La ética de la ecología

Roger Litten *

En un artículo reciente difundido en Lacanian Review Online (LRO) bajo el título «Nuestro punto ciego», Gustavo Dessal destacaba la sorprendente ausencia de atención a la cuestión del cambio climático en nuestro discurso. Parece como si cuanto más palpable es la evidencia respecto al tema, cuanto más empieza a tomar predominancia, más difícil se haga captarlo y menos capaces seamos de afrontarlo o incluso de saber hablar de ello. La magnitud del problema y la urgencia de encontrar una solución amenazan con hacer que cualquier respuesta sea inadecuada, incluso inútil, antes de que hayamos empezado, como si ya fuera demasiado tarde y estuviéramos persiguiendo una causa perdida. La amenaza que se cierne sobre nuestro planeta y sobre nuestra propia existencia como especie sigue pasando desapercibida.

De los psicoanalistas se podría esperar al menos que supiéramos algo sobre la lógica de la negación y la ceguera voluntaria. Nuestra práctica clínica, así como nuestra formación, nos enseña los diferentes modos de defensa y negación de los que dispone el sujeto humano, bajo las modalidades de desmentida, represión o forclusión. Cualesquiera que sean las condiciones materiales del cambio climático, todavía podríamos tener algo que decir sobre la lógica subjetiva de la negación, que no es simplemente una cuestión de falta de información o de conciencia sobre la situación, sino que implica un más profundo no querer saber nada al respecto, que habita en cada uno de nosotros y que tendría primero que ser reconocido si queremos afrontar esta cuestión.

Casualmente, la difusión del texto de Gustavo coincide con el lanzamiento de una serie de conferencias sobre el cambio climático organizadas y facilitadas por psicoanalistas de orientación lacaniana que reúnen a ponentes de diversas disciplinas bajo el título de «Un esfuerzo de ecología». Este ciclo de conferencias plantea la cuestión de la posible contribución del discurso analítico al desafío del cambio climático. ¿De qué manera nos concierne como analistas, qué podemos aportar a la cuestión y, sobre todo, cómo definir la especificidad de una orientación psicoanalítica al asumir una cuestión cuyos parámetros van mucho más allá de nuestro campo particular? ¿Y realmente necesitamos más palabras bonitas sobre esta cuestión? ¿Seguramente el tiempo de hablar ya ha quedado atrás y lo que se necesita con más urgencia en este momento son más bien medidas prácticas para hacer frente a la forma en que estamos consumiendo tan destructivamente los recursos de nuestro planeta?

En este sentido, resulta un tanto irónico que una de las primeras ponencias del lanzamiento de esta serie estuviera dedicada en gran medida a cuestiones de etimología, y más concretamente a la etimología del propio término ecología. Pascal David rastreó la etimología de este término hasta su raíz en el griego antiguo Oikos, la misma raíz que aparentemente encontramos en el término economía, el antiguo arte de la gestión de los hogares. Dado que proceden de la misma raíz, sería interesante rastrear la divergencia de estos dos términos, ecología y economía, hasta el punto en el que nos encontramos hoy con respecto a la falsa elección entre salvar el planeta y salvar la economía.

Rastreando esta raíz Oikos a través de la serie de términos, hogar, casa, hábitat, David nos llevó a la cuestión de la habitabilidad. La etimología del término ecología nos lleva directamente a la cuestión ética del modo en que habitamos nuestra casa terrestre. A continuación, contrapuso los modos de habitar de las civilizaciones agrícolas según los principios de cuidado y cultivo con aquellos que predominan en las sociedades industriales, que tratan la tierra como un recurso que hay que explotar según los principios de dominación y posesión. Estos dos términos, dominación y posesión, podrían tomarse a su vez como significantes amo de los dos discursos que han dado forma a la era moderna, precisamente los discursos gemelos de la ciencia y el capitalismo.

La interposición de estos dos términos, dominación y posesión sirve también para poner de manifiesto un sorprendente paralelismo entre el modo en que habitamos la tierra y el modo en que habitamos lo que alegremente llamamos nuestros propios cuerpos. Son precisamente las nociones de dominio y propiedad, el habeas corpus, las que enmarcan la experiencia moderna de tener un cuerpo, supuestamente una de las propiedades esenciales del ser hablante. La coincidencia entre estos temas sugiere, a su vez, que podamos revisar la metáfora fundamental que está en juego en las mitologías primigenias de nuestra relación con la Madre Tierra.

Sea cual sea la pertinencia contemporánea de estas referencias mitológicas y edípicas, la propia noción de metáfora pondría de relieve una tercera referencia esencial en este tema del hábitat y la habitabilidad, la de nuestra relación con el lenguaje, fundamental para nuestra condición de seres hablantes, que habitan y son habitados por el lenguaje. Los tres modos de habitar constituidos por nuestras relaciones con el lenguaje, con el cuerpo y con la tierra, podrían entonces proporcionarnos un mínimo marco borromeo para considerar nuestra situación como seres hablantes, así como para articular algunas de las cuestiones éticas ligadas al modo en que habitamos este planeta que es nuestro hogar.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (NLS)

Traducido por Amparo Tomás

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Fuente: https://www.thelacanianreviews.com/the-ethics-of-ecology/

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