CORONAVIRUS: «¡Otra vez sopa!»

¡Otra vez sopa!

 

Ana Cecilia González*

 

 

Fronteras porosas

Quizás en Vincennes, pensaba Lacan, la filosofía podría despertar de su sueño eterno[1], aunque solo fuera de modo particular. Lo que entonces denominó “antifilosofía”, plantea Eric Laurent[2], es un instrumento de análisis del pensamiento contemporáneo, la evaluación de su estado actual, teniendo en cuenta que detrás de los debates morales –y también políticos, añadiría– está la ignorancia del goce. Cabe agregar que esa ignorancia no lo hace menos palpable, al contrario, permite ubicar, en el estilo y las líneas de fuerza de cada pensador, lo que empuja el trabajo de escritura. Así lo demuestran una serie de textos acerca de la pandemia Covid-19, escritos por los más célebres filósofos contemporáneos, y compilados bajo el sugerente título de “Sopa de Wuhan”[3].

Recientemente, a propósito del tema del XII Congreso de la AMP, un volumen[4] dedicado a explorar lo que sueñan los niños demuestra por diversas vías y variadas plumas, la “porosidad” entre sueño y fantasma. La Sopa de Wuhan, por su parte, es un buen punto de partida para explorar otra frontera porosa, la del fantasma y la teoría.

Freud lo captó con la noción de “teoría sexual infantil”[5], que conjuga raíz pulsional y creación de sentido – ya sea ad hoc o prêt à porter– en torno a la relación sexual que no hay. Pero también puede seguirse la pista en el artículo sobre el creador literario y el fantaseo. La diferencia entre juego y fantasía radica en el apuntalamiento de aquel sobre “cosas palpables” [6] –Freud dixit. Homólogamente, la diferencia entre teoría y fantasía habría que situarla en el apuntalamiento de la primera sobre determinados hechos de la “realidad efectiva”, y en el gesto de comunicarlas, en lugar de avergonzarse y mantenerlas ocultas. También, es de destacar la función de consolación atribuida a la fantasía. Una tercera y última referencia: en esta coyuntura que reúne, con alquimia despiadada, las tres fuentes de sufrimiento señaladas por Freud –caducidad del cuerpo, hiperpoder de un real mal vestido de Naturaleza y regulación de lo vínculos– “la sublimación de las pulsiones presta su auxilio”[7] para obtener una ganancia de placer del trabajo psíquico e intelectual. El hecho de que la red se haya convertido en paradigma del intercambio y último refugio, atizó el fuego de la marmita.

¡A la mesa!

La mesa estaba servida, pues, y cada pensador que se jacta de tal se lanzó sin dilación –es necesario destacar ese matiz temporal– a ofertar su platillo favorito. Puesto que la filosofía, a excepción de la aforística, se vale de una argumentación elaborada y extensa, la reducción permite sazonarlos con una pisca de ironía.

No es de extrañar que la entrada corriera por cuenta de Slavoj Zizek, bajo la forma de un libro que ya está a la venta bajo el original título de Pandemic!. Acorde con su inclinación, el filósofo esloveno quiso ver en la crisis ocasionada por la Covid-19[8] , la oportunidad para el triunfo del comunismo, y acorde con su cinefilia, comparó el virus con el golpe mortal de Beatrix Kiddo en Kill Bill, asestado, claro está, contra el capitalismo  –y como se dice en Argentina “no hay remate”, es decir, el chiste acaba allí–.

Freud afirmaba que cada uno de nosotros se comporta hasta cierto punto como el paranoico[9] cuando corrige algún aspecto insoportable del mundo mediante una formación de deseo, e introduce este delirio en la realidad objetiva. Lo que Zizek muestra es la operación inversa: que la contingencia de los hechos puede venir a corroborar teorías y/o fantasmas preexistentes. Una mujer a la que escucho desde hace un tiempo, quien ya vivía confinada y presa de ideas hipocondríacas, hoy se siente a la vanguardia y anuncia exultante: “¡Yo, hace años que abro las puertas con los codos”!. Así, el mundo le ha dado la razón a más de uno.

En el otro extremo, y para no faltar a la cita del intercambio al modo amo/histérica que, dicho por el propio Zizek, ambos encarnan hace ya un tiempo, Alain Badiou aporta el trago amargo: el mundo no solo no devendrá comunista, sino que hace falta criticar la idea “de que fenómenos como una epidemia se abran por sí mismos a cualquier cosa políticamente innovadora”. En el contexto francés, dice, sólo puede esperarse la salvaguarda de la burguesía y ulteriores cuestionamientos a la salud y educación pública. Dicho de otro modo: que no se ilusione Walter Benjamin desde el más allá, sigue sin haber freno para este tren desbocado, la pandemia implicaría tan solo un alto para tomar envión.

