El discurso extranjero

Nikita Moshkin*

El texto que sigue fue presentado durante el Foro «Beat Le Pen» (BLP), organizado por l’École de la Cause freudienne, el 22 de abril de 2022, dos días antes de la segunda y última vuelta de las elecciones presidenciales francesas entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Numerosos ponentes se presentaron durante las dos noches de la BLP (21 y 22 de abril de 2022). Esta es la cuarta de las cuatro presentaciones de ese evento que LRO ha publicado.

Este Foro de la ECF es una oportunidad para expresar mi posición sobre la situación política en Francia entre las dos rondas de las elecciones presidenciales francesas. ¿De que modo me concierne, dado que como extranjero, como ruso, obviamente no puedo votar en las elecciones francesas? Bueno, me preocupa exactamente como ruso y como extranjero. Es como ruso y extranjero que me uno a la lucha contra Marine Le Pen.

La palabra extranjero en Rusia, en la última década, se ha convertido en una especie de insulto en el discurso del Estado y en la propaganda pro-Kremlin, especialmente desde 2012, cuando se elaboró una lista de agentes extranjeros en el Ministerio de Justicia, con el fin de frenar el trabajo de las asociaciones sin ánimo de lucro, que reciben donaciones de instituciones extranjeras o están relacionadas con ellas. No es casualidad que estas asociaciones se dediquen a la defensa de los derechos humanos. Desde 2017, los medios de comunicación independientes se han añadido a esta lista; posteriormente, en 2020, las personas físicas. Su número no deja de aumentar: activistas, periodistas, voces que se manifiestan y, por decirlo de forma sencilla, no están de acuerdo con el régimen de Putin y que luchan por los principios democráticos. La palabra es su única fuerza. Pero al designarlos como «agentes extranjeros», el Estado silencia su discurso.

Así, en Rusia, la libertad de expresión, uno de los principios fundamentales del Estado de Derecho, se bloquea mediante este término de «agente extranjero», donde la palabra «agente» se refiere al espionaje; el extranjero, por tanto, se convierte en hostil. Recordemos que el gobierno ruso en los primeros días de la guerra también elaboró una lista de «países hostiles».

En el programa de Marine Le Pen, que pretende «revisar» todo el marco jurídico relativo a los derechos de los extranjeros, veo la misma tendencia. La «prioridad nacional» que quiere incluir en la Constitución francesa -y cito a Le Monde- «desvirtuaría los principios de la República: que todos son iguales en derechos, derivados de la Declaración de 1789, y que todos son iguales ante la ley, derivados de la Constitución de 1958».

El ejemplo de Rusia muestra la facilidad con la que un Estado, gobernado por alguien que desprecia los derechos humanos, ignora los principios democráticos. De ahí mi preocupación por la posible elección de un candidato cuya estrecha relación con el actual líder de Rusia es bien conocida.

En este momento, en solidaridad con los compatriotas rusos que defienden los principios democráticos, me encuentro de alguna manera menos extranjero en Francia, donde puedo llamar a una guerra, guerra y a un asesino, asesino. Sin apoyarlo plenamente, aprecio la posición de Emmanuel Macron en el sentido de que, con su llamamiento a no discriminar a los rusos, distingue al régimen de Putin del pueblo ruso. Sin embargo, esta distinción no siempre se hace en algunos casos particulares. En algunos países europeos, se identifica a los rusos, contra su voluntad, con el agresor.

Por eso me parece muy importante recordar este llamamiento político que Blandine Kriegel evocó en la Gran Conversación Internacional virtual de la AMP: «si quieres acabar con la guerra, prepárate para la paz». El pueblo ruso debe estar preparado para la paz. Durante la Gran Conversación Internacional, los colegas ucranianos y rusos recibieron el apoyo de la AMP y de la Fundación del Campo Freudiano. Sin embargo, no es en nombre del derecho internacional clásico que la práctica psicoanalítica desempeña su papel en la preparación para la paz, porque, al fin y al cabo, apunta a la división subjetiva derrocando los significantes amo, aflojando el dominio de las identificaciones, lo que no es posible sin el principio de libertad de expresión amenazado por el programa de Marine Le Pen.

A este respecto, para concluir, me gustaría recordar las palabras de Judith Miller en el libro Pourquoi Lacan donde, hablando de la acción del Campo Freudiano en Rusia, evocaba la dificultad relativa a la regla fundamental del psicoanálisis, a saber, la «libre asociación», en los países donde no existe la libertad de expresión. Esta preocupación va al fondo del problema, hoy en día esta dificultad también tiene que ser abordada en los países occidentales.

A pesar de todas las amenazas ligadas a la censura por parte del régimen, los colegas rusos continúan su práctica haciendo existir esta libertad de expresión en el espacio de la sesión analítica. Sin exagerar, puedo decir que esta práctica sigue siendo posible en Rusia gracias a nuestra inscripción en el Campo Freudiano, gracias a la orientación lacaniana, gracias en particular a nuestros estrechos vínculos con Francia, donde hacemos nuestros análisis y nuestros cursos de formación -Francia, que espero mantenga los principios democráticos que deseo para mi propio país.

*París, Francia y San Petersburgo, Rusia.

Traducido por Amparo Tomás.

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Fuente: https://www.thelacanianreviews.com/foreign-speech/

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