Europa como respuesta

Europa como respuesta

 

Antoine Cahen*

 

¿Europa como respuesta? Respuesta y paradoja.
A diario, la Europa política, institucional, tiene dificultades para manifestarse como respuesta eficaz a las cuestiones del presente, siendo un indicador la fortuna del vocablo crisis.
Parece sin embargo que haya en Europa como un horizonte de espera.
De Europa se espera positivamente «soluciones a los problemas», una intervención en tal o cual conflicto, como la situación nacional (en Polonia, Hungría, España, etc.)
De Europa se espera negativamente que se haga menos intervencionista, menos burocrática, que respete la «soberanía nacional», que se abstenga de toda injerencia en esas mismas situaciones nacionales.
Tal vez, eso depende de quien hable, pasiones e intereses implicados.
Antes incluso de saber a qué Europa nos dirigimos (1) ésta se ha situado, supuesta como instancia, reguladora o de apelación, conminada a actuar o a abstenerse.
Parece a veces que la consistencia de Europa sea más fuerte como espera -del lado de un deseo o un rechazo, incluso de un odio- de lo que es como autoridad o poder  -a distinguir- (2) llamados a actuar según una lógica, una legitimidad o un derecho europeos.
En estas esperas opuestas, ella adquiere consistencia más allá de sus competencias reales, restrictivamente definidas en el plano jurídico, e históricamente limitadas por la fuerza persistente de las lógicas intergubernamentales y nacionales.
Se hacen sentir diversos efectos. Los desfases no siempre se perciben, las decepciones repetidas hacen la Stimmung europea ordinaria, las virtualidades inéditas exigen un trabajo no evidente.

La construcción europea y sus inscripciones
Desde los años cincuenta, la construcción europea, ha conseguido elaborar de forma progresiva respuestas institucionales y jurídicas, económicas y políticas, a los choques del siglo XX. Respuestas parciales, a menudo oblicuas (3), discretas, comprendidas incluso las de sentido matemático, según una progresión por secuencias discontinuas, sujetas a los choques, rupturas y vacíos.
El resultado ha sido inscripciones en el Derecho (tratados y legislación) en el tiempo (cerca de siete decenios de existencia) y en el espacio (ampliación al sur, al norte, al este). Estas inscripciones, y con ellas la inscripción económica y monetaria, se han mostrado, pero desigualmente profundas, siempre reversibles (algunas todavía por llegar como la fundamental inscripción fiscal). Estas marcas permitieron superar el cuestionamiento fundamental de Europa: el de su existencia y de su potencia. De esta acusación, nunca nos hemos librado.
Expulsada fuera de «El mundo de ayer» (Stefan Zweig) amenazada con la desaparición y la salida de la historia, Europa, y con ella los europeos, pueden es verdad permitirse sobrevivir, de nuevo dividir y dominar, declinar todavía en su capacidad de orientar su propio destino. La «globalización» puede leerse como una de las versiones de esta opción, de una cierta relación de Europa consigo misma, y con su “ausentarse”, en la que no «imprimiría ya su marca».
Tales inscripciones, no (¿todavía?) inscritas en el frontispicio de los edificios oficiales europeos (4), no son de la incumbencia de ninguna «Academia de Letras», pero quizá se podrían ofrecer al trabajo de una República europea de letras e inscripciones, como discursos y actos, en el corazón del siglo.

Europa después de Europa
Nach-Europa. La fórmula es de Jan Patočka (5). ¿Después de qué? Después del suicidio europeo.
En Platón y Europa (6) escribe: «Europa, esa vieja estructura de dos mil años que había logrado elevar a la Humanidad a un nivel completamente nuevo, no solamente de conciencia reflexiva, sino también de fuerza y de potencia, esta realidad histórica que se había identificado mucho tiempo con la Humanidad en su conjunto […] ha llegado definitivamente a su fin. […] esta realidad extraordinaria ha sido liquidada definitivamente en una treintena de años, en el trascurso de dos guerras, tras las cuales no subsiste nada de su potencia dominadora del mundo. Se ha destruido a sí misma por sus propias fuerzas. […] En estas condiciones, debidas a la desunión de una parte. -a la ausencia de algo general susceptible de unir a los participantes sea en el plano exterior de la organización política, sea sobre el plano espiritual – y, por otra parte, a una potencia sin límites, la potencia universal, el conflicto era inevitable; […] No era algo que venía del exterior. Era el destino interior, la lógica interna de la situación europea que es al mismo tiempo la situación general del hombre moderno. Tiene tres componentes principales: la ciencia y la técnica como saber dominador, el Estado soberano como organización concreta de la sociedad humana, y la multiplicidad de Estados soberanos en la desunión. Sin embargo, está desunión tampoco es un factor pura y simplemente negativo. Significa la ausencia de una autoridad superior, unificadora».
Esta síntesis sigue siendo válida hoy. Las mismas categorías pueden ser sobradamente retomadas, algunas revisadas.

