Recuerdo, repetición y elaboración en la España de nuestro tiempo
Mario Izcovich*
El día 24 de octubre los restos del dictador Francisco Franco fueron trasladados al Cementerio de El Pardo. Sin lugar a duda, se trató de un acto necesario, pero sabemos que a todas luces es insuficiente.
Estos días también, escuchamos en las calles de Barcelona a muchos jóvenes que gritan que España es una dictadura, un estado fascista. Hablan de España como si fuera ajeno, de aquello de lo que no se forma parte. Ponen lo malo en el otro, exterior a ellos. La reflexión esconde que, si aquello es dictadura, esto (Cataluña) es democracia. No se reconocen formando parte del conjunto España, aunque hay muchos datos que indican lo contrario.
Evidentemente, quienes hemos vivido una dictadura, sabemos que se trata de otra cosa. Sin embargo, en la insistencia, en la repetición, hay algo de la verdad que se revela.
En esta democracia imperfecta (como todas lo son), hay vestigios de la dictadura nacional-católica de Franco que duró cuarenta años. Varias generaciones fueron educadas bajo la represión, sin libertad de expresión, ni de pensamiento, con la doctrina de la Iglesia controlándolo todo y una violencia inaudita con aquellos que eran considerados diferentes (diferencias de pensamiento, de formas de gozar, de modelos institucionales)
Evidentemente esto no ha sido sin consecuencias. Y todo esto ha quedado arraigado en la cultura del país. Tanto que se habla muy poco de ello.
Hubo un pacto necesario al que se llegó en la Transición. Democracia a cambio de no remover la historia. Pero ya han pasado cuarenta años y la democracia española es fuerte.
Sin embargo, los muertos siguen en las cunetas y se sabe poco de ellos.
Según la Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas por el Franquismo, hay 140.000 personas desaparecidas entre víctimas de la Guerra Civil y el tiempo posterior hasta la llegada de la democracia.
Las víctimas lo son doblemente. Por quedar enterradas en las cunetas, fusiladas, en el exilio o sin poder hablar, pero, además, y probablemente lo peor, por el olvido.
Se da una paradoja, si bien, por un lado, lo ocurrido bajo la dictadura es ampliamente tratado en la literatura y en el cine, por otro lado, es un tema del que se habla muy poco en las familias, entre la gente corriente, en espacios de profesionales, en los medios de comunicación, en las escuelas.
Hay un argumento que resuena: “es mejor no remover el pasado”, “quien más o quien menos todos teníamos alguien en los dos bandos”. En general quienes dicen esto temen a una revisión de la historia en la cual los vencedores se conviertan en los verdugos y aparezcan complicidades. Mejor correr un velo y que no se hable.
Si no se revisa el pasado es porque este queda reprimido. Desde Sigmund Freud sabemos que lo que se reprime vuelve e insiste disfrazado de otras formas. Él lo llamó el “retorno de lo reprimido”. Un claro ejemplo es la gran actualidad de la última película de Amenábar. Como si ciertos debates hubiesen quedado anclados en el pasado e insisten y no se puede avanzar.
En la película se ve como el interés de Franco no sólo era vencer en la guerra sino preparar las condiciones para una larga dictadura.
Han sido los gobiernos de izquierda de este país quienes han propuesto revisar el pasado. Nos preguntamos: ¿es suficiente lo que se hizo? ¿Alcanza sólo con que se legisle? ¿Es un tema de partidos políticos de izquierda o de derecha? ¿No es un problema de la sociedad española, catalana, etc., que habiendo pasado cuarenta años del final de la dictadura esta cuestión en vez de ser central sea algo marginal?
A su manera el “procés” de Cataluña puso esta cuestión en evidencia, pero no para ser revisado, sino para hacer uso de ello, en cierta forma mostrando que eso no va con el “nosotros”, el ideal es empezar un país nuevo libre de este pasado, separarse de eso, como si esto fuera posible.
Freud en su artículo “Recuerdo, repetición y elaboración” señaló que lo que no se recuerda se vive de nuevo, señaló de manera acertada y es algo que lo comprobamos en la clínica: “lo que no se recuerda no se reproduce como recuerdo sino como acto” “Se repite sin saber”, y Freud lo designa como “compulsión a la repetición”. Luego explicará que hay una satisfacción en juego en esta repetición.
Esta sería la manera de recordar o mejor dicho de no recordar, de olvidar. Freud nos explica que lo que opera es el mecanismo de la represión. Estamos, pues, frente a una oposición: rememoramos u olvidamos y repetimos sin saberlo.
Hay ejemplos de rememoración colectiva.
Los judíos y la Shoa: el genocidio de seis millones de personas, la mitad de los judíos que vivían en Europa, asesinados de manera organizada e industrial por los alemanes.
Hay infinidad de ejemplos en los que se ha dado lugar a los testimonios de los sobrevivientes. No sólo a través de la cultura o el arte. Entre los judíos es una cuestión central y permanentemente se crean formas de rememoración, de recuerdo y de recuperación de lo que le pasó a cada persona.
El otro caso es el de los “desaparecidos” por la última dictadura militar en Argentina que mató a 30.000 personas. Hay un movimiento de memoria que es transversal a toda la sociedad. Desde el primer momento se hizo un trabajo importante por hablar y por querer saber.
