Oscar Strada*
La relación del Psicoanálisis con la política y la ideología no es un tema nuevo en la historia del psicoanálisis, es más bien una discusión recurrente, que retorna como todo lo reprimido y forcluido. Retorna como si fuera un real imposible que tratamos de simbolizar. Ha habido múltiples abordajes teóricos y prácticas institucionales que dan cuenta de esta posibilidad y al mismo tiempo ha habido aperturas y cierres institucionales a la formalización de esa relación.
Cuando Freud plantea profesionalmente la teoría de los tres imposibles se refiere obviamente a la relación de imposibilidad de S y a, es decir a lo que separa al sujeto del objeto, y en la necesaria afanisis del sujeto, pero esto parece haber sido entendido en la práctica psicoanalítica generalizada, como una interdicción del psicoanálisis en relación a la política (el tercero de los imposibles) que se expresa en una cierta inhibición o retracción de muchos psicoanalistas a pensar la relación de la práctica psicoanalítica con la política. Creo que esta posición es una función más de la ideología que opera como sabemos, en ese par reconocimiento- desconocimiento, a nivel inconsciente, que hace que se tome como natural lo que no lo es, y cuya causa permanece eclipsada debajo de la barra. No cuestionarse la acción de ese par, es la expresión de cómo funciona la ideología y que afecta a un vasto conjunto de analistas que mantienen aún severas reticencias a poder conciliar su practica con la reflexión política.
Si hiciéramos un breve recorrido histórico podría ser instructivo.
El primer antecedente de un intento de poner en relación el Marxismo y el Psicoanálisis, lo encontramos en la sesión del miércoles 10 de marzo de 1909, registrada en los protocolos de la Wiener Psychoanalytishen Vereinigung con la número 72, bajo la convocatoria de “Zur Psychologie des Marxismus” (sobre la Psicología del Marxismo). (1)
Freud fue siempre sensible a la escucha de estos planteamientos desde su posición más bien conservadora pero no dogmática.
En esa reunión el ponente fue Alfred Adler que tenía relaciones con los círculos de marxistas exiliados rusos, a los que pertenecía su mujer Raissa y que años después trató analíticamente al embajador de la revolución rusa en Viena, según relató León Trotsky.
En su exposición Adler, pone de manifiesto que, en los sujetos, las llamadas “ideas”, no son innatas ni se originan en un sentido moral sino que se construyen a partir de impulsos contradictorios de las pulsiones vitales en la sociedad y que son fenómenos que provocan un estado de afectación que compromete a los individuos sobre las condiciones de su vida. Adler resalta que la labor de Marx fue posibilitar la conciencia de clase en el proletariado y sobre su condición, lo que lo convirtió de alguna manera, en el primer análisis de masas. De este modo Adler expresa su esperanza de que la concordancia de la teoría de la lucha de clases con los resultados de la teoría de la libido pueda resultar esclarecedora, con su exposición.
Inmediatamente, Freud introduce la discusión con estas palabras: “Yo solo puedo ser receptivo a esta conferencia que expande nuestros horizontes…Nuestra cultura consiste en el hecho de que cada vez más observamos que nuestras actividades están sujetas a un desplazamiento progresivo y a la expansión de la conciencia que es lo que mantiene viable y alerta a la humanidad frente al constante progreso de la Represión”.
Más adelante en el camino quedaron disputas y disidencias en el Instituto de Berlín, controversias con Adler, Reich, Alexander, Federn y algunos otros en torno al psicoanálisis y la política.
El Instituto de Berlín nace en 1920 como respuesta a los deseos de Freud expresados en el Congreso de Budapest de 1918, en el que anuncia que el futuro del psicoanálisis es llegar a las clases sociales más bajas y desfavorecidas. Efectivamente en el Instituto de Berlín había una ley no escrita que posibilitaba que no se cobraría a pacientes que no pudieran asumir los honorarios establecidos.
