Virus: un real ilimitado
Eduardo Scarone*
¿Cómo abordamos el mundo? ¿Con qué herramientas?
El surgimiento de algo tan real como un virus desconocido, perturbando en forma inédita la actividad humana habitual, desencadena fatalmente estas interrogantes. Presos entre terror y desamparo, los seres humanos descubren como las costumbres, las formas que cada uno tiene de percibir, de encarar su vida son arrolladas, desbaratadas. Luego del anuncio del desencadenamiento de la contaminación por SARS-CoV-2 en Wuhan (China) y de los primeros casos en Europa, una primera consigna sanitaria de comportamiento social alertó sobre lo inédito de la situación : evitar besos, abrazos y estrechar las manos al saludarse.
En el seno miso de la vida cotidiana con la que estamos familiarizados se insinúa entonces una modificación que revela algo extraño, inquietante. El otro, nuestro semejante, nuestro prójimo, incluso aquel en el que tenemos la más sólida confianza, puede volverse, sin que lo sepamos, y sin saberlo, un enemigo, capaz de dañarnos por intermedio del contacto más fraterno. En el cuerpo, el nuestro o el del otro, que creemos sano, el virus puede esperar agazapado.
Pandemia en cifras / en palabras : para todos y para uno
Las consignas gubernamentales de confinamiento y privación de libertades, amparadas en los estudios científicos nos proponen una construcción de la realidad en términos epidemiológicos cifrados, biológicos, virológicos, patológicos, de protección, apuntando a constituir un borde significante que trate de contener los efectos de lo que Laurent Dupont[i] señala come la confrontación a un no-saber radical. (Le rêve au temps du coronavirus, Hebdo-Blog 195, 15 mars 2020, hebdo-blog.fr).
El « no-saber » del que aquí se trata no es el del conocimiento objetivo que cada uno de los discursos que encaran el evento tratan de divulgar. El psicoanálisis también es considerado como un discurso, pero introduce, por su parte, un punto de vista sin común medida con los enfoques científicos. Se trata de dar cuenta de la manera en la que la subjetividad se construye y, desde su inicio, en la obra de Freud, intenta elucidar esta, a partir de la experiencia sin igual de la palabra de cada uno, dirigida a un psicoanalista, o sea, uno que se pone en el lugar de recibir lo que cada uno dice. De esta manera, como lo sostuvo Jacques Lacan, el agente de este discurso no es aquel que dice la verdad sobre lo que sucede, sino el que se calla y acoge lo que cada uno tiene para decir. A partir de esta experiencia fundamental, el psicoanalista puede autorizarse a intervenir en el ámbito social y político para hacer valer los resultados y las enseñanzas que es posible extraer.
Momento propicio a la reacción traumática, el encuentro con lo real del virus se presenta como una fractura en la trama de lo que consideramos como la realidad, y como surgimiento de un significante aislado (insólito, insolente, enigmático) que desafía las leyes de lo familiar, despertando la sospecha de la maldad del Otro, y despertando en cada uno un goce paradójico, inasimilable. Notemos que los nombres científicos de los virus (p.ej. SARS-CoV-2) favorecen la dimension traumática porque reactualizan el encuentro de cada uno con lo que J. Lacan llamaba lalengua, la lengua en su forma más primitiva, como lo que precede a toda articulación significante portadora de sentido.