Para anuncios agoreros, ninguno cayó tan pesado como el de Giorgio Agamben, quien con toda certeza vio “la invención de una epidemia” como un recurso ultrapoderoso para imponer el Estado de Excepción global, inclinándose entonces por desoír las advertencias de los expertos sanitarios y la prensa inductora de psicosis colectiva. En pocos días, apenas unas semanas, la magnitud de la tragedia acaecida en Italia debería haberle dejado, como a tantos, mudo de espanto. Pero no fue así. A 14 de abril de este ominoso 2020, continuaba hablando de “un riesgo que no es posible precisar”[10] como justificación para haber cedido en principios éticos fundamentales. Antes de eso, lo había interpretado Jean-Luc Nancy, quien, recordándole su consejo de antaño –no someterse al trasplante de corazón indicado por los médicos, que le dio una larga sobrevida– le espetó que lo verdaderamente viral es la excepción que cada quien encarna ciegamente. Falacia ad hominem, clamaron algunos, y sin duda tenían razón, pero Nancy dio en el punto. Hay también un goce del vaticinio y muy particularmente del que anuncia la catástrofe y/o la decadencia generalizada, que hoy podemos constatar a diario, devenido un clamor ensordecedor.

Por lo demás, Agamben no está solo en la empresa, otros se suman al mantra que eleva la biopolítica a axioma del jouissens del siglo XXI. El filósofo de origen surcoreano Byung-Chul Han se deleitó con la metáfora inmunológica y quiso ver la coyuntura como prueba de un probable triunfo de la receta tecnófíla y totalitaria a la oriental, frente al viejo estofado europeo, con un modelo estatal obsoleto y poco dispuesto a ceder libertades individuales.

Bifo Berardi, en cambio, con una narrativa en forma de diario donde registró bocado a bocado la descomposición general desencadenada por el virus, se permitió soñar justo con lo contrario – al menos, y él mismo se ocupa de deslizarlo, mientras dure el hachís que no podrá renovar debido a la cuarentena. “¿Y si la sobrecarga de conexión termina por romper el hechizo?”, se pregunta, anhelando que una vez terminada la epidemia, se identifique la vida on line con la enfermedad, y entonces “los jóvenes”, en “un movimiento espontáneo de acariciamiento” (sic), apaguen por fin las pantallas, como metáfora literalizada de apagar el sistema.

Lejos de esta ensoñación naif, el menú en dos pasos de Paul B. Preciado presume de sofisticación. Invocando a Michel Foucault –leído con un filtro “atrapados sin salida” que no fue el suyo[11]– narró una brevísima historia de las epidemias (lepra, sífilis, SIDA) y la producción concomitante de cuerpos disciplinados a medida. Para concluir postulando, en el sumun de la ilusión retrospectiva, que el magnate de Playboy de los años ‘80 habría sido el paradigma de la subjetividad Covid-19: encerrado en su mansión, produciendo/consumiendo porno y conectado al mundo desde su cama, mediante dispositivos tecnológicos. Preciado, quien, sin lugar a dudas, es un escritor nato –de ello da fe Virginie Despentes en el prólogo a su “crónicas del cruce”– también es un talentoso cuentista. Antes de éste, hizo público otro, a modo de crónica, en la que relata que habiendo atravesado la enfermedad en la soledad de su apartamento en París, volvió en sí cuando el mundo ya se había reducido al confinamiento y entonces le escribió una carta de amor a su ex. Solo que en lugar de enviarla, acabó echándola al bote de la basura, casi al tiempo en el que recibía un mail de aquella, preguntando cómo estaba en tiempos del virus. Con el mismo cinismo de ese gesto, el texto sobre la pandemia acaba llamando al blackout tecnológico, pidiendo apagar los medios por los que sus cartas, la de clave intimista y la de gran teórico reloaded, llegan a destino: la mirada de un Otro que aplaude fascinado ante tamaña pirueta retórica.

Entre tanto refrito, quien se atrevió con un ingrediente distinto a los que emplea habitualmente, fue Judith Butler. Cansada quizás del relativismo de los semblantes performativos, habiendo tocado el impasse de la ampliación del orden simbólico para incluir los cuerpos abyectos, que sólo consigue correr la frontera segregativa un poco más allá, apela por fin al rigor kantiano. Propone entonces la cobertura médica como imperativo, que en el contexto liberal a ultranza de su país natal, equivaldría a tirar del mantel y hacer volar los platos de la mesa.

