Breves notas sobre el trabajo y la nominación
Eugenio Díaz*
El trabajo en el tiempo del capitalismo impaciente –que es aquel que busca obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible- genera condiciones laborales, sociales y subjetivas que producen en los sujetos de la hipermodernidad, del hedonismo de masas, de la gestión generalizada, nuevas indefensiones, más precarización, destrucción del lazo social y “corrosión del carácter”, por tomar el título de uno de los libros de Richard Sennett. (1)
Apoyándonos en la lectura del libro de Sennet, se pueden contrastar dos tiempos con relación al trabajo a partir de la modernidad industrial. “Sólida” la ha llamado Zygmund Bauman, haciéndola aparecer de un modo arbitrario pero útil, en el tiempo del terremoto de Lisboa de 1755, donde al no poder “…confiar en la naturaleza que es hostil a los humanos, se pone el mundo bajo la administración humana…Es el tiempo de las grandes fábricas empleando a miles de trabajadores en enormes edificios de ladrillo, fortalezas que iban a durar tanto como las catedrales góticas”.
El primero de estos tiempos está organizado bajo la creencia en un Otro consistente -sea el patrón, el jefe, el dueño más o menos paternalista, lo que incluye -y de qué manera!- su ferocidad y la creencia también en el ascensor social. Un ascensor social en donde por la ligazón y fidelidad a una empresa, el saber hacer y el interés por un oficio y la identificación que produce, se derivaba una nominación, la de trabajador y la posibilidad de un nuevo lugar en lo social, para él y los suyos.
Tal nominación ofrecía una identidad fuerte con la que representarse en el mundo, produciendo una ilusión del ser. Aquí el trabajo estaría ubicado como algo interno al sujeto, incluso aunque para muchos fuera al precio de su deshumanización o desrealización. Nos encontramos con este muchos, en el paso del “Homo faber”, locución latina que significa «el hombre que hace o fabrica”, y que han usado desde Marx hasta Hanna Arendt para sus diversas críticas sobre la instrumentalización que el trabajo llega a producir- al “Animal laborans”, aquel cuya vida llega a carecer de mundo, o al menos lo que se lee como mundo.
Aquí se anticipa lo que irónicamente nombró Lacan en los años 50, recién terminada la 2ª Guerra Mundial, como “…el hombre liberado de la sociedad moderna…un sujeto condenado a la más formidable de las galeras”.(2)
El segundo tiempo en el que aún estamos inmersos, se ubica bajo otra lógica. Caído el Otro, lo “sólido” del Otro, aparece un mundo laboral donde palabras como cambio, riesgo, flexibilidad, emprendeduría, evaluación… producen -incluso más radicalmente, promueven- individuos cada vez más desligados, más solos. En este segundo tiempo, la nominación no tiene el mismo efecto, ni el mismo sentido. Trabajador “es más bien un hombre figurante o una cifra ante las utilidades temporales de un montaje de gestión”…y por donde por fuera vagabundean los colectivos sobrantes”.(3)
Esta época comandada por la producción masiva e industrial de objetos para el consumo, conforma una lógica donde lo necesario, la necesidad, ha explosionado ocupando todo el campo de la vida cotidiana, confundiendo derechos con deseos, y estos con necesidades.
Aquí ya no se trata tanto del trabajador y su elevación a la condición de ciudadano, más bien se trata del consumidor. Consumidor consumido por los objetos que la tecnociencia pone a su alcance y por un vínculo al trabajo que como señala Manuel Fernández “debería ser para vivir de él, no para morir en él”. (4)
La corrosión del carácter de Sennet podemos traducirla como un síntoma que produce desconexión social, en este nuevo mundo del trabajo que “en su conjunto está en camino de convertirse en una máquina…cuyo principio es el máximo rendimiento y la expansión” (G. Anders, 1988). Un síntoma que es más difícil de ligar a una subjetivad de la que hacerse responsable.
Y sin el síntoma, que se liga a un sentido propio, los procesos de segregación en el mundo globalizado son cada vez más extensos e inquietantes, como advertía Jacques Lacan en 1967. Se abre aquí una cuestión para seguir conversando: ¿el trabajo: alienación o separación?
*Miembro de la AMP (ELP)
Fotografía seleccionada por el editor del blog.
1 Sennet, R., La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama, 2006.
2 Lacan, J., “La agresividad en psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo XXI, Barcelona, 1989, pag.116.
3 Vilà F. y otros, Una pragmática de la fragilidad humana. Vida y trabajo en el capitalismo impaciente, EdiUOC, 2016
4 Fernández Blanco, M., “Un trabajo para vivir, no para morir” en http://www.facebook.com/cpamadrid.es/