Prêt-à-porter

Myriam Soae*

1.

En 1993 Judith Butler formula la siguiente pregunta: “¿Existe acaso un dolor específico de género que provoque fantasías de una práctica sexual que trascienda directamente la diferencia de género, una práctica en la que ya no fueran legibles las marcas de la masculinidad y la femineidad? ¿No sería ésa una práctica sexual fetichista que intentaría no saber lo que sabe, aun sabiéndolo? Esta práctica no implica degradar el fetiche (¿dónde estaríamos sin él?), sino que pretende determinar si el carácter radicalmente separable de la sexualidad y el género sólo puede concebirse de acuerdo con una lógica del fetiche”1. La actualidad de este interrogante, pasado por alto en los debates en torno a las mutaciones actuales en las identificaciones sexuales, permite abrir la interpelación para intentar repensar sus alcances.

Casi veinte años después, los desarrollos de Butler en su libro Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo pueden leerse como un programa epistemológico y político que revolucionó las categorías establecidas acerca de la heteronormatividad y que permitió animar un debate, hoy candente en nuestro país, acerca de las diferentes formas de nombrar (y nombrarse) en el mercado del género, de colectivizar los goces sexuales y, a mi entender lo más interesante, permitir seguir profundizando las transformaciones de las relaciones del sujeto contemporáneo con el sexo.

Como analistas somos testigos de estas mutaciones, del modo en que los discursos sociales impregnan los cuerpos, los animan, los cuestionan, los decoran, los mueven al compás de las danzas colectivas. Y estas mutaciones nos interpelan sobremanera.

Si volvemos a la pregunta subrayada ¿podemos pensar la relación del sujeto al sexo, a la experiencia subjetiva con su cuerpo y su sexo, más allá de la lógica de la castración? Es un imposible lógico, o por lo menos el punto a cuestionar: ¿cómo se juega dicha lógica en cada uno?

2.

“Que lo que Freud localizó como sexualidad haga agujero en lo real es lo que se palpa por el hecho de que, ya que nadie se las arregla bien con eso, no se preocupan más”2.

Cómo responde cada uno a la disrupción del sexo, es lo que cuenta. Y ante el agujero en lo real se responde con el síntoma. Anudamiento subjetivo que podrá, y esa es la apuesta de la experiencia analítica, desajustarse para encontrar formas nuevas que permitan habitar el cuerpo y enlazarlo a otros.

¿Los nuevos discursos sociales ofrecen al sujeto recursos simbólicos para responder al traumatismo que implica lo sexual? Ofrecen contratos menos constrictivos, aunque no eximen al sujeto del agujero.

Las demandas actuales dan cuenta de ello. Si bien hay una nueva creencia generalizada de que la abolición de la diferencia hombre– mujer (no identificarse con ningún género o más bien identificarse con la categoría no–binario) implicaría ahorrarse el enredo del malestar del sexo, la angustia ante el encuentro con el otro emerge con la intensidad del enigma. O la premura por nombrarse bisexual no impide la pregunta por el modo de goce subjetivo.

3.

Pareciera que el punto maldito, ante el cual no hay posibilidad de encuentro o convergencia entre los estudios de género y el psicoanálisis, es la teoría del parlêtre. O sea, la concepción que sostiene que el sujeto se asienta en la lalengua, que no sólo lo produce, sino que también imprime en él, tal como lo explica la teoría lacaniana de la sexuación, posiciones masculinas o femeninas que no son correlativas a las identificaciones sexuadas. La sexuación es para Lacan el proceso por el cual un ser hablante experimenta el goce.  Las identificaciones sexuadas en cambio son del orden del semblante.

Lacan y el posfeminismo de Elizabeth Wright es un pequeño manual que permite, a quienes quieran saber, acercar los distintos momentos del desarrollo de las teorías sobre la diferencia sexual dentro del campo del psicoanálisis. La autora ubica con precisión y con un lenguaje accesible, o sea no se dirige a los psicoanalistas, los dos momentos lacanianos: la teoría que sostiene que la diferencia sexual está sustentada en ser o tener el falo, “modos imaginarios de identificación por medio de los cuales cada sexo niega la castración”3 y, años más tarde, las fórmulas de la sexuación. Acerca de estas la autora enfatiza que dichas fórmulas son la respuesta de Lacan a la acusación de falocentrismo, “de considerar al falo como un significante del poder masculino”. Este giro viene a dar cuenta que “la lógica de las fórmulas de la sexuación produce dos conjuntos de seres hablantes que no están en una relación complementaria entre sí. Lo fundamental es que las fórmulas no dictaminan qué posición sexuada debe asumir el sujeto –no son fórmulas de la heterosexuación. Lo que revelan son los límites históricos de la posibilidad de cambio. Nada tienen que ver con la elección de objeto particular de un sujeto, que puede ir más allá de la biología. Por más variable que sea la elección de objeto, la sociedad siempre requerirá un binario de algún tipo, cualquiera que sea la forma que tome la biología en el futuro lejano. Siempre deberá haber un equivalente de la “castración”, sin la cual la entrada en el lenguaje estará velada.”4

4.

Las múltiples identificaciones sexuales y la variación expuesta de las prácticas de goce formando colectivos, son parte de las transformaciones de los discursos sociales que ofrecen al sujeto la posibilidad de elegir a su gusto, imaginariamente, modos menos constrictivos de soportar la experiencia del sexo.

¿Cómo leemos esas transformaciones? Y ¿de qué modo nos dejamos interpelar por ellas?

Si la topología del sujeto implica al espacio público en torsión con una intimidad subjetiva, al analista ciudadano le compete, no sólo estar a la altura de su época, sino recoger los malentendidos para pensar qué obstáculos presentamos a la hora de intervenir en lo social y con qué fantasmas, y eso corre por cuenta de cada uno, escuchamos, leemos, analizamos a aquel que se acerca aún hoy a la consulta con un psicoanalista.

La definición “El inconsciente es la política” implica un porvenir del que no estamos exentos.

 

*Psicoanalista. Miembro de la AMP (EOL).

 Fotografía seleccionada por el editor del blog.

Fuente: http://lalibertaddepluma.org/myriam-soae-pret-a-porter/

Notas bibliográficas:

1 Butler, J., Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo, p. 334, Buenos Aires, Paidós, 2002.

2 Lacan, J., “Prefacio a El despertar de primavera”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós 2012.

3 Wright, E, “Lacan y el posfeminismo”, p. 34, Gedisa, Barcelona 2004.

4 Wright, E, “Lacan y el posfeminismo”, p. 43, Gedisa, Barcelona 2004.

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