Hasta aquí, lo salido de la “craneoteca intelectual del mundo mundial”– al decir de María Moreno[12]– nos deja esa sensación que el argot resume bien con la exclamación “¡Otra vez sopa!”. Nombre del hastío, la expresión alude a lo limitado del repertorio que pretende enmarcar la emergencia de un real. A la anticipación imaginaria y la pregnancia deseante se añade así la monotonía, tres rasgos que permiten reconocer el mantra del fantasma. Dicha monotonía me recuerda que Lacan señaló alguna vez que el psicoanálisis no ha dado origen a una nueva perversión[13]. Podemos concluir afirmando que la filosofía, por su parte, no ha atravesado el fantasma de la omnipotencia de la Razón y entonces muerde, una y otra vez, el polvo de la impotencia.

Epílogo

Mientras buscaba el modo de darle un cierre a este texto, pero un cierre que, a la vez, abriera una línea de fuga, me topé con la siguiente referencia, extraída por algún colega de la Sección Clínica de Barcelona, a quien agradezco:

«El enclaustramiento… ¿No es también una dimensión esencial? Tan pronto un hombre llega a alguna parte, a la selva virgen o al desierto, empieza por encerrarse. Si fuera preciso […] se llevaría dos puertas para producirse corrientes de aire. Se trata de establecerse en el interior, pero no es simplemente una noción de interior y de exterior sino la noción del Otro, lo que es propiamente Otro, lo que no es el lugar donde se está bien guarecido”.[14]

La cita me hizo pensar que quizás el S1 “confinamiento” resulte tanto más traumatizante por ser el reverso cruel de aquel que enmarca la realidad desde hace ya unos cuantos años, la tan mentada “globalización”. Esta noción, eminentemente espacial, tiene su corolario en la red, que permite por estos días sostener aún cierto marco fantasmático. Baste como ejemplo la transmisión musical organizada por Lady Gaga el sábado pasado, titulada elocuentemente “One World, Together at Home”, en la que participaron los músicos más famosos y que fue seguida por millones alrededor del mundo.

La cita, por supuesto, también orienta en otra dirección, eminentemente clínica, la del Otro con el que cada quien ha de vérselas en una coyuntura en la que se revela de modo paradojal y paroxístico su inexistencia. De eso escuchamos cada día en nuestra práctica, pero también en las numerosos relatos y crónicas, que al modo de diarios de la peste, procuran tejer sobre el fondo del  agujero. Quizás allí podamos encontrar pistas, expresiones luminosas que nos orienten acerca del real en juego.

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (EOL)

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

 

 

[1]Lacan, J., “Quizás en Vincennes”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, p. 335.

[2] Laurent, E., “Lo imposible de enseñar”, en J.-A. Miller et al, Del Edipo a la sexuación, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 280.

[3] El libro, compilado bajo la sigla irónica ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorios), en formato pdf y gratuito, circuló asiduamente por la redes sociales y se encuentra fácilmente colocando el título en el buscador. Disponible en : s.usac.edu.gt/wp-content/uploads/2020/03/Sopa-de-Wuhan-ASPO.pdf

[4] Miller, J.-A. y Berenguer, E. (Ed.), ¿Con qué sueñan los niños” El deseo y el inconsciente en su primera edad, Barcelona, NED, 2020.

[5] Freud, S.,  “Sobre las teorías sexuales infantiles” (1908), en Obras completas, vol. X, Buenos Aires, Amorrortu, 1992.

[6] Freud, S.,  “El creador literario y el fantaseo” (1908), op. cit, vol. X, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, p. 128.

[7] Freud, S.,  “El malestar en al cultura” (1908), op. cit., vol. XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, p. 79.

[8] La Real Academia Española, siempre vigilando los confines de la lengua y especialmente sensible a los usos del género, se apresuró a establecer que la enfermedad causada por el virus SARS-CoV2, ha de declinarse en femenino…

[9] Freud, S.,  “El malestar en la cultura” (1908), op. cit., vol. XXI, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, p. 81.

[10] Agamben, G., “Una domanda”,  Disponible https://www.quodlibet.it/, 14 de abril de 2020.

[11] Hay filósofos serios, que sin ser rockstars, han señalado muy precisamente lo sesgado de estas lecturas. Germán Cano y Luciana Cadahia

Cf. https://www.ieccs.es/2020/04/06/el-blackout-de-la-critica/

[12] Moreno, M. Cf. https://www.pagina12.com.ar/259053-coronavirus-y-contrainsurgencia-colectiva

[13] Lacan, J: El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 25.

[14] Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 2010,  p. 181.

 

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