Sobre la historia de la virilidad y del psicoanálisis

Mathieu Siriot*

En el Siglo XIX la virilidad consistía en controlar su energía sexual, con el fin de asegurar el éxito reproductivo del coito conyugal. Frente a una baja de natalidad las normas médicas defendían una preservación del esperma, un coito breve y riguroso, y alertaban sobre las desregulaciones sexuales (onanismo, sodomía) que iban contra una descendencia segura y de calidad. Las figuras del padre y esposo, sostenidas por el código civil, constituían los pilares de una sociedad dislocada después de la revolución. En ese momento florecían teorías que explicaban la “anormalidad” en términos de herencia y degeneración. La homosexualidad estaba considerada por los alienistas y los médicos de la época como una “inversión del instinto sexual” (Charcot y Magnan, 1882) o de una “patología de la degeneración” (Krafft-Ebing).

El historiador Régis Revenin, en su texto “Homosexualidad y virilidad”, presente en el tomo II de los tres volúmenes sobre Historia de la virilidad, afirma que Sigmund Freud ha ido más allá del orden biológico que predominaba al final del siglo XIX y establecía que todas las perversiones son formas innatas de degeneración[1] . En el tomo III. La historiadora Anne Carol detalla las concepciones freudianas que han estado a contrapelo de la norma biológico-médica en vigor al inicio del siglo XX. Según la autora, la obra de Freud Tres ensayos sobre la sexualidad, enuncia la existencia de una sexualidad infantil y disocia claramente la sexualidad del imperativo reproductor. El motor de la sexualidad se convierte en la libido, el deseo, tanto en la mujer como en el hombre. Freud rehabilita también la masturbación como una etapa del estadio genital, y considera que cada ser humano está concernido por la bisexualidad[2]. Mas generalmente, añade A. Carol, “la reflexión freudiana coloca la cuestión del inconsciente en la sexualidad, y refuerza el enfoque psicológico de ésta en relación con una visión simplemente biológica”[3]. Separada de la procreación, la sexualidad se asocia entonces al placer, al orgasmo, a los descubrimientos y reivindicaciones de modos de goce diferentes y nuevos derechos. Es el auge de la sexología moderna de mediados del siglo XX.

Según la historiadora Christine Bard, asistimos también en este periodo, gracias al movimiento de las mujeres, a una desvirilización del hombre occidental. Para el historiador Arnaud Baubérot, este movimiento de los años 70, en primer lugar “ha llevado a su término su combate secular contra el modelo patriarcal que tradicionalmente fundaba el orden interno de la familia”[4]. Como consecuencia de las leyes de 1965 sobre los regímenes matrimoniales y de 1970 extendiendo la autoridad parental a ambos padres, progresivamente se ha impuesto la figura del “nuevo padre”, más investido en relación con los hijos. La multiplicación de los divorcios y de los esquemas de recomposición familiar modificaba la célula familiar tradicional y la figura clásica del padre. Desde 1938 Lacan anunciaba la crisis del Padre, y a mediados de los años 70 inventaba el neologismo père-version para designar la pluralización de las versiones del padre. La crítica feminista a continuación se ha encargado de disociar la masculinidad de los estereotipos viriles, mostrando que la virilidad no es un atributo natural del hombre, sino el resultado de procesos educativos y sociales. Las mujeres han hecho resaltar, como dice Lacan, la dimensión de semblante de las identidades sexuales, inherente y constitutiva de las relaciones entre los sexos. Para el psicoanalista francés, se hace hombre o mujer a partir del juego de semblantes que circulan en el discurso corriente, y no según un determinismo natural. Las desvirilización del hombre ha permitido justamente una apropiación y un uso de los semblantes viriles masculinos. Como evoca C. Bard, los movimientos gays y lesbianos han usado a continuación estándares de la virilidad. Pone el ejemplo de los butchs-fems pero también de los punks, o de los drag-kings, que han parodiado y jugado con el look de la masculinidad.

A partir de los años 1990, este impulso a la transformación –“que da el sentimiento exaltante de poder elegir su identidad, de poder jugar con varias identidades”[5]– se encarnará en la formación de nuevos movimientos, que se nombran pro-sex, queer, después trans. Estos movimientos reivindican el borramiento de las categorías habituales de la sexualidad en provecho de otras identidades, es decir la desaparición de toda marca de identidad sexual.

Desde Freud, el psicoanálisis siempre ha estado ligado con su época, pero teniendo un lugar subversivo frente al discurso dominante. El reverso del discurso analítico, decía Lacan, es el discurso del amo[6]. Y eso es lo que hace una práctica y una teoría fuera de normas.

*Psicólogo clínico en París.

Traducción: Elvira Tabernero

Fotografía seleccionada por el editor del blog.


[1] Revenin R., “Homosexualité et virilité”, Histoire de la virilité 2. Le triomphe de la virilité. Le XIX siècle, Paris, Seuil, 2011 p-385

[2] Carol A., “La virilité fase à la médecine”, Histoire de la virilité 3. La virilité en crise? Le XXeme-XXIeme siècle. Paris, Seuil, p.46

[3] Idem

[4] Bauberot A., “On ne naît pas viril, on le devient”, Histoire de la virilité ·3- La virilité en crise? Le XX-XXI siécle, op cit. P.179

[5] Bard C., “La virilité au miroir des femmes”, Historire de la virilité 3. La virilité en crise? Le XXe-XXIe siècle, op.cit. p.129

[6] Lacan J., Seminario XVII El reverso del psicoanálisis. Paidos

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