CORONAVIRUS: «Manteniendo vivo el deseo»

Manteniendo vivo el deseo

 

Ana Cecilia González*

 

“Ojalá podamos mantener vivo ese deseo”. Así concluye un texto publicado por Judith Butler[1] hace unos días, en medio de lo que la filósofa norteamericana denomina con acierto “un nuevo tiempo y espacio pandémico”.

No es raro que Butler apele al resorte subjetivo del deseo para ir contra el “auto-engrandecimiento inmoral o criminal” que le achaca explícitamente a Donald Trump. En una segunda lectura, esa imputación le cabe a una ostensible mayoría de sus conciudadanos, del mismo modo que una lectura no superficial de Butler denota su raigambre hegeliana y su transferencia hacia el psicoanálisis.

Ante el vel lacaniano[2], parafraseado como “la economía o la vida”, no sólo Trump ha optado, el menos en un primer momento, por la primera, sino que diversos gobernantes le han seguido en el gesto, movilizando en cada caso los significantes amo que creyeron adecuados según su tradición cultural (Trump invocó el “milagro” que salva al más fuerte, Boris Johnson la muy darwinista inmunidad del rebaño, Bolsonaro se refirió a la “gripecita” y se dio un baño de masas en plena cuarentena, el ministro de salud de Chile espera que el virus devenga “buena persona”, y la presidenta de facto de Bolivia llamó al rezo y el arrepentimiento).

Así las cosas, el texto de Butler bien puede ponerse a cuenta de un tratado sobre la antinomia entre el deseo y el goce. Describe con precisión el goce de la “desigualdad radical” y la quintaesencia del mecanismo segregativo, ejemplificada a la perfección por la gestión privada de la salud en el país del Norte (bien retratada en Sicko, el documental del Michael Moore). Y esgrime como antídoto la tradición “socialista” de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, si bien ensaya una rectificación en clave kantiana: en vez de plantear la cobertura médica como un derecho humano, “¿por qué no entenderlo como una “obligación social”, una que se deriva de vivir en sociedad unos con otros?” Frente al goce de la desigualdad, la igualdad radical.

En efecto, sería “deseable” que la suspensión ocasionada por la pandemia del Covid-19 compeliera a repensar los parámetros de la vida en común. Butler no se engaña al respecto, como tampoco podemos hacerlo quienes estamos advertidos de las paradojas del goce.

Quizás el quid de la frase no radique tanto en el deseo, a menudo impotente ante la voracidad del goce, como en “lo vivo” a preservar. Allí apunta desde hace tiempo el esfuerzo de la filósofa de la performatividad del género: “¿por qué seguimos oponiéndonos a tratar a todas las “vidas” como si tuvieran el mismo “valor”?” Sin embargo, la interpelación no alcanza la rectificación subjetiva, al reintroducir por la ventana lo que echa por la puerta, a saber, la noción de “valor”. El significante es resbaladizo, del valor al precio hay un solo paso. Entonces, una intervención posible radicaría en introducir el corte entre el S1, vida, y el S2, valor. Desenganchado de la cadena, vida es un S1 tan insensato como cualquiera. Tanto como el virus que, al decir de Butler, “no discrimina”. O como la vida misma, ese accidente insensato.

Mientras miro jugar a mi hijito confinados en el limbo de este Gran Encierro, me pregunto que noción es la que hace falta movilizar, y qué nos enseña al respecto la praxis analítica. ¿Contamos con los recursos conceptuales para esta coyuntura? ¿O habremos de inventarlos? ¿Cómo intervenir sin ingenuidad, sin reintroducir la contabilidad ni las exigencias superyoicas? Nada muy distinto, en ese punto, de lo que hacemos todos los días, incluso en éstos excepcionales, cuando escuchamos a quienes siguen sosteniéndose del lazo transferencial, mediante los medios técnicos disponibles.

Sin respuestas, lo único que extraigo de este derrotero es un lapsus calami. Escribí “insensanto”, llegué a verlo antes de corregir, pero sólo más tarde pude leerlo. Hacer semblante del “objeto insensato”[3], y el santo[4] según Gracián, es lo que Lacan nos propuso para la función del analista. Ése es el deseo que nos toca sostener y hacer existir, aún en esta situación extraordinaria, con un horizonte temporal incierto. A ese desafío estamos hoy convocados, y acá estoy, escribiendo para la red Zadig, manteniendo vivo ese deseo.

*Psicoanalista de la AMP (EOL)

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

[1] Butler, J. “El capitalismo tiene sus límites”, 19 de marzo de 2020. Disponible en castellano: http://cosecharoja.org/butler-sobre-el-capitalismo-y-la-pandemia/?fbclid=IwAR3p9lfq7VzkTjALq8T8GqtcM2NVDH9M3dozMUOX6jKBIz8_CbevS6cx9Dg

[2]¡La bolsa o la vida! Si elijo la bolsa, pierdo ambas. Si elijo la vida, me queda la vida sin la bolsa, o sea, una vida cercenada. Ya veo que me están entendiendo”, J. Lacan, El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 220.

[3] J. Lacan, “La tercera”, en Intervneciones y textos II, Buenos Aires, Manantial, 2001, p. 80.

[4] J .Lacan, “Televisión”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 545.

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