Carmen González Táboas*
Ha estallado otra guerra tan demente como todas. Para Walter Benjamin, el ángel de la historia nada puede hacer para detener las sucesivas catástrofes. Esta guerra nos escandaliza porque vivimos anestesiados. La irrupción de Internet en 1985 precedió en diez años al protocolo de Kioto (1997). ¿Qué harían los países industrializados contra los GEI[1]? Nada. El protocolo recién entró en vigencia en 2005. El tema ecológico se instaló –hasta hay niños activistas– el día que la inundación, la pandemia, la lava del volcán, no respetaron a los poderosos. Solo ahí se alborotó el asunto. En cambio, en esta América afro/indo/luso/ hispana[2], llamada latina –¿por qué latina? ¿No fue la ofensa del criollo afrancesado hacia el Borbón español? –, los desastres ecológicos parecen eternos e irremediables.
UNO
LA CREACIÓN DE SUBJETIVIDAD
Para tratar al sujeto, el psicoanálisis se aparta de la comprensión hermenéutica donde habla la persona. El 19/2 Gustavo Dessal decía: “ningún hombre deja de ser un sujeto del inconsciente –incluso si pertenece a los grupos de poder que destruyen la tierra”. Descartes había despejado “el sujeto del acto de pensar” y lo había lanzado al ruedo de la ciencia. Freud lo volvió del revés y vio en ese sujeto la raíz invisible de la sexualidad inconsciente que causaba los enigmáticos padecimientos de sus pacientes. El psicoanálisis es una práctica ética; sabe que ese sujeto inclina la balanza hacia el bien o hacia el mal, cualquiera sea su condición en el mundo. Algunos, frente al síntoma que insiste y se repite, pueden hacer lugar a la pregunta: “¿qué me pasa?”, “No quiero esto. ¿Qué hay en mí que me lleva a donde no quiero ir?”. La mirada del psicoanálisis se extiende a los malestares de las culturas, para encontrar en ellas la lógica del sujeto deseante. Su posición es ajena a todo historicismo y a cualquier profetismo.
El Atlántico se abrió y España se adelantó y poco después el pequeño Reino de Portugal, ambos reinos de espaldas a la Reforma luterana, a las avanzadas de la ciencia, a la nueva idea del Estado. Los virreinatos aportaron formas, maneras, organización, según sus culturas. En 1530 niños mexicas cantaban en los coros polifónicos leyendo las partituras.
Donde el ciego capricho de los dioses se hacía cargo del destino, –fuesen tribus que aún se mantenían en el neolítico, o refinados y ambiciosos Imperios que se habían aniquilado entre sí durante miles de años– la colonización luso-hispana creó subjetividad. Aquí solo hablaré de la América indo-hispana. La evangelización no era una excusa, miles de frailes traían el libro y la palabra; su Dios decía “tú”, lo cual anudaba el amor al deber; nacía la persona, es decir, el lugar sin el cual no se puede concebir el sujeto moderno –fue la primera teología de la liberación. El virreinato hizo pasar la lengua castellana, –la del ser y el amor– y ella envolvió, estudió, alojó otras lenguas, muchas hoy habladas.
DOS
LA ECOLOGÍA Y EL ESTALLIDO DEL PATRIARCADO
El sociólogo Max Weber habló del “desencantamiento del mundo” y de la “guerra de los dioses”. ¿De qué desencantamiento habla? ¿Por qué lo dice un año antes de su muerte? En 1919 Freud, un neurólogo, ponía en el campo de la interrogación de la ciencia la sexualidad inconsciente como causa de las neurosis –inhibición, síntoma, angustia, y todas las formas de la locura. En 1918 el premio Nobel fue para Max Plank, físico nuclear. La nueva física arrasaba la física clásica. Desencantamiento del mundo. En 1921 el Nobel fue para Einstein; el observador humano es excedido por los fenómenos que investiga, por ejemplo, la velocidad de la luz. Cae la idea del hombre como la cima de la creación en la simplicidad teológica de la escala de los seres: el hombre, los ángeles y Dios. Reconstruida Europa, en 1962 el Nobel es para el ADN, código genético. Lacan dice “la espuma religiosa pasó al laboratorio”, también la cuestión de la vida y de la muerte. En 1965 el Nobel de medicina fue a la biología genética. ¡Así se rajó al patriarcado! El óvulo es manipulable. Todo es posible. Ya no se reflejará la humanidad en el mamífero, macho y hembra, padre y madre, procreación, parentescos; pierden pie los juicios de la moral sexual de los monoteísmos, improntas acumuladas por siglos, que sin duda sobreviven. La Centroeuropa del siglo xx no abdica de su centralidad; la ciencia cómplice de la avidez capitalista colabora con las guerras y gana con la destrucción del planeta, mientras en torno a su locura orbitan países, etnias y culturas pobres, asfixiadas en el baño de la hipermodernidad.
TRES
¿QUÉ PASABA EN ESTA AMÉRICA?
Mientras Europa tapaba con premios Nobel sus vergüenzas, esta América oprimida y explotada sangraba. En 1957 Fidel Castro encendía la mecha. La revolución cubana despertaba cierto marxismo cristiano. Después del Concilio Vaticano II (1962), cada vez más obispos, sacerdotes y laicos emprendieron el éxodo hacia “la Iglesia de los pobres”.
