Notas sobre ciencia-ficción en tiempos del acontecimiento-Corona
Mabel Graiver*
«Para mí la sola ciencia verdadera, seria,
a seguir, es la ciencia-ficción».[i]
Hace unos pocos días, en los días de confinamiento, ante las imágenes de ciudades desiertas, el anonimato de médicos y enfermeras bajo sus máscaras, la posibilidad – por lo menos en Israel – de ubicación de cada movimiento de los ciudadanos por medio de sus Smartphones, más de una vez alguien, yo misma, dijo sentirse vivir en una película de ciencia-ficción. Casi no leí ciencia-ficción pero siempre estuvo allí, como un eco de elecciones de aquéllos en el campo del amor.
Le preguntan a Lacan acerca de la ciencia-ficción[ii]. Dice: «Existe una diferencia entre la ciencia-ficción y el hecho de caminar sobre la luna: fuimos realmente, allá-arriba… sin ciencia, no existe la ciencia-ficción. El vasto desencadenamiento del saber-hacer (pero no sin que importe cuál) ha encadenado la ciencia-ficción. Pero, esa relación no es simple, porque ésta no es tomada en serio.»
Lacan prosigue: «¿Qué es la novela de ciencia-ficción? No lo sé. Leerla, entonces decirla, no tengo el tiempo. Pero ciertamente, la ciencia-ficción gira en torno al caldero del inconsciente colectivo, acerca del cual testimonia sólo una cosa en el mundo: cada lengua. Pero, este inconsciente, ¿cómo atraparlo? Es alguna cosa que se produce en cada uno, que haya ciencia-ficción o no. No es por azar que a continuación de ciertas mezclas, hayamos llegado a lenguas caracterizadas por juegos de palabras, equívocos, por lo cual hay un testimonio de la consistencia de un inconsciente colectivo… la ciencia-ficción no puede constituirse sino por lo que la excluye, porque, en fin, es sorprendente que ella no sirva sino para expresar estructuras inconscientes absolutamente particulares… la ciencia-ficción es el misterio del ser hablante».
Phillipe Sollers propone una vía para lo que sería una verdadera ciencia-ficción: «que sea una experiencia de escritura que haga el trayecto mismo de la exclusión del sujeto fuera de la ciencia».[iii]
En 2012 en una entrevista en Buenos Aires, Eric Laurent dice que encontró a Freud muy joven y que leyó Freud de la misma manera en que él y su generación leían ciencia-ficción. Freud como una versión de la ciencia-ficción. ¡Qué extraño!
Eric Laurent dice así: «Encontré a Freud cuando tenía 15 años. Tenía un interés en seguir las novedades en los libros de bolsillo que salían con bastante frecuencia en esta época. Era el inicio de la difusión masiva de esos libros de bolsillo. Y la obra de Freud salió en la Pequeña Biblioteca Payot, que era una serie en la cual se podía encontrar «La interpretación de los sueños», fue el primer libro que me captó, y después salieron los ensayos sobre la sexualidad, la introducción al psicoanálisis, fueron textos del primer Freud que captaron inmediatamente mi atención como algo que era llamativo porque era un saber que no se enseñaba en el colegio, era un saber otro, era un saber que era más bien de la época. Para mí no fue un Freud histórico, era realmente un Freud de la época, porque el acceso al saber de Freud era muy contemporáneo, era muy de este momento de difusión. El acceso a Freud no era a través de una institución, no a través de los cursos universitarios de Psicología. Era realmente un descubrimiento debido a este acceso directo. Precisamente uno de los encantos del internet es este contacto, sin pasar por una mediación institucional, con saberes múltiples. Uno tiene una biblioteca universal realizada y que da un acceso a textos, a comentarios, sin pasar por una mediación institucional. Y esto se realizó en lo que existía en el inicio de los años ’60 con la difusión de los libros de bolsillo. Y la existencia de librerías abiertas, interesantes, con una multiplicidad renovada de libros. Estos lugares existen hoy en día cada vez menos. Hay menos librerías y hay más bien supermercados de libros. Si hubo una mediación institucional en este encuentro con Freud, fue con la librería como institución. Es decir un modo de difusión del saber universal mediatizado por quién podía aconsejar un libro u otro, que me conocía porque yo tenía el afán de la lectura y de los libros y me aconsejaba sobre lo que probablemente me podía interesar. Fue el encuentro, si se puede decir, generacional al mismo tiempo que singular. Generacional a través de la institución que existía en esta época. Creo que ahora para un joven de mi edad entonces, probablemente pasaría por el acceso a Internet y las investigaciones, buscando