Punto de capitón

Miquel Bassols*

Jacques-Alain Miller, Polémica política

Textos recopilados por Andrés Borderías

Editorial Gredos, Barcelona 2021

Aquí está, es la conversación analítica que pone en acto aquel axioma lacaniano: «el inconsciente es la política». Este precioso y grueso volumen — 527 páginas — reúne una serie de textos, intervenciones, conferencias, entrevistas, artículos de prensa, conversaciones, entradas de Blog, elogios y diatribas, crónicas y objetos-dardo (objets-dard) de Jacques-Alain Miller producidos durante un densísimo periodo de actividad, desde marzo a junio de 2017. Cuatro meses que supusieron un corte radical, un recomienzo, en el movimiento del Campo Freudiano y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Cuatro meses que significaron una interpretación de la actualidad de la política y del psicoanálisis mismo, un «punto de capitón», título del texto que abre el volumen y también del Seminario que marcó las bases para una nueva época de la orientación lacaniana. Es probablemente su momento de inflexión más decisivo después de Sigmund Freud y con Jacques Lacan, el punto cero de su extensión al campo de la política, con la apuesta y la creación de la red internacional que lleva el nombre Zadig (zero abjection democratic international group). Lo que quiere decir: un llamado para que el psicoanalista esté de manera decidida a la altura de la subjetividad de su época, con todas las consecuencias políticas fuera de las cuales el psicoanálisis deja de ser lo que es como experiencia desde sus principios. Zadig no funciona como un partido político. De hecho, queda excluida cualquier militancia en sus impulsores. No un partido político, pero sí para tomar partido de manera clara en una coyuntura global donde la fractura de la verdad —la verdad, siempre no toda— hace cada vez más difícil una conversación que ponga a cada uno en su lugar de sujeto, de sujeto responsable de su palabra. Tal vez sea éste el principio de la política del psicoanálisis, la política del síntoma, que podemos extraer de la lectura de estas páginas: que cada sujeto se haga responsable de cada uno de los efectos de aquello que dice. Solo que este sujeto no siempre recibe su propio mensaje para saber hacerse cargo de él. Y alguien debe hacérselo llegar de la buena manera. También cuando se trata del político.

¿Podrán los políticos seguir haciendo lo que hacen, diciendo lo que dicen, después de leer —lo que se dice leer— este libro de Jacques-Alain Miller? ¿Podrán también los psicoanalistas seguir iguales a sí mismos en su acción, ya sea en la intimidad de su consultorio como en la plaza pública a la que son, siempre, llamados? Sí, seguramente podrán. Pero al menos se harán, unos y otros por el solo hecho de leerlo, mensajeros de una carta en souffrance en la que se juega el destino de cada político, de cada psicoanalista también.  Por lo que respecta a los psicoanalistas, que se trate del destino de cada uno no sería lo más importante si no fuera porque es en sus manos donde está el destino de su experiencia. Hay que elegir, entonces: o los políticos (partidos o no) o la política (en su sentido más general). O los psicoanalistas o el psicoanálisis. Sí, ya lo dijo Lacan, lo sabemos, pero lean el libro —lo que se dice leer— ¡y verán por qué! Cada página es, entre otras muchas cosas, la consecuencia de una elección. No la elección, no la única, no la única verdadera, pero sí la que mejor se nos aparece hoy para cumplir aquel Wunsch de Lacan: que el psicoanalista esté a la altura de la subjetividad de su época. Pruébenlo al menos: prueben a leerlo y prueben estar a la altura, la de la subjetividad de la época y la de libro, si es que son dos cosas distintas.

¿Qué es, pues, Polémica política?Es la carta robada —carta en souffrance, a la vista de todos, pero escondida a la de cada uno— de la historia del psicoanálisis. Escrita con tinta invisible, pero extendiéndose como un reguero de pólvora, es una línea que empieza con la tesis defendida por el fundador del psicoanálisis: la «psicología individual» es también una «psicología colectiva»[1]. La línea que sigue con Jacques Lacan: «La intrusión del psicoanálisis en la política sólo puede hacerse reconociendo que no hay discurso, y no solamente analítico, que no sea del goce»[2]. Y llega ahora, clara como la luz del día, en esta nueva página que Jacques-Alain Miller abrió en el Campo Freudiano: «Tengo un proyecto: hacernos presentes no solamente en la clínica, en la psicología individual, como dice Freud, sino también en la psicología individual en cuanto que colectiva, es decir, en el campo político. No como un partido político, sino como psicoanalistas que pueden aportar algo a la humanidad en este momento de la o de las civilizaciones. Esta aportación, Lacan lo dijo y lo repitió, él la esperaba, pero no llegó a concretarla. No consiguió la apertura que tenemos nosotros ahora. Él no dio este paso, pero todo su discurso converge en ese punto.»[3]

