiciones obsesivas, hipocondríacas, dudas sobre la desinfección suficiente y necesaria, por no hablar de todos los pequeños síntomas corporales que pueden hacernos sospechar o peor, asegurar, que ya estamos siendo infectados y colonizados por el virus parásito.
De la angustia a la fobia, a la obsesión, a la hipocondría, al delirio, cada cual según sus recursos y posibilidades, pero con el fondo común de una escena en la que es prácticamente imposible sentirse excluido.
Pero esta prótesis-ficción parece que, además, hace resurgir elementos propios del deseo y del amor, aunque sea saliendo a aplaudir cada tarde esperando los minutos de charla con el vecino o recordando y sintiendo la nostalgia de todo aquello que, por ahora, hemos perdido. Escena en la que, precisamente por concernirnos a todos, establece nuevos sentimientos de comunidad, un deseo de vínculo, no ya por el consumo de masas, sino inventando nuevas maneras entre las limitaciones impuestas por el propio miedo o por la obligatoriedad de quedar confinados en casa.
Esta hipótesis acerca de la reducción de suicidios no demuestra nada, nada que no supiéramos con anterioridad: la condición extraviada del ser hablante ante su propio cuerpo y el vínculo con algún Otro. Y la necesidad de ficciones que permitan, de alguna manera, no sentirnos tan solos en este extravío.

* Psiquiatra Forense. Socio sede de Granada (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

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