La risa no pregunta
Jaime Cortés Figueroa*
Un gorrión aletea en su descenso hacia el suelo, colocando sus pequeñas patas de frente, justo antes de aumentar exponencialmente su frecuencia de aleteo, consiguiendo posarse en el suelo de forma amortiguada. Curiosea por entre las plantas, pareciendo no encontrar nada de su agrado, ya que de un par de saltos y dos movimientos de sus alas se vuelve a poner en el cielo.
Cielo, que en estos días, parece más poblado que su antónimo de abajo. Días raros, sin presencia en las aceras, en las calles, en los bares. Palomas, gorriones, estorninos y urracas ocupan los lugares de siempre en la terraza y en los tejados, pareciendo no atreverse a nuevas aventuras en los suelos vacíos. Cosas del instinto.
Este desalojo exterior nos convoca al invento, a domingos consecutivos. No por nada el domingo descansó, y ese día lo escogieron para el fútbol, la misa y otras distracciones que pudieran colmar el agujero, que rodearan el borde. Unas religiones con más éxito que otras, ni que decir tiene.
El mundo entero se enfrenta ahora a la falta, a ese abismo que a la vez que nos condena, nos constituye.
Pero parece haber algo que atraviesa todos los fantasmas y los semblantes, y no, no me refiero al patriotismo nada desdeñable que surge en momentos en los que el estado se hace presente. Me refiero a algo más afilado, certero cuando acierta, indiscriminado y valiente. El humor.
Las palomas, gatos y demás animales que andan por nuestras ciudades ¿Acaso no encontrarían divertido ver esas calles vacías? ¿No vería en nuestro confinamiento una grieta ineludible en nuestra especie? ¿No les llevaría esto a una sonora carcajada? Jamás lo sabremos, pero nos lo tendríamos merecido.
Cuando el sin sentido entra en nuestras vidas de esta forma, parece que los que responde por nuestra parte es algo que se encuentra en los primeros garabatos o trazos del significante. Aquello que torsiona y fricciona la palabras, pudiendo evaporar algo del sentido impregnado. Estas palabras huecas puede que tengan una forma más aerodinámica que les permita seguir las corrientes y lleguen certeras, abran las puertas del inconsciente, y sin saber como el cuerpo se sacuda. Patas de gallo y demás arrugas faciales suponen ruinas que visitar en cada rostro, que como todos en algún momento, se ha visto afectado por la risa.
En estos días de noticias serias, alarma, susto e improvisación, solo lo más afilado y primitivo de la palabra puede llegar a despejarnos.
La risa no pregunta, solo sucede o no sucede.
*Alumno de la Tétrada (NUCEP-Madrid)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
Que bello escrito, me ha reir el mero hecho de pensar q los gatos y las palomas se estarán ahora riendo de nosotros quienes estamos en este momento más encerrados, que el confinamiento al que los hemos obligado a ellos.
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Que bella nota, me ha hecho reir pensar con que cara nos estaran mirando nuestras mascotas en este momento.
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