«Modos de la presencia»

Modos de la presencia

 

 

Florencia F.C. Shanahan*

 

Pienso que el análisis no es un puzzle sino más bien un mosaico, hecho no de piezas preexistentes para las cuales habría un lugar predeterminado y cuyo acomodamiento daría una buena-forma-toda, sino de trozos, tesserae que uno va cortando, encontrando, descartando o tomando del otro en la transferencia, componiendo un cuadro que no se completa, aunque se termine.

Intentaré así decir algunas cosas. Pueden ser a veces contradictorias. No resuelven ninguna pregunta general. Ni tampoco, creo, se prestan a deducción alguna. Son pequeños fragmentos que emergen en el tiempo de elaboración en el que me encuentro. Ellos encontrarán un lugar en el mosaico que continúa creándose después del pase.

Mi primer analista jamás tuvo mis datos: ni dirección postal, ni número telefónico. Fantaseé muchas veces con desaparecer y que él no pudiera contactarme, no supiera dónde buscarme, se preguntara si yo había muerto. Durante casi ocho años asistí religiosamente a las sesiones de tiempo fijo. A tres cuadras de donde vivía. Cuarenta y cinco minutos. Un encuadre ritualizado que alimentaba mi ya excesivo superyó y mortificaba mi cuerpo. El silencio y la quietud del analista me dejaban a menudo a merced de la mudez pulsional de la que me hacía partenaire. Aprendí allí que el sentido no sólo se engorda con palabras.

El analista que me permitió salir de eso, y encontrar un final lógico a la experiencia del inconsciente del que soy sujeto, se movía mucho. También decía muy poco. Pero desplazaba su cuerpo sin cesar. Cortaba papelitos frenéticamente, o tipeaba fuerte sobre el teclado. Atendía llamadas durante las sesiones, a veces murmuraba cosas. Allí aprendí que el silencio no era del Otro.

¿Podría haber seguido en la vida si él no me hubiese atendido por teléfono todos los días cuando mi madre y mi hermano murieron inesperadamente? No lo sé.

¿Podría haber ido al encuentro del buen agujero si él no me hubiese atendido por Skype, sosteniendo la mirada en la pantalla, diariamente por más de un mes, durante la travesía por la angustia más radical en el tiempo de la destitución subjetiva que dio paso al final? No lo creo.

Sin embargo, sí creo que mi análisis no podría haber concluido si hubiese sido “virtual”. Especialmente dado que el impulso a la salida surgió, tal como lo relaté en mi primer testimonio, del instante en que dejé mi encendedor sobre el diván. Sin duda esto no podría haber ocurrido en una sesión telefónica o por videollamada. Ese pequeño objeto que queda detrás imprime la urgencia que me hace tomar un avión para volver, y abre la puerta de la última c/sesión. La voz como objeto, tal como se puso en juego en mi análisis -en su extracción y su incorporación- no es en absoluto la voz de la comunicación. Sobre esto intentaré avanzar en mi próximo escrito.

Sin duda la práctica online o por teléfono existe. Es un hecho. ¿Qué estatuto tiene? Las preguntas que de aquí se derivan atañen al psicoanálisis como tal, y no sólo a aquello con lo que las actuales circunstancias nos confrontan.

Pienso que se trata, sobre todo, de encontrar posiciones en la enunciación que vayan en el sentido de lo que Lacan llamó el bien-decir, y en contra de las posiciones que la neurosis siempre está presta a alimentar: buscar explicaciones para lo que uno hace o deja de hacer; intentar obtener una validación por parte del Otro de lo que uno hace o no; forzar las clavijas a entrar en los agujeritos para acomodar lo real a la realidad…

Se trata de no disponerse demasiado rápidamente a decir lo que es psicoanálisis y lo que no, desconociendo la implicación de un deseo singular a la base de cada acto que, como tal, no tiene garantía. Se trata de no sostenerse en la tradición, los significantes congelados en boca de la autoridad, o el saber muerto de lo ya dicho, con la ilusión de resguardar al psicoanálisis de su fantaseada degradación.

Evidentemente cuando se trata de justificar la propia práctica como medio de subsistencia, o de su permanencia en el mercado como uno más de los objetos ofertados al consumo, allí el problema es otro. Y atañe a la formación del analista.

 

*Psicoanalista de la AMP (NLS)

 

 

Fotografía seleccionada por el editor del blog.

5 respuestas a “«Modos de la presencia»

  1. ¿…? Entre el enunciado, el respiro y la escucha; pequeña danza con el tropiezo hasta consolidar un auténtico ritmo.
    Din duda, danzar en el agujero y serlo implica una travesía sin tiempo, sin espacio y sin mirada.
    Implica de entrada la noble sensibilidad a la pregunta, su despliegue en el horizonte.
    gvv

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  2. El medio de subsistencia, el mercado… Hace mucho tiempo que no se habla de eso en algunos lugares. Cuando comencé en el campo del psicoanálisis se insistía: » no es una profesión» . Hoy hay muchísimos que atienden el «prepagas» y adecuan su tarea a las condiciones que les impone la empresa. Son pocos los que pueden ,»analizar a analistas» y eso es algo de lo que tampoco se discute. No es sólo «la presencia del analista» es también el analizante en cuestión. Uno por uno.

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