Las cifras y las imágenes con las que los medios de comunicación de masas abordan la cuestión sirve para introducir un borde significante disponible para todos. Pero la forma que cada uno elegirá para apropiarse esa información guardará para siempre su carácter singular, siempre subjetivo. Frente a lo traumático del encuentro con lo real, una tentativa de curación tiene lugar en cada ser hablante. Cada uno se esfuerza, a su medida, de encontrar una forma de hacerse cargo de eso que irrumpe para transformarlo en un saber, o sea, imaginarlo, simbolizarlo, « cifrarlo » a su manera para poder transmitirlo. Eso es lo que apacigua la carga de angustia que la fractura de la trama de la realidad produce. Cada uno puede, por supuesto, tomar apoyo en los significantes que la época propone, para todos, y que favorecen la respuesta según el conocimiento científico validado. Pero la experiencia del psicoanálisis nos enseña que el mundo no existe para cada uno de los seres hablantes humanos salvo a través de la representación que se forja, a partir de cada experiencia de vida. La vida en común, lo colectivo, siempre están comprometidos con la representación subjetiva, singular, que cada uno construye. Es por eso que lo real, que surge hoy bajo la forma del virus, no se presenta como un simple retorno de lo mismo, sino como confrontación ineluctable a una irrupción inédita de lo que parece inasimilable. Las diferentes posiciones de cada ser humano, en lo colectivo, son formas de representación de lo que parece imposible de soportar, si no se transforma en saber. Ese saber forjado de manera subjetiva, en cada uno, se traduce bajo la forma de ciudadanos que se piensan responsables, que respetan las consignas de confinamiento y los gestos « barrera » destinados a hacer disminuir el contagio masivo, pero también en los ejemplos de aquellos que están convencidos que saliendo un poco a pasear, sin tocar a nadie, o haciendo algunos kilómetros de footing por día, nada les puede pasar, o los que sólo piensan en utilizar las fallas o las aparentes contradicciones de las consignas y decisiones impuestas, para atacar el fundamento mismo de lo que se está enunciando, o para denunciar complots escondidos inconfesables, o incluso para sacar provecho de la confusion général, afirmando poseer los remedios o fórmulas mágicas para hacer desaparecer la enfermedad o volver inocuo al agresor. Cada uno de ellos se ha inventado un saber a su medida, en el que la relación del deseo a la ley se manifiesta de maneras subjetivas extremadamente diversas, desde las que se pueden considerar como más razonables, hasta las que serán juzgadas más disparatadas. El sentido está dado en cada caso por la representación que cada uno construye, podríamos decir « inventa », más o menos adecuada con lo que se sostiene a nivel oficial, gubernamental, científico. Tanto la máxima reconocida como política y científicamente correcta que Lacan traducía diciendo « Actúa siempre de tal manera que tu acción pueda ser programada », o al contrario, la máxima de una moral políticamente incorrecta, que toma el postulado aparentemente opuesto, desafiando la verdad científica, fomentando al revés todas las consignas enunciadas desde una posición de autoridad, evacuando el miedo, el peligro y la medida razonable, están construidas sobre la misma base subjetiva. Ambas parten de un punto de sin sentido, que pone en jaque a lo conocido, una falta en el saber de cada uno, para forjar, con lo que pueda, y en medio de la conmoción, de la angustia, una forma de bordear con un poco de sentido sintomático lo que se propaga como aterrador. Una respuesta que se parece a la vida de cada uno, para darle un poco de familiaridad a lo que nos asola.
Una respuesta subjetiva sintomática : época y singularidad
El virus se presenta entonces como un real ilimitado, impresión ampliamente aumentada por la propagación del contagio y la progresión de la pandemia. La pérdida (de libertad, de intimidad, de contacto, de salud, de vida) que nos golpea aparece igualmente sin limites. Ninguno de los recursos hegemónicos cubren ese agujero en lo real de la vida, como lo indica Santiago Castellanos en su aporte a este blog de Zadig-España intitulado Un real sin ley. En su intervención preparatoria al Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis en 2014, Un real para el siglo XXI (citada por Miquel Bassols en este mismo blog, bajo el titulo CORONAVIRUS : « La ley de la naturaleza y lo real sin ley »), Jacques-Alain Miller introduce la noción de época, demostrando que también en ese sentido, la elaboración de respuestas a la aparición de lo que escapa al saber, recibe una marca única, labelizada y autorizada por la hegemonía del discurso científico. Se trata de una respuesta sintomática, demostrando que lo colectivo de lo humano, se establece con la misma estructura que lo subjetivo. Las respuestas colectivas se presentan también según las coordenadas sintomáticas de la época : una carrera al consumo, una insuficiencia de los ideales, un insoportable vínculo con el hastío, el aburrimiento, la falta de diversión, una relación con el discurso científico dominante a veces exaltada, a veces desconfiada.
Si, como nos lo recuerda Santiago Castellanos en su aporte ya citado, la experiencia de un análisis nos enseña que lo real traumático queda como un agujero y como inasimilable, y que habrá que arreglárselas con eso, podemos decir que el mundo en que vivimos esta estructurado únicamente por ese arreglo que hacemos con nosotros mismo y con los otros para seguir soportando los nuevos desafíos de nuestra humanidad, convirtiéndolos en oportunidades para, sintomáticamente, volver a inventarnos, divina o monstruosamente nuevos.
*Psicoanalista miembro de la AMP (ECF)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
[i] Psicoanalista, Presidente de l’École de la Cause freudienne, Francia.