El Instituto de Berlín marca institucionalmente el compromiso social del Psicoanálisis y fue prácticamente la Primera Clínica Psicoanalítica del Mundo (a excepción del breve ensayo que constituyó durante unos meses el Instituto de Budapest).
En el Instituto se creó y funcionó el primer Círculo de Psicoanalistas Marxistas del mundo, con Bernfeld, Fenichel, Erich Fromm, Edith Jakobson y Wilhem Reich entre otros.
También se formaron allí, el bilbaíno Ángel Garma (uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina) y Adelheid Koch y Werner Kempfer que participaron en la fundación de la asociación psicoanalítica de Brasil.
Años más tarde en 1923 se creó el Instituto de Frankfurt caracterizado como la cuna del Freudomarxismo que fue quizá el planteamiento más sólido y orgánico basado en las concepciones teóricas de Hegel, Marx y Freud y en su articulación en las prácticas clínicas y sociales.
A pesar de la prudencia de Freud en 1909, años más tarde en 1915 escribió sus “Consideraciones sobre la guerra y la muerte” tema al que retornó en 1932, respondiendo a una invitación epistolar de Albert Einstein, sobre el “Porqué de la Guerra” en la que se esfuerza por articular el accionar de las pulsiones destructivas y mortíferas subjetivas con un claro manifiesto por la Paz.
No fue ésta una incursión excepcional en la articulación con lo social sino más bien una línea dentro de lo que hoy llamaríamos psicoanálisis en extensión, y que se afirma con Tótem y Tabú, y luego en el Porvenir de una Ilusión, Psicología de las Masas y El Malestar en la Cultura.
En la traducción clínica en los años 50 algunos analistas ingleses y americanos desarrollaron técnicas para tratar las neurosis de guerra incidiendo no solo en la clínica, sino también en la reinserción de los enfermos a la sociedad implementando nuevas políticas pioneras de salud mental, a las que no fueron ajenos Bion y Balint.
En los años 60 en Alemania, los psicoanalistas Alexander y Margaret Mitscherlich, escribieron sus dos obras más notables “Hacia una Sociedad sin Padres”, en las que analizaban los cambios en la estructura familiar de la post guerra y “La Irrealidad de nuestras ciudades” articulando el psicoanálisis con la arquitectura, y las políticas urbanísticas.
En el seno de la organización internacional de los psicoanalistas de entonces, la IPA, y especialmente en Latinoamérica, surgieron en los finales de los 60 y principios de los 70, disidencias de analistas entre ellos algunos didactas, que crearon plataformas que reivindicaban un papel transformador, subversivo y revolucionario del psicoanálisis. Entre ellos estuvieron en Argentina, Armando Bauleo, Tato Pavlovsky, Emilio Rodrigué, Hernán Kesselman y Marie Langer.
La feroz represión de las dictaduras militares de esos años llevó al olvido a esos movimientos apenas diez años después.
De los postulados teóricos con que se nutrían esos movimientos precedidos de una productiva discusión epistemológica, sobresalió como disparador un trabajo de los jóvenes filósofos y epistemólogos de entonces, Jaques Alain Miller y Thomas Herbert (2) en los que explicitaban los conceptos althuserianos de sobredeterminacion, acción de las estructura e ideología, en las ciencias sociales y en el psicoanálisis.
Efectivamente estos destacados alumnos de Althusser y Lacan articulaban la cuestión de la subjetivación como un proceso ligado al concepto de sobredeterminación sustentada en una estructura de descentramiento de las condiciones imaginarias de la ideologización en su función de reconocimiento y desconocimiento, que permitía articular una vez más al inconsciente con las condiciones de producción.
En los años 70 Oscar Massota empezaba en Buenos Aires a articular escritos de Lacan, (al mismo tiempo que se analizaba) con su militancia en el movimiento social ciudadano en una crítica al modernismo en movidas culturales y en un desarrollo de su propia evolución que culminó con la creación de la Escuela Freudiana de Argentina.