En las calles de Argentina se gritaba y aún se grita: “…que digan donde están los desaparecidos…”, es un mandato popular que esconde una pregunta que se dirige a los verdugos que al mismo tiempo los pluraliza y los hace responsables de lo que han hecho.
En ambos casos, el Testimonio de las víctimas se ha convertido en la mejor vía para rememorar. Las voces de quienes lo han sufrido, sus relatos personales.
Sin embargo, en España lo hecho aún está muy lejos de ser suficiente. Hay algunas organizaciones que de una u otra manera recuperan la historia, ya sea porque abren las cunetas para encontrar los cadáveres de los muertos y darles una sepultura digna, o porque reconstruyen las historias de vida junto a sus familiares.
En cuarenta años se legisló una ley de Memoria Histórica (vaya eufemismo), pero se ha hecho poco y lo peor es que no se exige a los gobernantes mucho. Parecería ser un tema ajeno.
Probablemente los jóvenes catalanes que gritan que esta no es una democracia (de la cual, aunque algunos lo nieguen son parte), así como los jóvenes de otros lugares de España, deberían/deberíamos revisar más el pasado con una mirada crítica para evitar repetirlo. Y probablemente poder reconocer que esta dictadura que padecieron sus abuelos también aún pervive en cierta forma aquí y allá. Nos toca a todos. No hay ilusiones que permitan escaparse de eso.
Dar la voz a quienes lo han padecido (ya quedan pocos) para que testimonien de ello, eso no depende sólo de quien gobierne en Madrid, se trata de una responsabilidad compartida.
*Psicoanalista, miembro de la AMP (ELP).
Fotografía seleccionada por el editor del blog. (Falange española en el Ateneo de Madrid)
Mario: me encantó la claridad y contundencia de la nota ( un fallido casi deja su huella, porque escribí «la bota»)
Abrazo y gracias
Ricardo
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Gracias Ricky! Venimos del mismo lugar!
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Estimado Mario,
Me parece una oportuna reflexión la que aquí haces.
Hay una gran deuda de memoria. Parece difícil descansar, estar sosegado, si se sabe que un familiar, incluso ya lejano por el tiempo transcurrido, ha sido restituido al polvo del peor modo, “paseado” y tirado en cualquier cuneta.
Sin embargo, creo que, aunque haya que tratar de dar digno reposo a familiares concretos, a los de cada uno, y honrar su recuerdo (y el poder político ha de facilitar eso), procede diferenciar entre lo que es memoria personal y memoria histórica, a pesar de que están inextricablemente enlazadas.
Los ejemplos de rememoración colectiva que ofreces son claros. Otros, ausentes en tu estupenda entrada, lo son menos.
La película de Amenábar parece tomar como referencia nuclear el relato referido a Unamuno que recoge Hugh Thomas. Aunque haya versiones menos idílicas por más sucintas, parece en cualquier caso que ahí optó por el gran momento ético que lo honra y que le generó el vacío social que olvida la película (tampoco parece que fuera un solitario como en ella se muestra), algo llamativo.
Como acertadamente recoges y se aprecia en la película, Franco quería una guerra larga, de liquidación de todo lo que fuera ese “otro” que, a fin de cuentas, estaba constituido, no solo por los “rojos”, sino por todos los que trataran de enmendarle la plana, aunque mantuvieran planteamientos similares.
No acierto a ver con claridad que algo de todo esto tenga que ver con lo que pasa en Cataluña a no ser que se sostenga la existencia de una represión real. Como dices, no estamos en una dictadura. Y los nacionalismos, excluyentes por naturaleza, nunca han sido muy edificantes.
Un abrazo
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Estimado Javier,
Gracias por tu lectura.
Intento decir que aquello que parece ser lo más ajeno para algunos catalanes es lo más familiar.
Lo que se critica de Madrid es parte de lo íntimo de aquí.
Intento decir que si hay algo de la dictadura, de Franco, que creo que la hay, eso está presente también en Cataluña.
Cataluña tiene sus rasgos propios pero también es España.
Opera el mismo mecanismo que en el síntoma.
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Estimado Sr. Mario Izcovich,
su reflexión es a mi criterio absolutamente pertinente en este momento. Con la intención de apoyarla y en la medida de los posible ampliarla quisiera añadir dos elementos:
1. En Cataluña había sectores importantes de la población en las cuatro provincias que eran franquistas, falangistas, requetes, carlistas o simplemente estaban hartos de las irregularidades de la república y de sus grupos mas extremos y consideraban un mal menor el franquismo que fue acompañado de prosperidad social, eso sí por debajo de la que tuvo lugar en el resto de Europa..
2. No deja de sorprenderme que en paralelo a las condenas, denuncias y exigencias de transparencia de la represión y crímenes de los franquistas durante la guerra civil española y en los posteriores 40 años, no se exija y analice de manera similar las barbaridadexs que la republica perpetró o permitió.
Me temo que en la guerra civil española todos querían eliminar «a los otros». España no fue edificante en su conjunto, creo que lo fue en la constitución del 1978 y espero y deseo que pueda serlo en el futuro inmediato.
Saludos cordiales
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