CORONAVIRUS: «El biopoder y los confinados de la salud»

El biopoder y los confinados de la salud

 

Francesc Vilà*

 

Hoy día las cosas se dicen y hacen en nombre de la Ciencia. Basta conectar la televisión[1]. Y cuando acontece algo relevante los especialistas hacen de ventrílocuos de los gobernantes. Groucho Marx diría que la pandemia del coronavirus está en buenas manos.

Esta solución silencia argumentos menos simples. Argumentos surgidos de la vida en la comunidad. Deja en stand by conjeturas trenzadas con las paradojas y los agujeros del lazo social. Esta solución prescribe, en situaciones de emergencia como la actual, una nueva condición a los ciudadanos. Pide un esfuerzo más. Los “individuos de controlados pasan a confinados. Todo en nombre de la salud.

Pasó en su día en la psiquiatría y luego en la salud mental.

El Amo que la ordena muta a una velocidad extraordinaria. Gustavo Dessal, en “Inconsciente 3.0”[2], cita “la evidencia Gordon Moore”. El cofundador de Intel afirma que cada dos años el número de transistores de un microprocesador se duplica. El “objeto prisa” de la economía de la información obstaculiza la metaforización del discurso. La voz abduce. Todo se reduce a instrucciones.

Como vaticinó en su día Martin Heidegger, la Ciencia del siglo XX es el modo principal y legitimo para revelar non stop la verdad. Pero poco sabe de lo que anima al poder difuso que proviene de todas partes. En el siglo XXI hay una sucesión paradigmática, este poder se empalma a ella.

Y el empalme hace brouillage[3], ruido. El poder pasa su señal dentro de un mensaje saturado de interferencias que colapsan el canal.

Este brouillage en la conexión Ciencia y Poder genera “un discurso gris”. Michel Foucault advierte de su status nascendi en 1975. A este discurso gris le llamó “biopoder”.

Foucault, en la “arqueología del biopoder”, mostraba lo que su sedimentación y el brouillage impedían entender.

Y encontró algo que, en medio de la pandemia del coronavirus, sitúa un imposible.

 En la Modernidad el poder defendía su “derecho de matar”. En la Postmodernidad el biopoder usa “su derecho de hacer sobrevivir”. Concentra masas lunares de individuos gravitando en “programas y guías clínicas”[4] para residencias de ancianos, centros de día, establecimientos asilares, suburbios, villas miserias, escuelas de alta complejidad, centros terapéuticos monosintomáticos…

Un ejemplo de antaño. Lacan, en “La psiquiatría inglesa y la guerra”, elogia la actuación de “realismo heroico” de Bion y compañía. Leyó, como antes en la guerra civil española lo hizo Francesc Tosquelles, al Freud de “la relación de apoyo metafórico” a los significantes traumáticos de las neurosis de guerra.

Lo contrasta con el “realismo gris” del “vencedor de Verdún”, Pétain. Los ingleses mostraron su ética a Occidente: “no hay vida sin muerte”. La muerte forma parte de la vida.

En estos momentos traumáticos martillean las palabras de François Cheng, “esa muerte, murió en Auschwitz”[5] 

¿Cuál puede ser el reverso del “a sobrevivir”?

 

*Psicoanalista de la AMP(ELP).

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

[1] El periódico El País cita la encuesta 40dB del 17 y 18 de marzo de 2020. El 37% de la población asegura estar todo el rato pendiente de las noticias.

[2] Libro aparecido en la Colección +Otra. Xoroi Ediciones. Barcelona, 2019.

[3] Lacan Cotidiano numero 870 reproduce el magnífico artículo de Guy Briole titulado El discurso gris.

[4] Lacan, Seminario 2. Capitulo XIX, Introducción del gran Otro.

[5] François Cheng, Cinco meditaciones sobre la muerte, es decir sobre la vida. Editorial Siruela. Madrid, 2007.

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