CORONAVIRUS: «¿Todo irá bien?»

¿Todo irá bien?

 

José R. Ubieto*

Las emergencias -catástrofes naturales, atentados o pandemias como la actual- siempre hacen aparecer actitudes y sentimientos diversos. El optimismo suele ser más políticamente correcto que el pesimismo y es por eso que no dejamos de enviar memes y mensajes que apelan al “todo irá bien”, “resistiremos” o “esto lo vamos a vencer”. El pesimismo, teñido de angustia, lo reservamos para nuestra intimidad o para los más cercanos.

Esta apelación es lógica por la necesidad que tenemos de poner buena cara al mal tiempo, pero también porque vivimos en una cultura donde ser optimista y feliz es un imperativo, una obligación más que una oportunidad. Incluso tenemos líderes, como Trump o Johnson, que hacen del optimismo (combinado con cinismo) un rasgo de carácter y signo de su radiante narcisismo. Ellos son The Best One. Su “éxito” radica en que, al igual que los gurús de la autoayuda, borran toda imposibilidad, cualquier obstáculo. No les importa si deben saltarse unas cuantas normas. Los muros son para los otros, para ellos Nothing is Impossible.

Freud tenía otra idea. Como le dijo a su amigo, el pastor Pfíster, «el optimismo es un presupuesto, el pesimismo un resultado». Otra manera de decir que la vida nos confronta a nuestros propios límites, los de la naturaleza, del cuerpo y del vínculo con los otros. Coincidió con Kant en que educar y gobernar son tareas imposibles, y añadió el curar. Imposible no hay que tomarlo como lo que no se puede realizar, sino como aquello que no tiene una solución garantizada. Ningún maestro/a, ningún político/a o ningún/a psicoanalista disponen del manual de instrucciones que les solventaría cualquier dificultad. Necesitan arriesgar un acto para el cual no hay garantías, a veces funciona y otras no. En cualquier caso, no se puede anticipar con precisión matemática.

Pero, justamente porque son tareas imposibles hay margen de maniobra, no todo está escrito ni decidido. Hay, eso sí, que asumir ese axioma de entrada, lo cual permitirá hacer lo posible en cada situación. El otro supuesto, el de la omnipotencia, solo nos conduce a la impotencia, no a la potencia.

De allí, que en estos tiempos convulsos mejor ser un pesimista advertido. Advertido de que la vida nunca es a riesgo cero y que cada tropiezo implica algo irrecuperable, si bien da la oportunidad de hacer e inventar otra cosa en ese vacío. Advertido de los límites del cuerpo, que puede ser parasitado por un extraño; del planeta en el que habitamos, cuya sostenibilidad tiene un límite; de la avaricia, que desemboca en desigualdades que generan graves conflictos sociales; o de la voluntad de dominio y abuso que mata vidas e impone coacciones a mujeres y niños.

Un pesimista advertido sabe que el primer deber del ser humano es vivir y evitar toda ilusión que lo dificulte. Todos necesitamos ilusionarnos, eso no es un problema mientras no hagamos de ello una religión, mientras no deleguemos en esas ilusiones la potencia que nos falta. Algo de eso ocurre ahora con las tecnociencias, a las que atribuimos superpoderes.

Ese pesimista apuesta, para vivir, por el encuentro con los otros como la mejor fórmula para compartir la alegría cuando surge. Lacan llamó a esto “el secreto de la alegría”. Frente a las contingencias que lo real nos depara –en este caso la Covid-19- hay que inventar y encontrar en ese impasse “la fuerza viva de la intervención”. No se trata de ilusiones, sino de aquello que cause nuestro deseo de vida y que no funciona en solitario. Es la apuesta de que algo (nos) irá bien.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (ELP).

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Una respuesta a “CORONAVIRUS: «¿Todo irá bien?»

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s