Laura Storti*
Tras haber obtenido la aprobación del Congreso de los Diputados, en estos días la Comisión de Justicia del Senado está examinando el Proyecto de Ley para la «prevención y lucha contra la discriminación y la violencia por razón de sexo, género, orientación sexual, identidad de género y discapacidad». Más conocida como la ley Zan, integra en esencia la ya probada ley Mancino, que prevé circunstancias agravantes específicas en los delitos cometidos por motivos étnico-raciales y religiosos.
El objetivo de la medida es prevenir los fenómenos homófobos o transfóbicos. Por un lado, ampliando los delitos de odio ya regulados (incitación al delito y/o actos de violencia), si se actúa contra personas «por razón de sexo, género, orientación sexual e identidad de género», y por otro lado proponiendo una serie de políticas activas que eduquen y conciencien sobre el respeto a todas y todos. Una ley que confirma y actualiza de alguna manera los principios constitucionales de reconocimiento de igual dignidad para todos.
Por otra parte, cuando el lazo social muestra toda su incapacidad para sostenerse, se apela cada vez más a la ley que, a través de nuevas normas, tiene como resultado inevitable la identificación y categorización de las diferencias, así como la multiplicación de las identidades que exigen reconocimiento y protección.
Ciertamente, no se nos escapa que este proyecto de ley expresa la necesidad de intervenir en una situación en la que aumentan las manifestaciones de intolerancia y agresión, así como la violencia, hacia las personas por su orientación sexual.
En Italia, el proyecto de ley Zan se ha encontrado con fuertes críticas de los partidos de derecha y de las asociaciones católicas más conservadoras, según las cuales la medida corre el riesgo de avalar la extensión del derecho de adopción y filiación a las parejas de gays y lesbianas, con una relativa aprobación de la gestación subrogada, que sigue estando prohibida en nuestro país, así como, de forma totalmente subrepticia, de fomentar todas las formas de prostitución. Apelando a la defensa de la sacralidad de la «familia natural», se ha llegado a temer también el peligro de una limitación de la libertad de expresión y de religión: una tesis, si bien instrumental, que sin embargo ha encontrado cierto acuerdo también en sectores de la izquierda parlamentaria. Prueba de que cuando se habla de sexo y orientación sexual entra en juego algo que en el ser hablante no forma parte de la norma y representa siempre una excepción: la pulsión.
En el proceso del proyecto de ley Zan se han añadido además la misoginia y los comportamientos discriminatorios basados en la orientación sexual y la identidad de género, incluyendo así a las mujeres entre los sujetos a proteger. Esto ha provocado divisiones dentro del Movimiento Feminista, entre quienes están a favor de esta inclusión, ya que consideran que las discriminaciones contra las mujeres tienen todas las mismas raíces heteronormativas y patriarcales, y quienes creen que reduce a las mujeres a la condición de minoría.
La división que hoy se expresa en el seno del movimiento feminista, no sólo en Italia, a través de agrias críticas y acusaciones mutuas, que se intenta neutralizar a través de su pluralización, tiene profundas raíces y parece destinada a no recomponerse fácilmente, al menos en el terreno abierto por el lenguaje jurídico, un lenguaje que pretende clasificar y universalizar.
El Movimiento Feminista Italiano se constituyó y creció a partir de prácticas compartidas. Y es por eso por lo que la profundización de algunos significados como el sexo, el género, la identidad y los conflictos, podría ser un terreno útil para confrontar, donde la política, entendida como el discurso del amo o del inconsciente, como nos recuerda Lacan, no puede ayudarnos.
¿Qué puede aportar el discurso del psicoanalista al campo de «ser hombre» o «ser mujer»? ¿Cómo podemos preparar el camino para una nueva concepción de la distribución sexual fuera de los escollos de la biología como destino o del género como un conjunto de normas culturalmente preconstituidas e impuestas?
Ya Freud en su Conferencia de 1931 dirá que la feminidad tiene un «carácter desconocido que la anatomía es incapaz de captar «1, y a continuación: «Ni siquiera la psicología es capaz de desentrañar el enigma de la feminidad»2. Para Freud, en definitiva, la feminidad representaba una enigmática imposibilidad de descifrar, la roca básica3 contra la que encallaban los tratamientos analíticos de hombres y mujeres.