En esos mismos años Massota, invitó a Octave y Maud Mannoni a dictar una serie de conferencias para discutir la incidencia del psicoanálisis con la cultura y la ideología que marcaron un hito fundamental en los ambientes porteños.
Entre la desaparición de Masotta, y la continuación de German García ha habido una escasa incidencia en la praxis teórica psicoanalítica en el campo de la ideología y la política, a excepción de los escritos de algunos pensadores como Slavoj Zizek y, por supuesto, los trabajos de Jorge Alemán, con la postulación de una Izquierda Lacaniana y con diversos ensayos sobre el Sujeto y la Política o la crítica al discurso capitalista.
También debemos mencionar una importante y reciente contribución de Miquel Bassols en un par de escritos imprescindibles “Una política para Erizos y otras herejías psicoanalíticas” y “Autoridad y Autoritarismo”.
En el ámbito escolástico e institucional tuvieron que pasar más de ciento veinte años de psicoanálisis, hasta la determinación de Jacques Alain Miller para llegar a formulación del “Campo Freudiano Año Cero”, el 11 de junio de 2017, e impulsar la creación de una red psicoanalítica mundial que llamó ZADIG para que promoviera y asumiera la extensión de la experiencia analítica subjetiva y la condujera a incidir en el grupo social, es decir en la política.
Es verdad que antes de la formulación de Miller se pueden registrar una serie de escritos de autores como Luis Althusser, Jean Claude Milner o Alain Badiou que desde sus disciplinas acentuaron la articulación del psicoanálisis con la ideología y la política.
Asimismo en varios países tanto en Europa como en Latinoamérica varios psicoanalistas han incidido en esta articulación, pero el propósito de este artículo no es historiográfico, sino solo pretende poner de manifiesto que existe una relación histórica del psicoanálisis con la ideología y la política y que esa relación debería encuadrarse hoy en un concepto fecundo que superara el par operativo de Psicoanálisis en Intensión y Extensión y que es el concepto de “Acción Lacaniana” dentro del Campo Freudiano en el siglo XXI.
Este debería ser nuestro compromiso social con una ética del psicoanálisis que no debe retroceder ante el deseo de comprometerse con la subversión del sujeto frente el avance devastador del neoliberalismo salvaje que es la madre de todas las pandemias.
*Psicoanalista. Socio de la sede de Madrid de la ELP.
Fotografía seleccionada por el editor del blog. Placa conmemorativa en la calle Postdamer Straße del barrio berlinés Tiergarten, donde se encontraba el Instituto Psicoanalítico de Berlín. Autor de la foto: Axel Mauruszat.
Traducción del texto de la foto por Oscar Strada:
INSTITUTO PSICOANALITICO DE BERLIN
(Policlínica y Centro de Formación)
Fundado por la Asociación Psicoanalítica de Berlín
Dirigido por Karl Abrahan, Max Eitingon y Ernst Simmel
Financiado por Max Eitingon
El primer Instituto en el mundo para el aprendizaje sistemático del Psicoanálisis como método de Investigación y de Terapia.
“No se pretende disolver todas las particularidades humanas en favor de una normalidad estándar y ni siquiera exigir que los analizantes no sufran ningún tipo de sufrimiento interno”. (Freud 1937).
Desde 1920 a 1928 este Instituto tuvo su sede en la Calle Postdamer nº 29 (hoy Nº 74).
Sponsors de esta placa: Amigos del Psicoanálisis y de los Psicoanalistas. (24.09.2005)
- Freud im Gespräch mit seinen Mitabeiten. Fischer Verlag Frankfurt 1984.
- Jacques Alain Miller y Thomas Herbert. “Ciencias Sociales, Ideologia y Conocimiento”. Ed.Siglo XXI. Buenos Aires 1971.