Javier Terriente*
La izquierda, debe elaborar un plan alternativo, que no se agote en el simple enunciado de unos Acuerdos de Reconstrucción, como un mantra publicitario repetido hasta la saciedad. Más cuando esta derecha, ultraconservadora, extramuros a la política democrática, no está dispuesta a este tipo de acuerdos, ni a ninguno.
La experiencia dice que insistir en ellos es golpear en hierro frío. La derecha está en otra cosa. La única vía pasa por un nuevo proyecto autónomo de amplios consensos sociales y económicos. Difícil pero necesario. Lo que está en juego es el futuro de la España plural y autonómica, con el mundo del trabajo en el centro de las decisiones.
El mundo de hoy poco tendrá que ver con el mundo del mañana. Es de temer que bajo el pretexto de la crisis se reproduzca el antiguo estatus quo anterior a la pandemia: el predominio abusivo y especulativo del sistema financiero y una economía basada en el sector terciario, la construcción y el turismo de masas.
Ello provocaría niveles crecientes de desigualdad social y de desempleo y una precarización laboral y un empobrecimiento vital generalizado, particularmente entre los más jóvenes, mujeres y mayores de 45 años, aún en peores condiciones que antes de la pandemia. Tampoco sería previsible que la salud, la enseñanza y la asistencia social públicas, recortadas y privatizadas a destajo por las derechas, estén ahora en condiciones de evitar o reducir las tragedias de nuevas pandemias.
El sistema parece intocable. La Cumbre Empresarial de CEOE del pasado 18 de junio, certifica un modelo de salida de la crisis basada en la continuidad de los sectores tradicionales, salvo algunos matices: el Estado, una vez más, debe resolver los desafueros de la alianza entre la banca y el capital especulativo que provocó el boom de la construcción, financiando la reconversión de centenares de miles viviendas vacías en residencias rehabilitadas para los jóvenes. Al mismo tiempo, debe transferir cuantiosas ayudas (no préstamos) al sector turístico y a los servicios en declive, y seguir profundizando la (contra) reforma laboral.
La portavocía conjunta de la CEOE, esto es la Santísima Trinidad formada por Amancio Ortega (Inditex), Francisco Roig (Mercadona) y Ana Botín (Banco de Santander), se muestra infalible e invencible. Envueltos en la retórica de la defensa de los intereses supremos de España, Amancio Ortega destaca por su patriotismo, en tanto que fabrica sus tejidos, prendas y confección en China, India o Indonesia, al completo; Francisco Roig, un empresario ejemplar de una cadena de supermercados de referencia, somete a los proveedores, agricultores, ganaderos y pescadores a precios tercermundistas, abusivos y fuera de convenio; y, por supuesto, en la cúspide, sobresale la ética irreprochable de Ana Botín, al frente de un Banco comprometido en un sin fin de operaciones inmobiliarias catastróficas (y mobiliarias) alrededor del mundo, a veces oscuras o de dudoso origen (paraísos fiscales).
Nada nuevo. El Estado, hay que insistir, nosotros, paga los platos rotos de los abusos de unas clases empresariales rapaces, que se niegan a pagar más impuestos. Por el contrario exigen reducirlos, aun siendo los más bajos de Europa occidental, y claman además porque se liberen ingentes recursos (nuestros) para taponar sus desafueros.
No hay otra alternativa que la ampliación/subida de impuestos para afrontar la reactivación económica y avanzar en la gestión pública de los mismos. Es, por tanto, claramente insuficiente la apuesta inmediata de la Moncloa por el turismo y el automóvil, una opción que tiene un doble filo: salva la actividad de ambos sectores (20% del PIB), a corto plazo, pero prolonga indefinidamente dependencias indeseadas a medio/largo plazo con sectores pendientes de una urgente y profunda reconversión. Por otro lado, la otra apuesta, el fomento de las nuevas tecnologías y el medioambiente, serán insuficientes si ello no va vinculado a un nuevo modelo global de desarrollo más solidario y más sostenible.
A eso apunta la inversión de 150.000 mill. en los próximos dos años, en su mayoría procedentes de Fondos Europeos, sin intereses, y saboteados por el PP y los conservadores europeos, que el Ejecutivo prevé invertir en nuevas reformas estructuradas en seis capítulos: 1.-Transición ecológica (energías renovables, movilidad sostenible, la eficiencia energética y la construcción; 2.- Reindustrialización en base tecnológica en I+D+i; 3.- Empleo y Formación; 4.- Servicios públicos (prioridad para la sanidad, la educación, modernización de la Justicia e infraestructuras); 5.- Ciencia (alcanzar un 2% del PIB); Economía rural (combate contra la despoblación e inversiones en el sector agro alimentario).
Ya veremos. Paralelamente, cien expertos de un amplio espectro profesional e ideológico, convocados por el gobierno, están redactando un Plan España 2050. No está claro, cuál será el tratamiento de las pensiones, el mercado laboral y sectores como el turismo y la construcción. En ningún caso, ningún plan diseñado en el estado de alarma puede convertirse en la puerta trasera de un nuevo virus de control social, absoluto y arbitrario, ni en un pretexto para el desmantelamiento de los poderes legítimos. Por el contrario, hay una exigencia social y política urgente: construir nuevos consensos en torno al reforzamiento y la ampliación del Estado Social de Derecho, que supere las desprotecciones e involuciones del pasado.
Sobran las conductas individualistas, egoístas y agresivas, las new fake potenciadas por una derecha insaciable, el lado oscuro del confinamiento, en contraste con la capacidad de sacrificio del personal sanitario, transportistas, cuidadores/as, pymes y trabajadores de servicios…y de la gente recluida que bailaba y cantaba Resistiré desde las ventanas.
*Activista político
Fotografía seleccionada por el editor del blog.