Y fue J. Lacan, con su regreso a Freud, que volvió a poner la cuestión de la feminidad en el centro del debate de la comunidad analítica. En el psicoanálisis, las categorías de hombre y mujer no están bajo la égida de las normas, sino que son el resultado de un recorrido subjetivo del ser hablante que llevará la marca del interés singular que siente hacia su deseo.
Ninguna norma permite al sujeto dar sentido al sexo, «la perspectiva del inconsciente hace del sexo el lugar de una pregunta que lleva al sujeto a inventar su propia relación con el género, a partir de su experiencia del deseo4».
Al igual que los estereotipos de género, las normas consideran a los seres hablantes como ejemplares pertenecientes a clases o categorías, y no como seres únicos. Encontrarse con el psicoanálisis es, pues, encontrarse con un lugar que es la antítesis de toda sumisión a las normas, del mismo modo que un análisis apunta a la diferencia absoluta.
Será precisamente el término sexuación, acuñado por Lacan, para dar cuenta del devenir del ser humano en la asunción de su propia solución y de la insondable decisión del ser frente a su propia posición sexual.
El tema de la identificación también es central en la clínica psicoanalítica. Una experiencia analítica afecta a las identificaciones imaginarias y simbólicas, y conduce al aislamiento de un punto de identificación estructural y fundacional, ese S1 que se revelará como lo que ha regido, sin saberlo, las diferentes identificaciones del sujeto. La última enseñanza de Lacan lleva la cuestión de la identificación hasta el punto de identificar en el sinthome aquello con lo que se puede identificar al final del análisis, un elemento de goce irreductible y singular.
Como sabemos, el lazo social contemporáneo está estructurado de manera diferente a la época de Freud y de Lacan, a pesar de que este último lo había predicho lúcidamente. La caída de los ideales a favor del ascenso al cenit de los objetos de consumo y disfrute produce efectos de aislamiento, generando individualismo, fragmentación de los vínculos, segregación y autosegregación, hasta llegar a la violencia ejercida contra el otro.
¿Podemos pensar, entonces, que el odio que se desata violentamente contra las mujeres podría estar dictado por la voluntad totalitaria de conseguir doblegar al todo universal la resistencia del no-todo femenino? Al igual que la violencia que golpea a quien se identifica como «diferente» no es otra cosa que la expresión del «odio al disfrute del Otro «5, ¿qué hay en la base de todas las formas de racismo?
Jacques-Alain Miller nos ayuda a poner en práctica estas cuestiones en su intervención en la conferencia de Madrid: «Para operar en política, apoyarse en la autonomía del propio pensamiento es tan necesario como rebajar el nivel de identificación y conseguir que cada uno se remita a su propia opinión. En otras palabras, no masifiques tus reacciones, no te dejes encantar por la referencia a un líder. Por el contrario, se trata de hacer algo múltiple, articulado y discutido «6.
* Psicoanalista. Miembro de la AMP (SLP)
Traducción Yago Caretti Giangaspro.
Fotografía seleccionada por el editor del blog. (El diputado Zan que impulsa la ley en contra de la homofobia en Italia)
Fuente: https://www.slp-cf.it/rete-lacan-n31-20-maggio-2021/#art_1
1] S. Freud, Introducción al psicoanálisis, nueva serie de conferencias, en Opere, vol. XI, Turín, Boringhieri, 1989, p.221.
3] S. Freud, Analisi terminabile e interminabile, en Opere, vol. XI, Turín, Boringhieri, 1989, p.535.
[4] C. Leguil, L‘essere e il genere. El hombre/mujer después de Lacan, Turín, Rosenberg&Sellier, 2019, pp.66-67.
5] J.-A. Miller, Le cause oscure del razzismo, en Attualità Lacaniana, n°28, Torino, Rosenberg&Sellier, 2020, p.28.
[6] J.-A. Miller, Freudian Field Year Zero, (editado por Marco Focchi), Roma, NeP Edizioni, 2018, p.50.