Un poco de libertad
Maurizio Mazzotti*
Con el virus, que se desliza entre los intersticios pulmonares sin que nada pueda hacérnoslo presagiar, nos encontramos envueltos con el impacto de algo Real sin, seguramente, presencia aparente en el cuerpo. Somos nosotros quienes se la otorgamos; sin saberlo ni quererlo, nos convertimos en la presencia corporal de esta realidad que envuelve nuestros días como una especie de. Somos nosotros, cada uno de nosotros, los que nos convertimos en la túnica de Nessus del otro.
De ahí el desencadenante de híper-angustia que atraviesa el vínculo social, impidiendo, en muchos niveles, las relaciones sociales. Y de ahí el surgimiento multifacético de la cuestión de las libertades, las que vienen negadas por las medidas higiénico-sanitarias de seguridad impuestas por el gobierno estatal.
El psicoanálisis ha tomado la voz en el asunto de las libertades civiles en diversas circunstancias del pasado, a través de una toma de posición contra acciones de regímenes paradictatoriales, que afectaban a la libertad del ejercicio y/o el estudio de colegas, o en el caso de que determinadas circunstancias políticas nacionales tuvieran repercusiones negativas en el estado de derecho, un asunto indispensable para el ejercicio de nuestra práctica.
Incluso en este momento de gran angustia social ha surgido un debate sobre las libertades coartadas, sobre la posibilidad de que podamos transformarnos en una sociedad carcelaria. Giorgio Agamben ha intervenido también en este debate, en dos ocasiones al menos, criticando las medidas coercitivas que, en su opinión, son incongruentes y están, en cualquier caso, al servicio de una biopolítica segregativa y disciplinaria cuyas consecuencias degeneran el lazo social, la relación entre los seres humanos y que, más antes que tarde, se mostrará. Un asunto centrado, por un lado, en torno a lo que Heidegger llamaba «libertad negativa», es decir, una experiencia fundamental del sujeto humano y, por otro lado, lo que es claramente la libertad, independientemente de las circunstancias, del vínculo, de aquello “que nos rodea», etcétera. Esta cuestión siempre ha estado abierta al debate bajo las circunstancias más diversas, tanto en el pasado como en el presente. Más ahora.
Otro aspecto es la libertad en juego en la experiencia analítica en cuanto a su ética, orientada por el principio freudiano de wo es war soll ich werden, la experiencia en la que, precisamente, está en juego un «soll ich» , algo estrictamente ético, en donde se hace patente el grado de libertad del sujeto, «lo poco de libertad» como Lacan lo define ya en Función y campo. Margen mínimo, sí, pero sigue siendo “un poco” de libertad. Un margen de alteridad en el que se decide la causa. Porque en la experiencia analítica, la «soll ich» ética es la que coloca al sujeto frente a lo que lo causa, llevándolo fuera del pensamiento causa sui. Jacques-Alain Miller ha dicho que, ante la causa, nuestro margen reside en continuar o no, en consentir o no, a ser causado, lo cual no es una holgada libertad. Es el resultado de un largo viaje por la serie de semblantes, aunque la verdadera causa no se encontraba precisamente allí, en los semblantes.
Y ahora, al interesarnos por el debate sobre el límite actual de nuestras libertades, cada uno podría recordar, a partir de su experiencia psicoanalítica, lo que este campo le ha enseñado sobre su propia libertad, después de «la desmitificación de los camuflajes subjetivos», como Lacan lo definió en 1953.
Ahora se nos impone, sin lugar a duda, una restricción de las libertades sociales e individuales, aunque algunos tienen menos libertades aún que los demás, es decir, médicos y enfermeras que trabajan las 24 horas al día, con sus escasos medios, para apartar a los enfermos de la muerte. ¿Podremos recurrir a nuestra parte de libertad que el psicoanálisis nos ha aportado con respecto a nuestra causa real, para soportar las limitaciones de las libertades sociales como una medida excepcional para afrontar la nueva realidad que, por el momento, se le escapa a la ciencia?
Jean Luc Nancy, filósofo francés amigo de Agamben, también conocido por haber participado hace algunos unos años en un encuentro organizado por la ECF, nos respondió a su manera cuando tomó posición en el debate actual sobre la libertad y las limitaciones impuestas por el virus. Lo hizo al recordar que hace unos años se enfrentó a la decisión de sufrir una cirugía muy invasiva, un trasplante, al que los médicos le instaban. Muchos amigos, en cambio, le sugirieron que no hiciera caso. Nos dijo que, si hubiera seguido el consejo de sus amigos, no estaría presente en aquel interesante debate. Y concluyó refiriéndose a esas consejos: es posible cometer un error. Especialmente cuando lo Real se confunde con el semblante.
* Psicoanalista. Miembro de la AMP (SLP)
Traducción: JL Chacón
Fotografía seleccionada por el editor del blog: Guido Reni, Abduction of Deianira, 1620-21, Louvre Museum.
Fuente: https://www.slp-cf.it/rete-lacan-n4-26-marzo-2020/#art_4
Terror.
Semblante constitutivo y negado, doblemente concluido. Dicha condición justifica el sentido siempre defensivo del lenguaje y sus diversas formas discursivas.
¿Coronavirus? Un modo de terror que espanta a todo discurso. La angustia entonces implica la caída, el desalojo de la defensa, el ingreso a la lectura del terror en tanto vacío sin fondo.
gvv
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