APOSTAR POR LA VIDA
Beatriz García Martínez*
Las medidas globales tomadas contra el COVID 19 han logrado lo que no habían logrado las guerras, los éxodos masivos, las hambrunas, ni la emergencia climática: hemos tenido que parar y tomar conciencia de nuestra propia fragilidad, al tiempo que los gobiernos se ven empujados a tomar medidas que atentan contra un sistema económico que parecía indestructible.
Este sistema de vida, ahora amenazado por las medidas que obligan a detener la actividad, es el organizado a partir del discurso capitalista tal como lo caracteriza Lacan. Un discurso que rechaza la falta que nos hace humanos obturándola con la producción incesante de objetos, que obvia algo tan consustancial al ser hablante como que para hacer lazo con el otro es forzoso sufrir una pérdida.
Para hablar de esta pérdida Lacan utiliza el apólogo de la bolsa o la vida: para elegir la vida hay que asumir que se trata de una vida sin bolsa, una vida con una pérdida. El vicegobernador de Texas diga que prefiere arriesgar las vidas de los mayores, incluyéndolo a él, con tal de preservar la economía. Dice “creo que hay muchos abuelos que coincidirían conmigo en que quiero que mis nietos vivan en el Estados Unidos en el que yo viví (…) Quiero que tengan una oportunidad de [alcanzar] el sueño estadounidense» [1].
Varios mandatarios internacionales se adhieren a esta idea de que hay que pensar en la economía antes que en las vidas de las personas porque si la economía se hunde el coste va a ser mayor. Es un cálculo utilitarista que elude algo fundamental: el sistema económico que supuestamente hay que salvar es un sistema gravemente enfermo que produce, entre otros males, una relación adictiva con todas las posibles fuentes de placer (comida, sexo, deporte, trabajo, juegos…), aislamiento y ruptura del lazo social (cada uno solo con sus objetos), ante la incertidumbre vital, el refugio en las identidades que promueven el odio al otro, destrucción del medio ambiente y un largo etcétera.
No me adhiero a los que piensan con sentido religioso que esto nos ha llegado como un castigo porque nos hemos excedido con el maltrato al medioambiente, pero cuando leo que en Estados Unidos una gran parte de la población se está armando para defenderse de sus congéneres en caso de escasez de víveres a causa de la pandemia, me parece que el fin del mundo llega cuando el “cada uno contra todos” se impone.
Este real que como un relámpago desbarata todas las certezas en las que nos sosteníamos puede aportarnos algo de luz para comprender que no dejamos ni dejaremos de estar enfrentados a contingencias inesperadas, que nuestra vida es indefectiblemente frágil, y que las respuestas individuales no sirven. Es preciso concluir que necesitamos detener la loca carrera de destrucción e insolidaridad en la que estamos embarcados. De esto no nos salvamos si no es todos juntos. Es una cuestión de supervivencia. Los seres hablantes han sobrevivido como especie en tanto han sido capaces de cooperar, trasmitirse información y medios entre ellos y avanzar juntos. Promover la solidaridad es estar a favor de la vida.
Podemos pensar que todo va a seguir igual después de esta crisis o apostar a que hay un antes y un después. Apostar a que es posible vivir de otra forma, que el crecimiento ilimitado lleva a la muerte de las personas y destruye lo que hace que la vida merezca la pena y reconocer que nos estamos enfermando gravemente como sociedad.
Hay que reintroducir la capacidad de perder para poder ganar una vida más vivible. Y es en esto que el psicoanálisis puede ayudar. Es la oportunidad que nos brinda esta crisis sin precedentes.
*Psicoanalista de la AMP (ELP)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52043274