Leídas ahora estas páginas de corrido, este punto de convergencia parece necesario, incluso inevitable. Y ahora hay que dar el paso, el psicoanálisis debe hacer este «pase» si quiere atravesar el siglo XXI y seguir siendo una práctica de acuerdo con sus principios, una práctica que no quede diluida en el confuso mundo de las prácticas «psi». No es seguro que todos los analistas quieran dar ese paso —es más bien imposible, porque no hay «todos los analistas»—, y hay que leerlos uno por uno. En realidad, a juzgar por varios efectos de esta apuesta —que hace temblar, de hecho, los cómodos asentamientos instituidos—, algunos parecen mostrarse un poco reticentes, temerosos de dejar caer la túnica de Nesos con la que a veces se piensan a cubierto del malestar contemporáneo, la túnica que Lacan igualó a la transferencia, al sujeto-supuesto-saber que encarnan para cada sujeto en la intimidad de su consultorio. La túnica les quema —es lo propio de la túnica de Nesos— y Jacques-Alain Miller no piensa, en estas páginas, aliviarlos de esta quemazón, tampoco de los efectos del resquemor (ressentiment) cuando toma la forma de la famosa «transferencia negativa» en la que suelen cocerse sin saber qué hacer con ella. Polémica política —también la del psicoanálisis mismo — parece querer transformar este ardor en la fuerza motriz del Campo Freudiano para que no retroceda ante lo real de nuestro tiempo. Incluso con una perorata, con una «tirade», cuando hace falta. Y hay varias.

Polémica política es también una carta sustraída al movimiento psicoanalítico y dirigida a la opinión ilustrada cuando debe hacer frente al retorno de los discursos más autoritarios y segregativos, a los discursos que matan. Y es una carta a la espera todavía de llegar a su destinatario, como una botella al mar. Cuando llegue —y una carta, Lacan dixit, siempre llega a su destinatario—, el psicoanálisis tendrá la mejor oportunidad de atravesar el siglo XXI para estar a la altura de la subjetividad de su tiempo, para extenderse al campo de la política donde, de hecho, siempre ha estado, aún sin saberlo, aún sin quererlo. Estar allí sin saberlo, esta es precisamente una de las definiciones lacanianas del inconsciente. Hace falta ahora querer estar ahí, saber estar ahí. Es, se lo piense como sea, una decisión política.

Algún día estaría bien escribir un libro que se titulara algo así como «La fidelidad y sus precios». Polémica Política estaría sin duda a la cabecera de sus referencias, al lado de Vida de Lacan, también publicado en español en la misma colección de la editorial Gredos de la ELP. A veces el precio es el silencio. A veces ese silencio es la interpretación: para volver a leer lo que no cesa de no escribirse… ¡hasta que se escribe!

Aquí está, pues, Polémica política. Por fin, ya era hora para seguir esta vía, esta orientación eminentemente lacaniana. Pero ya era hora desde hace un tiempo, tal vez ya demasiado, al menos desde junio de 2017, fecha del texto que lleva el título «Campo Freudiano, año cero». Este texto fundante es una suerte de proposición al psicoanalista de las Escuelas de la AMP para hacer el paso, una proposición de «pase» de la Escuela-sujeto en el siglo XXI. Si uno lo lee como conviene, no es ningún alivio, es más bien una piedra en el zapato para seguir avanzando en la incomodidad. Y vamos con cierto retraso. Léanlo y lo verán. Pero tal como recordaba Freud citando al poeta: «Si no se puede avanzar volando bueno es progresar cojeando, pues está escrito que no es pecado cojear”. Que sea, pues, cojeando. Pero cojeando de la buena manera.

Nota: los textos de Polémica política han sido sabiamente recopilados por nuestro colega de Madrid, Andrés Borderías, y editados con sumo gusto por Gredos —la editorial que es toda una tradición en el mundo hispanohablante— gracias al buen trabajo de Vicente Palomera, director de la colección.

6 de marzo de 2021

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP)

Fotografía seleccionada por el editor del blog.


[1] Freud S., «Psicología de las masas y análisis del Yo». Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1984, tomo VII, p. 2563.

[2] Lacan, J. Seminario, libro 17, «El reverso del psicoanálisis». Paidós, Buenos Aires 1992, p. 83.

[3] Miller, J.A. «Conferencia en Madrid. ‘Que viene el coco’». Polémica política. Gredos, Barcelona 2021, p.419.

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