La cuestión de las naciones
La cuestión de las naciones es inmemorial, y por tanto siempre viva. Según Hegel: «una “nación”, es un pueblo en tanto que ha nacido» (7). La nación es relación a un nacimiento, un surgimiento colectivo. ¿Según qué identificaciones? ¿Qué asunción hay de un nombre por un número?
¿Entre «las islas de las naciones» (8) no estamos siempre como entre Déluge y Babel, entre catástrofe, reviviscencia y cacofonía? (9) ¿Europa no es uno de los nombres de este pasaje de la supervivencia a la obra común, de esta construcción que se eleva y vuelve a caer en la multiplicidad de lenguas, la competencia de discursos? Desafío.
La historia estatal nacional hace de pantalla la mayoría de las veces, impidiendo ver la diversidad de la población europea, su entrelazamiento. Hay que recurrir a fuentes especializadas o a los museos para encontrar las huellas de las naciones desaparecidas en la historia y de la memoria. Nombres olvidados, que antiguamente sirvieron a un grupo humano para contarse, identificarse, completan descompletándola la rutinaria visión estatal nacional (10).
Tal inmersión histórica puede dar lugar a distorsiones o fantasmagorías identitarias y nacionalistas, para aficionados a las genealogías sumarias erigidas en causalidades. Pero el recuerdo de la diversidad de nombres ¿no puede ayudar a reintroducir la profundidad del tiempo en discusiones que se hacen la mayoría de las veces en la superficie del presente?
Quizá se podría percibir así que la historia de las naciones no es una marcha secular hacia la asunción política de un Estado, sino que sigue ciclos, un curso –corso y ricorso según los términos de Giambattista Vico, que publicó los “Príncipes de una Ciencia nueva relativa a la naturaleza común de las naciones” (11). Según él, no hay eternidad de naciones: nacen, viven y mueren en el tiempo. Otras les suceden, con ritmos variados, según modalidades diferentes, pero siguiendo todas ese mismo corso -casi un desfile, como una parada milenaria.
Un «arte diagnóstico» (12) puede aplicárseles entonces, y su lugar situado en ese curso hacia «el estado perfecto de las naciones». Lo que interesa a Vico es la «naturaleza común» de las naciones. Ellas son para él unidades sociales infranqueables, y salvo las ligas entre naciones de ambición limitada, ninguna entidad superior podrá reemplazarlas ni llevar a la Humanidad a realizar mejor su vocación que en su seno. La nación es la entidad donde hacer realidad la humanidad del humano, y él quería hacer su ciencia, nueva.
Edades de las naciones, curso entre vida y muerte: plasticidad, Plastik. Interés de un pensamiento de las naciones que no las fijan en una identidad.

Europa, ¿una idea política verdaderamente viable?
Qué contraste, a dos siglos de distancia, con Alexandre Kojève, que propone como evidencia «la irrealidad política de las naciones» (13). «La era donde la Humanidad tomada en su conjunto será una realidad política se sitúa todavía en un porvenir lejano. El período de las realidades políticas nacionales se ha revolucionado. La época es de los Imperios, es decir de las unidades políticas trans-nacionales pero formadas por Naciones emparentadas». (14)
Él dice a propósito de Francia en 1945: «Para intentar esta experiencia haría falta […] proclamar claramente y con toda franqueza que el período nacional de la historia ha terminado, que Francia está políticamente muerta de una vez por todas como Estado-nación. Pero haría falta añadir al decirlo, que este final es al mismo tiempo un comienzo, que aquí aún la muerte es también un renacimiento» (15). Creeríamos estar leyendo a Vico, pero sigue inmediatamente esto: «Puesto que la Nación puede y debe superarse en y por una unión inter-nacional de Naciones parientes […]. En la realidad concreta de la situación histórica actual, una sola idea política verdaderamente viable, que tenga por consecuencia oportunidades de ser aceptada por la conciencia colectiva y de engendrar y determinar una voluntad general, parece poder presentarse a Francia». Y él enuncia «la idea-ideal del Imperio latino». Así como en respuesta a la cuestión formulada por Patočka de la autoridad superior, unificadora, Kojève propone «por contrapartida política necesaria la existencia de formaciones intermediarias entre la Humanidad y las Naciones, es decir de formaciones imperiales» (16)
Estas dos referencias ¿no nos serían útiles para interrogar y leer, en sus similitudes y diferencias, la situación de Europa y situaciones como las de Escocia, Cataluña o Córcega, sino también Hungría, Polonia, Rumania, y muchas otras, o aún para situar y evaluar la recuperación nacionalista y la ola populista?
De un lado el curso de las naciones, inexorable, diversificado según las representaciones, capacidades e imaginarios que las sostienen.
Del otro, las formaciones imperiales: en la hora del imperio americano en declive, del intento de reconstitución de un imperio ruso, del auge de un imperio chino, ¿cómo un «imperio europeo» y su dimensión latina, podrían contribuir, por ejemplo, a dialectizar el conflicto entre el Estado español y las fuerzas autonómicas catalanas?

