CORONAVIRUS: «Hacia una política posible del hiato»

Hacia una política posible del hiato

 

Alejandra Glaze*

 

En medio de mis devaneos nocturnos, esta pandemia quedó inscripta como el día en que todo se detuvo. Es subjetivo, sin duda, e indica que algo se detuvo para mi.

Un hiato que seguramente adquiere distintos nombres para cada uno, del que aún desconocemos su salida. Un hiato en el sentido que lo define Lacan en el Seminario 13, donde “toda distancia con el Otro queda abolida” (26/1/66), un punto de abertura, de ruptura, que deberá ser interpelado… También a nivel de lo colectivo.

Como ya lo trazó Miquel Bassols siguiendo a Lacan en el texto que publicáramos en #CrónicasXXI, “el colectivo no es otra cosa que el sujeto de lo individual”, que hoy se entiende más que nunca si como ocurre en este tiempo de Pandemia, pasamos cada uno a depender del accionar de los otros. Decir que el inconsciente es la política, implica de alguna manera poner en claro la particularidad de los vínculos, sobre todo cuando cambian las condiciones de los lazos, en momentos de medidas radicales del control de la población, ahora justificadas por el discurso de la ciencia.

Por estos motivos me es útil aquí la definición de “hiato”, ubicando ese momento particular “que ninguna transición puede colmar”,[1] una falla entre lo verdadero y lo real. No es más que una ruptura de la que es esperable que aparezca algo del orden de lo herético, es decir, más allá del padre. Eso por supuesto en el uno por uno, lejos de lo que pueda pasar a nivel de lo colectivo, que es otro cantar… Solo en ese hiato se revela la posibilidad de encontrar la manera en que se tejen y destejen duelos, silencios y ausencias.

“Es esperable”, es decir que se trata de una aspiración a una respuesta más o menos lúcida (lúcida en el sentido de epifánica, cercana a lo real) respecto a la solución que cada uno puede encontrar confrontado a esos momentos de hiato. O como dice Lacan en el Seminario 7, podríamos sostener que estos hiatos abren la puerta a la posibilidad de “la historia de las elecciones […] de las herejías atestadas en este registro, las líneas de fuerza que motivaron cierto número de direcciones en la ética concreta de las generaciones”.[2] Lo que se incluye en esta cita es lo que me interesa destacar: la historia de las elecciones (siempre forzosas) que define a la ética de las generaciones. ¿Es este el lugar del psicoanálisis en este momento de malestar en la cultura?

Porque sabemos que es tiempo de duelos, en varios sentidos. No solo se trata de la contabilidad espectral de muertos que presenciamos al infinito en los medios, sino de todo aquello que vamos a perder, aún insondable. Y de las ausencias, esas ausencias de lazos, por ejemplo, que intentamos suplantar con lo virtual –esperemos que temporalmente–. Cada uno podrá incluir aquí sus propias ausencias.

Pero también se trata de presencias. Presencias ya no tan virtuales, más bien reales, que hicieron su aparición en nuestra mundaneidad; una presencia ineludible que ubica lo innombrable por la vía del Otro, lo no representable por la vía de la identificación o del semblante, alteridad en la que queda deslocalizado el goce; una presencia sorpresiva, invisible e incluso inefable, con la que tendremos que convivir, siendo optimistas, unos cuantos meses.

Pero hay otro modo de abordar eso que planteo como un hiato, una abertura en la realidad, en el doble juego que implica el hecho de que en la política es donde tropezamos una y otra vez con lo colectivo en lo individual. En este sentido, un modo de definir a la extimidad es justamente un hiato de la identidad consigo misma, una opacidad del sujeto que de algún modo también lo comanda como lo más próximo y lo más exterior, no pudiendo descontarse la posibilidad de un envoltorio político de ese hiato,[3] que podría conducir a las servidumbres voluntarias y al sacrificio, con serias consecuencias en el terreno de lo colectivo.

Añadiría una opción más: la segregación, otro verdadero obstáculo a la salida que parece estar dada por un cálculo colectivo que se mueva entre la indeterminación y la certeza, como muy bien lo dice Miquel Bassols: “Ahora hay que saber no salir y saber aguardar lo inesperado”, lo incalculable. Eric Laurent lo enuncia de otro modo: “Al mismo tiempo que hacemos todo lo posible para ayudar a los hospitales y a los trabajadores de la salud a hacer frente a los imperativos de salud pública que los abruman, también debemos ayudar, uno por uno, a dilucidar cómo deben elaborarse las prácticas de restricción colectiva que consentimos, para que ellas permanezcan soportables”.[4]

¿Será posible? ¿Podremos como sociedad saber aguardar lo inesperado desde nuestro confinamiento?

No olvidemos que este tiempo que se propone como de distancia social y cierre de fronteras, aparece como la contracara de la llamada globalización tan impulsada durante la década pasada, ya en caída libre de la mano del Brexit y otros acontecimientos políticos; pero lo que podemos esperar, es que la Pandemia hará que los discursos nacionalistas, y por lo tanto, profundamente xenófobos donde el vecino aparece como un peligro, calarán hondo como respuesta a este hiato, si no se alza una respuesta lúcida, uno por uno, a esos duelos, silencios y presencias.

Porque la pregunta que se impone es si la segregación, como respuesta de los sujetos a lo que aparece como inlocalizable e incalculable, aumentará como efecto de la distancia social, del cierre de fronteras, de este mandato proveniente ahora del discurso de la ciencia y del amo que indica no acercarse al otro, mantenerse en reserva en relación al vecino, con las primeras consecuencias que ya estamos viendo: edificios donde se les intenta prohibir circular a los médicos, a pesar de que se los aplauda por las noches; episodios con extranjeros; la denominación de virus “chino” al virus que ataca a todo el mundo; despojar los insumos médicos de otros países, y esto al infinito… La segregación como un nuevo virus que va apareciendo solapadamente (como respuesta) pero con una potencia inquietante.

Hasta aquí dos amenazas que pueden ser respuestas a lo que llamé este hiato/abertura, frente a las que hay que estar en alerta: las servidumbres voluntarias y la segregación, apuestas colectivas que suturan y niegan la división subjetiva del sujeto, inscribiéndose en la lógica totalitaria, arrebatando al sujeto la experiencia del inconsciente, la experiencia de lo imposible.

 

*Psicoanalista de la AMP (EOL)

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Étienne de La Boétie)

 

Fuente: Publicado el 14 de abril de 2020, en #CrónicasXXI-25.

 

[1] Lacan, J., “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956”, Escritos 1, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2009, p. 447.

[2] Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1986, p. 208.

[3] Miller, J.-A, Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 27.

[4] Laurent, E., “Coronavirus: El otro que no existe y sus comités científicos”. Zadig España. https://zadigespana.com/2020/03/19/coronavirus-el-otro-que-no-existe-y-sus-comites-cientificos/?fbclid=IwAR1_Q4NucASkcEq2S_YKvM8S1NtEUzGV3NpUk20xttaLAVkxbpoVGgV9M0Y/

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