Hubo revoluciones y dictadores. Torturas y asesinatos y torturadores enseñados por la CIA. Democratizaciones fallidas. En esta América sobreviven etnias, lenguas, y creencias indohispanas, continente mestizo donde aún hoy, no todo es precio. Es la más formidable e inútil resistencia al actual neocapitalismo. En esta América, los pobres predominaron en las corrientes inmigratorias, no solo europeas. En 1945 se planetarizó la TV, en 1985, Internet. Si la hegemonía criolla católica blanca o mestiza ilustrada ayer aseguraba la segregación (económica y social), hoy adopta los rostros posmodernos o hipermodernos. “Los pobres y oprimidos”, dice Enrique Dussel, no cabían ni en la teoría del marxismo. Bien dice el sociólogo peruano Aníbal Quijano, “la modernidad,el capital y América latina nacieron el mismo día”; pregunto ¿cuándo empezó en esta América el desastre ecológico del que hoy hablamos?
CUATRO
LAS COMPAÑÍAS DE INDIAS
Descubrí que no hubo Compañías de Indias españolas, quizás alguna portuguesa. Que las hubo inglesas, francesas, holandesas. Que cayeron sobre la presa de la América no solo colonizada y dominada, también incluida, también fuertemente atraída por lo que le aportaba –en los más diversos órdenes– la cultura hispana. Que desde 1600, las compañías de Indias venían a explotar, a expoliar (hasta fragmentar la región en treinta países débiles) y a crear miseria. Que los franceses invadieran Río de Janeiro en 1710 es solo un ejemplo menor. Quedó fijada la categoría de “los pobres y oprimidos”. Sin embargo, el abismo de las desigualdades estaba abierto desde que el Reino de España y la poderosa Iglesia se reforzaron mutuamente –Dios y el Rey–; los criollos creaban hegemonía blanca y se volvían ilustrados para enfrentar al Borbón. La teóloga feminista Marilú Rojas sitúa en el mismo nivel la causa de las mujeres y la ecología. La vida cotidiana de las mujeres indígenas –su lugar fundamental– fue dañada por las estructuras patriarcales al servicio del capitalismo feroz y del poder de la Iglesia poderosa, dogmática, patriarcal, la del esencialismo que impone una supuesta naturaleza femenina, en oposición a la Iglesia de los pobres. Hoy, en esta América, las mujeres feministas se solidarizan en una sororidad contra las estructuras patriarcales, abierta a todas las transformaciones, a los éxodos de un sexo a otro, a las nuevas libertades. Esa supuesta sororidad puede volverse –en el feminismo callejero– reivindicativa y violenta. Pero Marilú Rojas busca una epistemología que daría acceso a un Dios/a no dominador, que incluyera la singular energía que define lo femenino más allá del sexo asignado, más allá del binario hombre/mujer. La pregunta por lo femenino está en el centro de la experiencia ética del psicoanálisis, donde la lógica del significante abre en la lógica de los goces las vías de lo femenino, lo que de sí participa del sentir, del creer, del elegir.
CINCO
LA ECOLOGÍA NECESITA UN HUMANISMO ÉTICO
Ni latina ni marxista, esta América es hasta hoy la tierra enajenada y violentada; la familia degradada, la miseria, la droga, el asentamiento, el basural, la enfermedad provocada. La corrupción política y policial. Las democracias débiles. No hablaré de biopolítica ni de informática, todo lo cual atrasa y arrasa. Las utopías comunitarias se desdibujan. Las desigualdades se profundizan. Esta América es la tierra donde el extractivismo, el glifosato, las calamidades climáticas, los basurales, afectan a las pobrezas sin remedio. Parecen no tocar a quienes transitan los caminos de la cultura, de la economía, de la política, hasta que el cambio climático o la pandemia los arroja a todos al mismo desierto. El sincretismo religioso aún sustenta un humanismo ético[3] que se estrella contra el nuevo consumismo, causa del embrutecimiento que sigue a todas las formas de alucinar, robar, poseer, violar, destruir, obtener, los objetos de consumo que se exhiben, imposibles de comprar, pero no imposibles de tener bajo las formas más impredecibles. Las redes del narcotráfico tienen ahí sus paraísos.
A MODO DE EPÍLOGO
¿Qué pasará en esta hora delirante del mundo? Le preguntaron a Aristóteles, ¿quién ganará la batalla de Mantinea? “Ganará el lado donde haya más coraje”. Hoy se dan guerras infames, santas, extractivistas, químicas, de pura destrucción y dominio. Para un psicoanalista lacaniano, como tal, no hay otro esfuerzo de ecología que el de una eticidad que nos permita revisar nuestras creencias, despertar del sueño de lo que nos dan a ver y a oír. Leer en lo que pasa, detenernos en lo que nos pasa. Solo eso.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (EOL).
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
[1] Gases de efecto invernadero.
[2] Dedico a estas cuestiones tres libros: La cita fallida, 1, 2, 3, Buenos Aires, Grama, 2017-2019.
[3] Ver mi: ¿Un humanismo ético? Anotaciones lacanianas, Barcelona, Xoroi, 2021.