Respuesta según el Derecho, respondiendo según la necesidad
Lo que se espera de Europa ¿es una respuesta o fiador? De cualquier poder ¿no se espera que sepa arreglárselas? Y de una autoridad ¿qué sepa hacerse oír?
¿Europa debería entonces hacerse con la cuestión por propia iniciativa, responder ya no a las posiciones contradictorias de las partes interesadas sino a la situación misma? ¿En qué momento, en qué estadio? ¿Responder a, responder de?
Entre naciones mortales e imperios inciertos, ¿no hay motivo para jugar en dos tableros a la vez?
Actuar según el derecho- Es la regla básica de un Estado de derecho. Así, el artículo 4 párrafo 2 del Tratado sobre la Unión europea dispone que «la Unión respeta la igualdad de los Estados miembros ante los Tratados, así como su identidad nacional, inherente a sus estructuras fundamentales políticas y constitucionales, comprendidas las concernientes a la autonomía local y regional. Ella respeta las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto asegurar su integridad territorial, de mantener el orden público y de salvaguardar la seguridad nacional.» Por eso la no-intervención de la Unión europea en la situación actual en Cataluña.
¿Actuar también según vías inéditas, creativas -en  consecuencia complicadas, arriesgadas- según el orden de la necesidad, no clasificadas (17), por una creación, aliando virtú y fortuna, quién se esfuerza en responder por su novedad a lo inaudito de las situaciones, según una necesidad que prefigura una ley por llegar?
¿Hacer Europa, anticipando el después de un Imperio, de una federación o de una república europea? ¿O dejarla seguir el curso infinito de las naciones mortales y renacientes?

* Jefe de Unidad del Secretariado de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos Internos del Parlamento Europeo.

Traducción: Fe Lacruz.

Foto editor del blog.

1 : Intervención pronunciada durante la Soirée pública de La Compagnie d’Érasme, sobre el tema «Le suicide des États-nations », organizada por l’ACF-Belgique, el 30 de enero en 2018 en Bruselas.
2 : Kojève Alexandre, La notion de l’autorité, ed. de François Terré, Bibliothèque des idées, Gallimard, Paris, 2004.
3 : Respuestas oblicuas : indirectamente políticas, por la economía y por el derecho – la Europa del carbón y del acero, la Europa agrícola, la Europa mercado, la Europa unión aduanera, la vía política directa fracasando en entreguerras luego de nuevo en los años 50 y 60 (especialmente la Comunidad europea de defensa (CED). Esta vía oblicua puede ser una salida en la búsqueda de pistas fuera del campo, rápidamente cerrada de los enfrentamientos nacionales y regionales actuales donde se plantean cuestiones de Estado de derecho, de soberanía, de elección entre autonomía e independencia: parecen de pura política y sin duda nunca lo son solamente
4 : Una balada en el barrio europeo en Bruselas contrasta con este punto de vista con el efecto de un paseo en Washington (sin hablar de reminiscencias romanas).
5 : En el texto L’Europe post-européenne (Nach-Europa) et ses problèmes spirituels. Él escribe : « Hasta el momento actual, no he escrito apenas sobre la post-Europa, porque este post presupone el término-clave, Europa;  y me debato en un laberinto de problemas y de estudios que absorberían abundamentemente varias vidas humanas» (La génesis y la catástrofe de Europa, años 70, L’Europe après l’Europe, traducido del alemán y del checo bajo la dirección de Erika Abrams, postfacio de Marc Crépon, Verdier, Lagrasse, 2007).
6 : Platon et l’Europe, Seminario privado del semestre de verano 1973, traducido del checo por Erika Abrams, Verdier,Lagrasse, 1983.
7 : La Raison dans l’histoire. Introducción a la filosofía de la historia, citado en Alain Pons, Vie et mort des nations. Lecture de laScience nouvelle de Giambattista Vico, p. 230, Gallimard, Paris, 2015.
8 : Génesis, 10.5.
9 : Se trate de las Tablas de las naciones en el Antiguo Testamento, o en la Ilíada del Catálogo aqueo seguido del Catálogo troyano que presentan la lista de las ciudades, de las fuerzas presentes, como preludio a la narración de episodios de guerra, del enfrentamiento cuya suerte decidirá de la historia.
10 : Sin embargo, no hay más que leer el nombre de las calles, por ejemplo en Bruselas donde los alexianos, los nervianos, desfilan siempre en las avenidas.
11 : Principi di Scienza nuova d’intorno alla comune natura delle nazioni, ediciones en 1725, 1730 et 1744.
12 : Pons Alain, Vie et mort des nations. Lecture de la Science nouvelle de Giambattista Vico, p. 258, Gallimard, Paris, 2015.
13: «L’Empire latin – Esquisse d’une doctrine de la politique française (27 de agosto de 1945) » publicado en La Règle du jeu, mayo de 1990, n°1, p. 102-103.
14 : Subrayado par Kojève.
15 : Ibid., p. 102
16 : Ibid, p. 121.
17 : Lo que no significa sin método ni garantías.

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