Luciana Fracchia Sardi*
Como viene sucediendo en la era post-coronavirus las magníficas calas de las que disfrutamos los vecinos del Cabo (Huertas, Alicante), se han convertido en las nuevas disco-pub de los jóvenes de Alicante a últimas horas de la tarde; escondidas de toda custodia policial y con un ambiente animado al son de la música, latas y botellas variadas, alimentos y demás hierbas, las diversas “zonas” se encuentran ambientadas con cómodas sillas y mesas traídas por el gran público.
Comienzo contando esta historia porque me sorprendo haciendo running por la zona; con un grupo de púberes ya dispuestos a abandonar el lugar, dejando atrás a orillas de nuestras actualmente impolutas costas, una “silla de comedor” y algunos envases plásticos… Interrogándoles obtengo por respuesta; un “no son nuestras”, antes de retirarse. Dicho esto, interrumpo mi recorrido, pensando “alguien tendrá que hacerlo” y vuelvo a recoger los plásticos -que acerqué a una papelera a no más de 10 metros de distancia- y muevo la silla junto a una segunda compañera que encontré más al abrigo del monte, donde no pudiera ser comida por las olas del mar. Esta escena me sugiere las siguientes preguntas:
¿Hemos aprendido algo de esta Pandemia Mundial?
¿Son estos jóvenes ciudadanos los únicos responsables de no haber entendido nada de todo esto?
¿Nos hemos convertido en simples ovejas del rebaño que se quedan en casa cuando se les ordena y salen de casa -sin pensar- cuando se le permite?
Ante los vertiginosos sucesos actuales, cabe preguntarse de qué sirve un Estado de Alarma, el confinamiento y la mascarilla obligatoria, si no somos capaces de que nuestra sociedad se pregunte algo sobre su implicación en esta nueva realidad – como prefiero llamarla – que estamos viviendo. Así como de qué forma podríamos elaborar nuevas políticas activas que posibilitaran a los ciudadanos -más que a cumplir ordenanzas desde el miedo a la multa- aportar nuevas ideas y soluciones válidas para construir, entre todos, nuevas formas de vida.
Todas las implicaciones del lenguaje y de la palabra se ponen en juego, ya desde el momento en que se impone la idea de una nueva normalidad. Cabe preguntarse, de hecho, a qué nos referimos cuando la citamos, sino a una forma de decir que nuevas políticas públicas marcarán nuestros usos y costumbres en adelante con la ayuda de las nuevas tecnologías. La biopolítica funcionando “en favor” de nuestra salud sin duda. Pero ¿de qué salud estamos hablando? De la salud física pura y dura, eso está claro.
Sin embargo, la promoción de la salud tal y como la recoge la OMS, se entiende como aquellas políticas que permiten que “las personas” tengan un mayor control de “su” propia salud. Podríamos pensar que el hecho de que las personas tengan un mayor control de su propia salud tiene alguna relación con darles la responsabilidad de sus propias vidas. Punto de encrucijada fundamental en el que se juegan distintos asuntos a tener en cuenta (en los que no entraré ahora), sino en uno que me es de especial interés: El eje de la relación en el que la responsabilidad de uno queda absolutamente comprometida con la salud del otro y, por carácter transitivo, del conjunto del cuerpo social.
Entiendo que una parte importante de la sociedad considera que tal vez la otra parte no cumplirá los requerimientos sanitarios necesarios para el bienestar de la sociedad si no se regula por ley. Asunto que efectivamente no es fácil de desentrañar cuando pensamos en el caso por caso, pero que se hace un poco más comprensible si seguimos la orientación de lectura de lo que Jacques-Alain Miller plantea en Sutilezas analíticas[1], como una progresiva tendencia a la unificación de la humanidad a formar un todo ante las pandemias, que el estado de civilización facilita por el desarrollo de la industria del transporte. Allí explica que dicha progresiva unificación en vías de formar Uno, un todo, tiene su fundamento, tanto más cuanto que el bienestar de cada uno se presenta como la condición para el bienestar de todos. Cosa muy comprensible pero que, no obstante, deja una sombra de duda tanto mayor cuanto más rígida es la normativa.
En cuanto hay que acatar una determinada normalidad, se abre la pregunta de si acaso podemos garantizar, por sólo dar un ejemplo concreto, que aquél que lleva la mascarilla obligatoria, la lleve limpia o haga un buen uso de ella; de si acaso puede el funcionario público entrar en los domicilios de los ciudadanos de a pie, para controlar que los procedimientos indicados sean seguidos según los protocolos. Notar que digo procedimientos indicados y no recomendados, lo cual tiene todas sus implicaciones subjetivas.
Entonces, siguiendo a Jacques-Alain Miller me pregunto si no sería mejor involucrar a la sociedad más que desde la obligación a adecuarse a una determinada normalidad con la que no necesariamente se identifica por diversos motivos singulares, desde la identificación al Uno-todo social que comparte una nueva realidad, que no es normal para nadie, pero que sí es nueva y cada cual la vive desde su propio modo de existir.
Un principio de respuesta, como parte de este Uno-todo social en el que estamos absolutamente concernidos, es que, desde esta nueva realidad, sabemos que hay multiplicidad de modos de colaborar, de los cuales nadie podrá seguir todas las recomendaciones. Pero en cambio, sí creo posible, que cada uno pueda ir encontrando soluciones singulares que aportar al conjunto. Para lo cual habría tener en cuenta la opinión del ciudadano, no solamente en forma de encuestas. Deberíamos pensar en hacer de cada ciudadano parte activa de una solución más global. Desde las escuelas, las universidades, pero sobre todo desde políticas sociales activas, en las que dar opciones a la libertad creativa.
Encontrar la manera de funcionar como partes de un todo, dándole voz a la capacidad de invención de nuestro cuerpo social, podría ser según mi opinión, no solamente sostén de toda innovación para nuevas formas de vida más acorde a nuevas épocas y nuevas realidades, sino también, la mejor forma de prevención y promoción de la salud de todos.
*Psicóloga, Psicoanalista en Alicante.
Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Faro del Cabo de las Huertas, Alicante)
[1] Sutilezas analíticas. Los cursos de Jacques-Alain Miller. Cap.XIX, Nada es sin goce. Pág. 281. 1ª ed. 2ª reimp. – Buenos Aires: Paidós, 2014.
Excelente análisis, tanto de la situación actual de Pandemia, cómo de la situación actual como humanidad. Que evidentemente tienen relación directa, acentuándose la misma, en una crisis sanitaria mundial.
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