lo último que sale en un tema y encontrando así sus propias referencias. Este encuentro era muy personal pero es verdad que al mismo tiempo existía el efecto generacional, que hacía que se podía hablar de esto con los compañeros que estaban interesados. Lo curioso es que en la pandilla de amigos, Freud entraba en una conversación que se centraba en lo nuevo del lado de las ciencias humanas, una conversación se puede decir sobre la ciencia-ficción que era algo que nos apasionaba, y entonces Freud era una versión de la ciencia-ficción. Era precisamente un Freud que comentaba los sueños que teníamos pero como algo actual, de la misma manera en que por ejemplo Asimov, en una gran novela de ciencia ficción que se llama «Foundation», que es la fundación de una comunidad, comentada por el fundador a lo largo de los siglos. El ha depositado en un lugar secreto un comentario de lo que iba a pasar y entonces cada vez que hay una crisis institucional, se va a escuchar lo que es como una predicción. «Fundación» es al mismo tiempo un delirio paranoico de esta previsión absoluta y un comentario de «Un mundo feliz» de Aldous Huxley. Precisamente no pensar que era una pesadilla, sino que un saber sobre las ciencias humanas podía ser compatible con la historia. Y esto era la apuesta de Asimov, con un libro que era hegeliano y anti-hegeliano al mismo tiempo».[iv]
Jorge Luis Borges escribió en los últimos días de otoño de 1954 un prólogo a la traducción al castellano de The Martian Chronicles de Ray Bradbury, publicado en 1950. Crónicas marcianas apareció en 1955.
Tomaré algunos puntos de este prólogo. Borges habla de tres obras. Una de Luciano de Samosata del siglo II, la segunda de Ludovico Ariosto del siglo XVI. La tercera, escrita en el siglo XVII, de Kepler – Somnium Astronomicum.
«Los dos primeros [viajes imaginarios]… son invenciones irresponsables y libres y el tercero está como entorpecido por un afán de verosimilitud. La razón es clara. Para Luciano y para Ariosto, un viaje a la Luna era símbolo o arquetipo de lo imposible… para Kepler, ya era una posibilidad, como para nosotros… Por su carácter de anticipación de un porvenir posible o probable, Somnium Astronomicum prefigura, si no me equivoco, el nuevo género narrativo que los americanos del Norte denominan science-fiction o scientifiction y del que son admirable ejemplo estas Crónicas... ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo «fantástico» o a lo «real»…En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street.»[v]
Sí, este Kepler del cual habla Borges es el Kepler matemático y astrónomo. Su rigurosidad le permite a Borges identificar en esta obra de Kepler el comienzo de la ciencia-ficción, cuando acostumbramos pensar que comienza con Jules Verne y George Wells a fines del siglo XIX. La elección de Borges nos interesa y nos enseña. Exactamente en el mismo momento en que nace el discurso de la ciencia y con él la separación de la naturaleza de lo real, nace también la ciencia ficción. Ella recoge ese sujeto que la ciencia rechaza. La ciencia ficción participa de la misma lógica de la producción del sujeto, lo que el discurso de la ciencia rechaza.
Ese saber sobre las ciencias humanas, un saber que puede ser compatible con la historia, es el saber que atañe al sujeto. Un saber nuevo que toca al sujeto de la ciencia, el sujeto como rechazado del discurso de la ciencia. Es lo que decimos cuando decimos que «el sujeto del psicoanálisis es el sujeto de la ciencia».
Desde que comenzó a perfilarse el acontecimiento-corona, yo, otros, amigos – sin duda, cuestión generacional – hemos dicho que nos sentimos como viviendo en un film de ciencia-ficción. ¿No es una manera de decir que cada uno sufre por ser rechazado del discurso común, el discurso epidemiológico? Eso se siente, estamos en la ciencia-ficción, es una cierta nominación del acontecimiento.
*Psicoanalista. Miembro de la AMP (NLS).
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
[i] Lacan J., «1974, Jacques Lacan, entretien au magazine Panorama», La Cause du désir, n088, 2014, pág. 171 (traducido por M.G.).
[ii]Lacan J., «Interview de Lacan sur la science-fiction», La Cause du désir, n084, 2013, pág. 8 (traducido por M.G.).
[iii]Citado por Delaure A., «Science et fiction», La Cause du désir, n084, 2013, pág. 57 (traducido por M.G.).
[iv] https://www.youtube.com/watch?v=GYWymDG9UMg&t=220s
[v] Borges J.L., «Prólogos con un prólogo de prólogos», Obras Completas IV, EMECE, 1996, pág. 28.
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