Nece (si) dad de sentido
Jaime Cortés Figueroa*
Desde hace una semanas, a poco que se han relajado las medidas de confinamiento, hemos podido ver en varias ciudades españolas cómo grupos de personas salían a las calles con el reclamo hacia el gobierno de “Libertad”.
¿Qué significado asociarán a este significante cualquiera?
Llevamos meses en los que nos hemos visto asaltados de improviso, por algo desconocido, insignificable, apabullante por sus efectos y consecuencias. Al espanto producido por cada uno de los fallecidos que perdían la vida solos, sin posibilidad de contacto con sus familias, se unía la extrañeza de sentirnos en el interior, en cada casa, sin un exterior que visitar. Un escenario vacío con los camerinos llenos. Todos con ganas de actuar nuestro papel, de disfrutar de un argumento, que en otras ocasiones nos ha podido parecer tedioso y repetitivo.
Esta interrupción súbita de nuestra forma de vida, aunado con el despertar que trae consigo cada primavera, ha podido suponer en muchos de nosotros frustración. Una cierta pérdida de lo que solíamos hacer, ya fuera las cañas en las terrazas, visitas a los museos, o el partido de baloncesto con los amigos.
Este virus ha demostrado ser un anti-todo sin antídoto. Y por más que se empeñen algunos, sin “sentídoto”. Ni conspiraciones de oriente, ni la busca de un chivo expiatorio son salidas éticas de este atolladero.
En esta adaptación a esta nueva vida, es fácil pillarse en un intento de renuncia, de anhelo de lo que antes se podía realizar, pero ante tal tentación del deseo, la gran mayoría actúa con sensatez y prudencia, sabiendo que lo que se juega es nada menos que la vida.
Otros han acudido a un manantial habitual de sentido en el que suelen abrevarse, la bandera. Para ser más concretos, su bandera, que si hubiera que definirla por la utilización que le dan, bien podría tratarse de un contrato de goce, del suyo propio, de un manifiesto de odio ante los que muestran lo distinto. Un ataque a la singularidad, en donde solo cabe su goce propio, no abierto a negociaciones. Es una bandera ajena a la sociedad, de tejido impermeable, incluso en momentos extraordinarios como los que vivimos. Bandera ciega, es-tupido velo que cubre lo inabarcable, dejando fuera incluso a muchos de los que están dentro.
Esa no es la bandera de un país, sino el instrumento con el que camuflar un enfado “ciegoísta” y cobarde.
Hay sentidos que son necesarios, ficciones que nos permitan pender de un hilo en momentos extraños, que hagan lazo social, que permiten una acomodación a las singularidades, una suerte de mínimo común denominador.
Hay otro sentidos que dividen, peor aún, que truncan, que eliminan lo distinto.
Nos merecemos algo mejor
No s(m)e… recemos algo mejor
Nos merecemos, salgo mejor
*Socio de la sede de Madrid de la ELP
Fotografía seleccionada por el editor del blog.